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16.5.10

Sobre temblores y terremotos (sobre la huelga UPR, Aurea María Sotomayor)

Sobre temblores y terremotos: todos nos negamos a la victimación- Áurea María Sotomayor

Recuerdo que hace unos ocho meses Puerto Rico se hallaba al borde de una gran hecatombe social, un terremoto de gran magnitud había agitado el ánimo de sus habitantes al punto de movilizar a cientos de miles hacia una gran protesta contra el despido de miles de empleados públicos. Justo entonces se escuchó un estallido proveniente del área entre el Fuerte Buchanan y una refinería en Cataño. Se suscitó un gran fuego y la atmósfera se purificó entre los gases, las llamas y el aire que soplaba fuerte.

Justo cuando la huelga estudiantil en la Universidad de Puerto Rico obtiene una de sus victorias más evidentes y públicas en una Asamblea Estudiantil donde se confirma el voto huelgario contra la privatización del sistema universitario público y el afán lucrativo de los síndicos que la dirigen desde las capas altas de sus oligarcas (Oficina de Presidencia, Rectoría y sus anejos), fuerzan a los estudiantes a colocarse en el espacio de la víctima, prohibiéndoles agua y alimentos. El atentado a sus derechos humanos va acompañado de algo más. Ahora quieren cancelar el tiempo de neustro trabajo, amenazándonos con la anulaciónd el semestre después de estar casi terminado. Profesores, directores de departamento, decanos, padres y madres, estudiantes, país, ¿Vamos a permitir que nos victimicen a todos y barran de un plumazo con una mano laxa, insensible y cínica el trabajo de un semestre?

La justicia de los reclamos estudiantiles se opone a la negativa al diálogo de la administración universitaria. Nunca había visto una posición tan recalcitrante y malsana como la de la Junta de Síndicos, el Presidente y la Rectora que dirigen esta Universidad. Carecen de palabra, en el amplio sentido del término y recurren a la fuerza (demandas, interdictos, emplazamientos, apelaciones) arguyendo que los métodos estudiantiles son violentos. ¡Qué contradictorios son! Este argumento referente a la violencia en contraste con la democracia constituye su propio autoretrato. Monologan. No se asumen como servidores públicos. Carecen de interés (inter-est). Reniegan del espacio público ante su incapacidad para argumentar allí y no en el predio privado de los tribunales. Pero para su mofa, aún ahí pierden consecuentemente. Acuden al tribunal para que el poder pueda reconocerlos, pero fallan porque, como árbitro del orden público, el tribunal no puede incurrir en las mismas contradicciones que asume el rostro que le dan.

¿De qué lado del portón están? De ninguno, porque su universidad no está allí donde está la nuestra: un lugar que nos apropiamos para discutir, escuchar, disentir, afirmar, retractarnos, insistir, debatir y decidir. Su universidad se dirime en el espacio del cálculo lucrativo que sólo unos pocos comparten, en la confidencialidad de los acuerdos tácitos, en los vocablos cuyas connotaciones operan como su lenguaje muy secreto, en la violencia como principio de vida, en la hipocresía que sostiene su delegación del poder al brazo tonto de la ley (la policía), en la indiferencia monumental que los cobija.

Frente al monólogo y la sequedad de recursos de la Administración, la multiplicidad creativa que denota la inteligencia de los estudiantes: reclamos, argumentación, asambleas, paros, cierres, marchas, invitación al diálogo, debate, flores a los policías, performance, pintura, literatura, drama, radio, blogs, redes de amigos, padres y madres, profesores y maestros, sindicatos, empleados no docentes, pueblo puertorriqueño, solidaridad. Y mucha paciencia, disciplina, inteligencia, creatividad, amor, generosidad, entrega. El voto estudiantil en la asamblea ha sido una excelente demostración estratégica pues ha logrado exhibir el rostro de la administración: el límite de la incapacidad de su diálogo, la mentira de sus planteamientos sobre la pretendida democracia, la violencia de su método, en suma, la inexistencia de una “mayoría” opuesta a la huelga. La mayoría está en los portones y fuera de los portones. La mayoría es el pueblo de Puerto Rico que se opone a las medidas neoliberales respecto a la educación. Ya está bueno de chiquiteo, amenaza y castigo. No somos víctimas ni niños, somos personas. Sigamos el ejemplo de los estudiantes y la lección de vida. Ayudémosles a vivir y que el temblor de tierra que acaba de ocurrir no desvíe la atención esta vez. Entre los temblores, quién sabe si provocados, y los terremotos naturales, sopesemos el terremoto real de lo que representa esta huelga estudiantil. El terremoto está ahí y su rugido no debe pasar desapercibido: expresarnos libremente es la consigna.

Aurea María Sotomayor

(profesora y escritora)

16 de mayo de 2010