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24.11.11

columna: Divino (Miguel Rodríguez Casellas).

Divino

Miguel Rodríguez Casellas
Cristo era todo un político. Separó al César de Dios sin indisponer a ninguno de los dos. Se proclamó rey de “otro mundo” con tal de evitarse contiendas jurisdiccionales. Le sacó igual provecho a leales (Pedro), como a traidores (Judas). Talento indudablemente tenía, por eso aún administra una de las mayores audiencias del universo: las almas que creen, creyeron y creerán en él, hasta el día del Juicio Final.

Ejercer la sabiduría divina sobre una humanidad de patrones cambiantes y extendido relativismo secular es un reto. Un “focus group” celestial tendría que haber anticipado el escepticismo que los fieles mostrarían siglos después, cuando cansados de la misma marca comenzarían a mirar los escaparates de otras tiendas compitiendo libremente en el mercado de la fe.

Aseveran que Cristo, como la Mirta de los pelos difíciles, siempre tiene la respuesta. Son sus seguidores los confundidos, guardando silencio o hablando de más, cual políticos sin “media training”, a lo Cox Alomar.

Han sido semanas de tiraera santa, con una interesantísima cartelera encabezada por el arzobispo “puertorriqueñista”, los inquisidores del Opus Dei, y la pléyade de honorables, reverendos y analistas, que hablan como si la fe aún moviera montañas, como si importara.

Todo es muy sospechoso. Para empezar, habría que desconfiar del altar catedralicio dedicado a una patria concebida en singular, sin matices ni plurales inclusivos. Luego está el Opus Dei, que son abejitas adheridas al panal de las clases afluentes. El arzobispo tampoco es distinto a otros, que son aliados de una misma cruzada fundamentalista. Los analistas, por otro lado, son vendedores también. Es decir, que en todo esto hay un resabio de falso antagonismo que se suma a la mentira histórica de justos versus impíos, ángeles o demonios.

Triste es ver a todo un país, con cordilleras enteras que mover, entretenerse pensando que la fe hará el trabajo que a ellos toca hacer. Esa fe, irresponsable y acomodaticia, es otra manifestación de la vagancia boricua. Su Divina Providencia les subsidia la inacción.

“Ayúdate, que yo te ayudaré”, dijo un político famoso. Cristo no fue, aunque debió haberlo dicho.
-El autor es profesor de la Escuela de Arquitectura de la Politécnica.