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3.6.09

lo que más merece pensarse: el hecho de que no pensamos

'Lo que más merece pensarse es que nosotros todavía no pensamos; todavía no, aunque el estado del mundo se hace cada vez más problemático. Este hecho parece exigir, más bien, que el hombre actue y actúe sin demora, en lugar de hablar en conferencias y congresos y moverse en la mera representación de lo que debería ser y de cómo habría de hacerse. Falta, por tanto, acción y de ningún modo pensamiento.

Y, sin embargo, quizá el hombre hasta ahora, desde siglos, ha actuado ya demasiado y pensado demasiado poco. Pero, ¿cómo hoy puede afirmar alguien que nosotros no pensamos todavía, siendo así que en todas partes hay un interés vivo por la filosofía, un interés cada vez más patente, siendo así que casi todos pretenden saber qué pasa con la filosofía? Los filósofos son "los" pensadores. Así se llaman porque propiamente el pensamiento tiene su escenario en la filosofía....

El que se de un interés por la filosofía, todavía no es un testimonio fehaciente de la disposición a pensar. Sin duda hay por doquier una ocupación seria con la filosofía y sus preguntas. Hay un loable derroche de erudición para investigar su historia. Existen aquí tareas útiles y laudables, para cuya realización sólo las mejores fuerzas son suficientemente buenas, sobre todo cuando los investigadores ponen ante nuestros ojos los prototipos del pensamiento. Con todo, el hecho mismo de que durante años nos entreguemos con auténtico empeño al estudio de los tratados y escritos de los grandes pensadores, todavía no nos concede la garantía de que nosotros mismos pensemos o estemos dispuestos a aprender a pensar. Por el contrario: la ocupación con la filosofía puede simularnos muy pertinazmente la apariencia de que pensamos puesto que "filosofamos" sin cesar.

No obstante, sigue siendo extraño y parece arrogante afirmar que en un tiempo tan problemático como el nuestro, es el hecho de que no pensamos todavía lo que más merece pensarse".

-Martin Heidegger, ¿Qué significa pensar? (Semestre de invierno de 1951-52, trad. Raúl Gabás; Trotta)