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10.4.13

Hay verdades absolutas… (de DerechoalDerecho.org)

Hay verdades absolutas…

Hoy se emite una Resolución por el Tribunal Supremo denegando la solicitud de reconsideración en el caso de adopción Ex Parte AAR. Se aneja la Resolución y sus Votos Particulares al pie de esta entrada.
Resaltan las expresiones de dos jueces. Particularmente las cargadas y gratuitas manifestaciones del Juez Martínez Torres y las –francamente preocupantes– expresiones de Kholtoff. Expresiones que, otra vez, demuestran algunas verdades absolutas. Una de ellas es que la falta de respeto que se percibe con relación al Tribunal Supremo es, generalmente, auto infligida. Esa institución se va tornando irrelevante a la población puertorriqueña, como dice una colega. Otra de esas verdades absolutas es que –como dice Érika Fontánez– el peligro del absolutismo judicial radica precisamente en actuar sobre la base de verdades absolutas. Eso Kholtoff parece no entenderlo. Nos dice que sus verdades “son verdades perennes, inmutables, algunas insondables, pero todas ineludibles”. Quisiera tratar de convencer al Juez de que se equivoca pero temo que, con esa advertencia, no estará en disposición de escucharme.
Hay que citar a la colega, Érika Fontánez.
Preocupa que su normalidad no sea la de deliberar junto a sus colegas (como fue evidente en la petición de un aumento al número de jueces en el Tribunal), que su proceder no parece ser el de escuchar a los otros y otras, no es la norma el intento de entender con incluso la buena fe de dejarse convencer al escuchar a los otros. No. Su estilo, por el contrario, parece ser la imposición de modelos únicos, el cierre de perspectivas, la uniformidad de acuerdo con sus códigos. Esto, con el entendido de que sus códigos y perspectivas son las únicas válidas, con la absoluta certeza de que actúan de acuerdo a su misión en el Tribunal (cualquiera que sea la que ellos definen como LA misión).
He ahí el peligro de su actitud. Estos jueces deciden como deciden en una multiplicidad de temas porque de antemano cuentan con puntos de vista extremos y únicos sobre cómo ha de comportarse X persona en sociedad, ya sea mujer, sea homosexual, sea estudiante, sea activista. Adoptan la costumbre de adjudicar sin deliberar en el pleno porque no les hace falta, en tanto están convencidos de que sólo ellos tienen la razón. Como dice Les Back, el problema de nuestros días es la certeza en demasía, un fundamentalismo en detrimento de la capacidad de entender y escuchar a los demás. Se prefiere la certeza que trae consigo la ignorancia, que la duda siempre necesaria para lograr el entendimiento. Su certeza de una única y posible verdad da miedo. Ese es el gran peligro. (Les Back, “The Listeners”, disponible en Eurozine).
En una sociedad democrática es ahí precisamente donde estriba el peligro mayor para todos y todas, en esa certeza fundamentalista e inamovible que puedan tener los componentes de la institución principalísima en garantizarnos a todos y todas que no se nos violen nuestros derechos. Las divergencias que tenemos con sus decisiones y su proceder tienen que ver con su rol, con su pretensión de “una misión” certera, una que al parecer busca imponernos un modo de vida particular y único y que no da lugar a interpretaciones o mundos de vida alternativos. El peligro de jueces con esos entendidos es que están convencidos de que cuentan con la “virtud” de pautar cómo debemos vivir ser. Y así interpretan y adjudican, de acuerdo con ese entendido, las controversias más importantes y apremiantes en nuestra sociedad. El peligro está verdaderamente en que no parecen tener como costumbre la virtud de escuchar y reconocer al otro, y por tanto, bajo la sombra de ajustarse a ‘lo que dicta el derecho’, abdican a una parte fundamental de su haber como jueces: procesalmente, renuncian a la deliberación, a la capacidad de escuchar argumentos, de preguntar y de permitirse cambiar de opinión; sustantivamente, se niegan a interpretar lo jurídico de acuerdo con los principios más básicos de justicia, libertad e igualdad.