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25.5.09

A ver si nos entendemos

A propósito de los ataques que está recibiendo el proyecto del Caño Martin Peña y tratando de entender los pocos argumentos que hemos escuchado de sus detractores (y entre ayer y hoy del Gobernador), anoche estuve leyendo el ensayo-conferencia de G.A. Cohen, Libertad y Dinero, en el que, sobre el tema de la libertad, refuta dos premisas conservadorasprincipales: (1) aquella de carácter conceptual que expone que la pobreza no entraña falta de libertad (El problema de los pobres no consiste en carecer de libertad sino en que no siempre pueden ejercitarla libertad que indudablemente poseen); (2) y una segunda que se deriva de la primera y que tiene un carácter normativo: En tanto la pobreza (falta de dinero) no entraña falta de libertad y la principal función del gobierno es proteger la libertad, el alivio de la pobreza no forma parte de la principal función del gobierno.

Cohen elabora los argumentos para refutar estas premisas, tanto la conceptual como la normativa (I. Berlin y J. Rawls aceptan la conceptual pero rechazan la normativa). Para Cohen el concepto de libertad no se limita a la interferencia del gobierno con ‘el hacer’ del ciudadano; es que si no tiene lo que los conservadores llaman 'los medios', es decir, si está en estado de pobreza, simplemente no tiene libertad, porque no está en posición de hacer. Por lo tanto, esa situación habría que remediarla. No me detendré ahora a discutir los detalles de los argumentos de Cohen pero dejo aquí esta cita porque creo que en el fondo describe ejemplarmente la razón para que los conservadores que gobiernan, pese a sus creencias en la propiedad privada, la autogestión, el libre mercado y las alianzas con sectores privados en la gestión que de otra manera le correspondería al gobierno, tienen problemas con proyectos que siguen estos mismos principios pero en los que el capital y la gestión no está en manos de grandes corporaciones y sí de las comunidades del Caño Martin Peña. Y esto dice Cohen:

‘Para la autoconfianza de la derecha, y para la deferente acogida de que disfruta, es muy importante que ella pueda asumir el papel de defensora de la libertad humana. Por lo tanto, es igualmente importante poner al descubierto, como creo que puede hacerse, que es un engaño. La derecha se proclama defensora de un valor humano universal, la libertad, pero cuando quedan al descubierto sus errores conceptuales y sus trucos verbales, se comprueba que lo que realmente ofrece, en razonamientos tales como las proposiciones (1) a (5), es una defensa del derecho de propiedad privada. Lo único que defienden aquí es la libertad de los que poseen bienes.

 La idea general es que la derecha no se opone a la interferencia [a la libertad] como tal: se opone a la interferencia en el derecho de propiedad privada, pero apoya la interferencia en el acceso de los pobres a esa misma propiedad privada, y por consiguiente no puede defender el derecho de propiedad invocando el valor de la libertad, en el sentido de no interferencia. Sobre la base de una aversión de principio a la interferencia, la derecha no puede defender la propiedad privada del agravio que representa la pobreza recurriendo a la conocida táctica que he procurado desvirtuar aquí’.

(Estudios Públicos, 80 (primavera  2000); traducción de Rose Cave)