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22.8.14

Sobre la rebeldía de la inconformidad (En 80grados)

El pasado 14 de agosto tuve el privilegio de que el Colegio de Abogados y Abogadas y la Comisión de la Mujer del Colegio, me otorgara la Medalla Nilita Vientós Gastón 2014. La Revista 80grados publica hoy el mensaje de agradecimiento que ofrecí en la ceremonia. Nuevamente agradezco al Colegio y a la Comisión, así como a todas las personas involucradas, semejante honor.  Gracias también a la Revista 80grados por publicar el mensaje. Lo comparto.

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Sobre la rebeldía de la inconformidad
Érika Fontánez Torres

Mensaje de agradecimiento en ocasión de la otorgación de la Medalla Nilita Vientós Gastón del Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico.

14 de agosto de 2014.
Miramar, Puerto Rico.

Buenas noches a todos y todas:
Agradezco a todos y todas su presencia y su compañía esta noche. No es un decir, realmente lo agradezco porque la sensación que una adquiere cuando la llaman para decirle que le han otorgado un reconocimiento es, al menos para mí, una de mucha tensión. ¡Es realmente un trauma ante lo que implica el señalamiento de la singularidad! Y esto porque esa singularidad supone un destaque del quehacer de una a partir de los parámetros del quehacer de otra. Y esa otra es nada menos que Nilita Vientós Gastón, así que el asunto es más agónico aún. Y en esa agonía, una tiende a preguntarse, sin falsas modestias: “¡Ay, y ¿qué he hecho yo para merecer esto?¡”. Eso fue lo primero que le dije a Verónica Rivera cuando me dio la noticia. Y claro, los minutos y horas que apenas  le siguieron a la noticia hasta este momento, vienen acompañados por la angustia de lo que implica esa singularidad: la propia. Pensando en eso y leyendo a y sobre Nilita*  es inevitable asombrarse y decir: ¡Cuánto quehacer! ¡Que impresionante!, pero más importante, ¿Qué se requiere para emularlo, para emularlo colectivamente, es decir, qué se requeriría para propiciar muchas pequeñas Petronilas, muchas Nilitas?.

Así que, a partir de este último punto, he decidido cambiar la pregunta de esta noche de una que inquiera sobre el ¿qué he hecho yo? a: ¡¡¿Qué hemos hecho nosotras y nosotros para merecer esto?!! Y ¡¿Qué hace falta que hagamos en el futuro?! De esta forma, la reflexión esta noche se convierte en una en que la singularidad no es mía sino de todos y todas las que aquí hoy nos reunimos y de quienes aunque no están han tenido que ver con que aquí estemos. Empezando por Nilita y continuando con  tantos y tantas otras que caminan y han caminado bajo sus mismas pasiones, entregas y sombreros, me convoca preguntar: ¿Cuáles han sido o son las características o, digamos, los sombreros, que se han puesto ese cúmulo de personas, incluyéndola, que han posibilitado nuestra reunión de hoy y la otorgación de este premio?

Comienzo con una intervención de Michel Foucault en Le Monde[1], en la que aborda el quehacer intelectual pero en la que destaca un asunto que yo diría que nos compete a todos y todas en tanto ciudadanos y en particular a los y las abogadas y juristas. Explicaba Foucault que para él, ser intelectual es ser anti-estratégico (acaso estratégicos eran los políticos políticos profesionales –los de cualquier línea ideológica- aquellos que por un fin particular asumían una conducta calculadora). Ser intelectual, en todo caso se trataba de una conducta no previsible como estratégica, de otra cosa, de:
Ser respetuoso cuando una singularidad se subleva, intransigente cuando el poder infringe lo universal. Elección simple, labor penosa: porque hay, a la vez, que acechar un poco por debajo de la historia, lo que la rompe y la agita, y velar un poco por detrás de la política sobre lo que debe incondicionalmente limitarle”.
El respeto de la singularidad que se subleva; el deber de la intransigencia cuando el poder infringe lo universal; los límites incondicionales de la política.[2] Creo que entre todos sus quehaceres, una podría ubicar a Nilita Vientós Gastón en esa línea anti-estratégica. Respetuosa de la resistencia y la lucha por la singularidad (reclamaba la singularidad para sí misma como sabemos incluso en sus atuendos), pero intransigente con el poder que infringe aquello universal (contra aquello que soslaya la democracia, el voto, el derecho a la lengua, la justicia social).

Además, se trataba de una artista de nuevos imaginarios, de una incomodadora por excelencia. Ya sabemos algo de sus andanzas. Pero el asunto es que esa no solo era Nilita. Conozco a muchas y muchos con esas características aunque no necesariamente con las oportunidades para emular la vasta cantidad de quehaceres que ella nos legó y que muy agradecidamente celebramos hoy. Estuve pensando en aquellos y aquellas a quienes en todo caso tendría que agradecer hoy y me doy cuenta que compartimos con ella esos dos renglones de lo anti-estratégico: el respeto por lo que se subleva, la intransigencia contra cierto ejercicio del poder. Pienso en mi mamá, por ejemplo, que está aquí hoy  y veo en ella a una Nilita, distinta, cierto, pero con las mismas capacidades en todos los renglones de su vida. Y así, veo y pienso que he sido afortunada en darme con gente molestosa, inconforme, capaz de irrumpir valientemente en una sala de autoridad y denunciar, con la bondad de compartir lo propio. Se trataría entonces de ampliar esa red, de posibilitar más esas andanzas, de generar el apoyo necesario para las nilitas, para las bibliófilas, las melómanas, las abogadas y los abogados intelectuales públicos, las obsesas y obsesos  en compartir la literatura y los saberes.

Y es que todo eso, sobre todo ser intransigente con el poder cuando se requiere serlo, incomodar, siempre es un riesgo y habría que decirlo, en muchas ocasiones es un privilegio. Se requiere pues de una infraestructura humana -que trasciende la persona y se instala en la comunidad- la política, la institucional, la familiar también. Para esa intransigencia se necesitan ejemplos y apoyo incondicional: por ejemplo, un padre y una madre como los míos, Francisco y María Isabel, duchos en el arte de retar el status quo, siempre escépticos con la autoridad, veteranos en la valentía de cruzar las fronteras de lo permitido e incluso de lo legal (y como ellos tantos otros y otras); se necesita familia y amigos y amigas que sirven de apoyo y, sobre todo, se necesitan instituciones desde las cuales pueda ejercerse el riesgo de la libertad y que prioricen su importancia.
Nilita, por ejemplo, tenía una gran biblioteca que ubicaba en su hogar pero que convirtió en un lugar público para tertulias, pensares, compartires y su quehacer también estaba respaldado por instituciones, las que ella formó pero también las que la formaron: las universidades, un Ateneo, una comunidad académica vibrante desde la cual intercambiar y compartir sus ideas, en otras palabras, los recursos necesarios para publicar y generar saberes y conocimiento. Por eso, de todo lo que hoy me apetece destacar sobre este Premio y sobre Nilita Vientós Gastón, destacaría en su quehacer la importancia de las instituciones, las que fundó y las que la formaron.

Las instituciones importan y no solo por la pertenencia y membresía a éstas sino porque ese quehacer como el de Nilita que fortalece y le da rigor al espacio desde el cual pensar otros mundos y fortalecer la democracia y el intelecto, se cimienta y adquiere materialidad en el diseño de estas. Aprovecho hoy, pues, para destacar dos instituciones que han sido vitales para mí y que han estado recientemente en riesgo; instituciones que incluso hay quienes hoy día cuestionan su pertinencia y su propósito: la Universidad de Puerto Rico y el Colegio de Abogados y Abogadas. ¡Qué dos lugares para afianzar el respeto por la sublevación de lo singular y mantener la intransigencia cuando el poder infringe lo universal!. Y sin embargo, muchas veces se minimiza su importancia, se instrumentaliza o banaliza la acción y el quehacer que desde allí surge. Y no se trata de instituciones fáciles, por supuesto que no, más bien todo lo contrario, es precisamente desde su complejidad, desde la pluralidad que las constituye, que éstas adquieren mayor significado. Pensar el derecho, por ejemplo, pensar en otros mundos, no se da en el vacío, surge de las oportunidades, de la comunidad que se crea, del diseño de quehaceres que se fomenta y la materialidad que se privilegia desde instituciones como estas. Por eso, nos urge su fortalecimiento. En su desemantelamiento y en su debacle se nos van pedacitos de vida, pedacitos de Nilita, posibilidades de libertad, visualizaciones de futuros.

De ahí mi agradecimiento esta noche a quienes me preceden, a quienes hoy constituyen y han mantenido estas instituciones. Por supuesto, va mi agradecimiento a mi familia, a mis amigas y amigos; a la Escuela de Derecho y a su Decana Vivian Neptune, y sobre todo, a la Universidad de Puerto Rico, institución que a pesar de los embates se mantiene firme como uno de los pocos bastiones para el ejercicio de esa libertad tan necesaria de pensar imaginarios, cuestionar los existentes y proponer nuevos. La Universidad es ese lugar en el cual surgen quehaceres como el de Nilita, un lugar para pensar lo posible como una vez nos convocara el muy querido y también reconocido Efrén Rivera Ramos; y, por supuesto, gracias al Colegio de Abogados y Abogadas y a sus comisiones, como la Comisión de la Mujer.

Gracias a Mariana Iriarte, Verónica Rivera Torres, a todas las miembras y miembros de la Comisión, por su reiterada inconformidad, a la Presidenta, la licenciada Ana Irma Rivera Lassén. A mis colegas y amigos que son parte de esa comunidad que le da contexto a las posibilidades de un quehacer como el de Nilita: Efrén Rivera Ramos, Ana Matanzo Vicens, Michel Godreau, Mariluz Jiménez, Chloé Georas, Hiram Meléndez Juarbe. A mis estudiantes y exalumnos, un agradecimiento especial por su entusiasmo y constante inspiración.

Recibo la Medalla Nilita Vientós Gastón como un acto de continuidad con esa rebeldía de la inconformidad y con ese compromiso con la incomodidad que, entre otras cosas, destacaron a esta gran mujer. Convoco, si me permiten, además, a establecernos como meta la defensa de las posibilidades que nos dan instituciones como la Universidad de Puerto Rico y el Colegio de Abogados y Abogadas para ejercer la libertad, denunciar injusticias, pensar lo impensado, diseñar y compartir irrupciones. En otras palabras, en el recibimiento de esta Medalla, las y los invito a que vistamos sombreros que trastoquen la normalidad y que no dejen pasar desapercibidas las injusticias, a asumir atuendos atrevidos que nos permitan pensar a sus anchas lo jurídico, lo político, lo común, la humanidad.





* Hago un paréntesis para agradecer a la colega y amiga Ana Matanzo quien en el 2007-2008, justo cuando estaba haciendo una investigación sobre la reforma agraria en Puerto Rico y la implantación de la Ley de los 500 Acres, en un almuerzo trajo a mi atención que Nilita tuvo a su cargo la implantación de esta ley y los casos contra corporaciones azucareras que incumplían. Desde entonces la figura de Nilita me provocó aún más curiosidad y de ahí fui directo a mi blog en ese momento para escribir sobre Nilita. Desde entonces sigo sus pasos y más recientemente, a través de la Revista 80grados y el dossier que han publicado en su conmemoración, he leído varias de sus columnas y artículos que me parecen particularmente pertinente hoy por la valentía en señalar temas importantes como la importancia de la democracia, la libertad de expresión la separación Iglesia-Estado. Les recomiendo busquen el dossier de 80grados y exploren la pertinencia impresionante de la voz de Nilita.
[1] Le Monde nº 10661, 11 de mayo de 1979. Se trata de una cita que lleva semanas cautivándome y en la cual he estado pensando incesantemente, así que la comparto hoy. Gracias a Juan Carlos Quintero Herencia que la compartió en la red social de Facebook.
[2] Pienso en esto e inevitablemente pienso en Gaza, en Palestina, en estos días.