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10.2.11

Tienen que salir (William Vázquez Irizarry) (UPR sin policías, YA)

¡Basta ya!

La presencia de la policía en el Recinto de Río Piedras de la UPR, que desde un inicio era desacertada y peligrosa, ayer se convirtió en insostenible.  Con los incidentes de la tarde debería surgir un consenso mínimo que trascienda las diferentes posiciones que existen sobre la pertinencia de la lucha contra la cuota y los mecanismos de expresión o acción estudiantil.

Necesario o no, hay ciertas cosas que quiero dejar claro al plantear esto. Quien escribe está lejos de tener un historial anti-policía.  Mis primeros años como abogado los ocupé defendiendo policías en demandas por violaciones de derechos civiles en el tribunal federal.  Luego de eso fueron muchas mis interacciones con altos funcionarios del cuerpo desde funciones administrativas en La Fortaleza y en el Departamento de Justicia.  Los veo ante todo como funcionarios y servidores públicos, por lo que rechazo la práctica de insultarlos genéricamente.  Al fin y al cabo, son nuestra policía y menospreciarlos como tontos y faltos de educación, es menospreciar a una parte de nosotros como comunidad.

He querido apostar, pues, a una aproximación inicial basada en el respeto.  Eso me permite sentirme lleno de la serenidad adecuada para condenar desde lo más profundo el rol que “nuestra” policía está jugando dentro de los predios de la universidad.

Las condiciones de plena desconfianza y suspicacia son óptimas para enfrentamientos e insultos, e incluso simples malentendidos que desemboquen en situaciones violentas.  En este momento, me parece secundario quién exactamente dijo qué durante la tarde para que se desencadenara el incidente que culminó en varios arrestos.  Lo que considero realmente importante es que en el ambiente que reina en el recinto, lo de esta tarde se puede repetir en cualquier momento.

De hecho, la realidad es que en cualquier escenario hay dos cosas que no cambiarán.  Primero, que la causa de éste y otros incidentes es la decisión irresponsable de mantener la presencia de la policía. Segundo, que la intervención de la policía se dará de manera desproporcional y fuera de los parámetros profesionales que deberían imperar.

En cuanto a la causa inmediata del problema, debo insistir que los eventos de hoy ejemplifican la crisis de manera más directa que cualquier otro incidente. Después de todo, adviértase que no se trató de un gran evento ni una concentración masiva.  Era una sencilla actividad de expresión, pero que se pretendió realizar en un recinto repleto de oficiales de la policía.  Repleto de policías regulares, oficiales de la unidad de arrestos, operaciones tácticas, SWAT y policía montada en sus caballos.  El ambiente es de constante tensión y esto es algo que la propia oficialidad de la policía seguramente ya percibe.
Se les nota a muchos el hastío, ya sea por cansancio o bien los ocasionales retos o  insultos a los que se ven expuestos.  Se les ve incluso actuar a algunos con particular resentimiento.  Si tienen razón o no para sentirse así es algo inmaterial en el contexto del saldo final: una situación de inseguridad permanente.

No se trata de simplemente etiquetarlos de abusadores.  Aun con lo poderosa que puede parecer esta denuncia, en muchas ocasiones la misma se hace “desde afuera” y sólo tiene el efecto de descalificar al policía como persona.  Me parece que en ocasiones habría que cuestionarlos en sus propios méritos como funcionarios públicos.  Me temo que si un panel externo de expertos en procesos policíacos de otras jurisdicciones estudiara las intervenciones de los pasados meses, nuestros policías no saldrían bien parados.
Sin embargo, tampoco veo razón alguna para esperar que en futuros incidentes se comporten de manera distinta. Después de todo, sus máximos jefes se han mostrado capaces de endosar cualquier tipo de exceso.

No creo, por tanto, que la situación sea salvable.  No hay estrategias ni acomodos posibles.  No hay contextos que entender o contemplar.  Tienen que salir.

Ese momento llegará y al día siguiente muchos cantarán victoria.  Pero ojo, en modo alguno habremos regresado a la normalidad pues la policía no es el problema de fondo de la universidad.  Imperará en ese instante la profunda necesidad de reflexionar sobre lo que ocurrió para que cada cual asuma entonces su responsabilidad en lograr que nunca más se repita.  En ese análisis de seguro habrá muchas visiones encontradas.  Mientras llegue ese momento, manda, ahora, reclamar ¡BASTA YA! a la presencia de nuestra policía en la Universidad de Puerto Rico.