25.8.11

Mi Tecato Favorito de Rima Brusi (Presentación de Mabel Rodríguez Centeno).

Anoche fue la presentación del libro de la doctora antropóloga, profesora de la UPR-Mayaguez, Rima Brusi. El título: Mi Tecato Favorito. En éste Brusi nos hilvana sus miradas sobre escenarios puertorriqueños muchas veces fuera del alcance de nuestro ojo y nos los devela compartiéndo sus análisis y los dilemas que tanto a ella como probablemente a muchos de nosotros y nosotras éstos escenarios y encuentros con nuestros otros, nos pueden significar. Fue una presentación hermosa, en un lugar y con gente muy agradable. Estuvieron a cargo de la presentación la doctora Mabel Rodríguez Centeno, profesora de la UPR-Río Piedras, el periodista Marcos Pérez y el doctor y también antropólogo, maestro de la autora, el doctor Manuel Valdés Pizzini. El libro fue editado por la Editora Educación Emergente.



Tenemos la gran fortuna de poder compartir en nuestro blog el escrito de la doctora Mabel Rodríguez Centeno, en que narra de maneras formidables los temas del libro y en que nos comparte sus lecturas, interpretaciones y selecciones de Mi Tecato Favorito. Gracias a Mabel por permitirnos colgar su texto en el blog. Gracias Rima por escribir y compartir tus miradas y por recordarnos la importancia de observar más allá de nuestros entornos más inmediatos, con ojos curiosos y preguntones-como dice Mabel-, y sobre todo, por mostrarnos lo que es la empatía.

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“Con ojos preguntones y sin dejar de parpadear en nuestro mundo”:
Algo sobre Rima Brusi-Gil de Lamadrid, Mi tecato favorito y otras crónicas de la cotidianidad puertorriqueña. Cabo Rojo: Editora Educación Emergente, 2011.

Mabel Rodríguez Centeno
(buchito.de.cafe@gmail.com)

Para intentar entender (entendernos) y entenderse, Rima Brusi está dispuesta a narrar, a comentar y a opinar sobre la cotidianidad puertorriqueña, valiéndose de una óptica de visitante curiosa que observa su entorno con asombro, sorpresa e indignación.  Si bien esta “publicación tradicional” se origina  en la experiencia con Parpadeando la lectura impresa es nueva, incluso para quienes somos fieles seguidores y seguidoras de sus blogueras ansiedades. Porque Mi tecato favorito… es y no es parpadear, o es parpadear más que nunca porque el impreso nos proporciona cierto sosiego para “acostumbrar la mirada” y porque ayudadas/os por esta serie de  papeles encuadernados, abandonamos la ansiedad que supone aguardar la próxima entrega en su blog. 

Adentrarse en la lectura de Mi tecato… es determinarse a mirar dos veces varios de los capítulos más interesantes del reciente pasado puertorriqueño. Se trata de montarse en “su minivan clase mediera” para detenerse en los semáforos o para atravesar la Isla rumbo a una celebración navideña, siempre con los ojos bien abiertos porque la tarea es compilar álbumes de fotos (fotos) y de esas (otras) fotos que van reuniendo admiraciones e irritaciones. Estas crónicas nos llevan con Brusi a todas partes: al RUM, al Mayagüez Mall, a las botánicas, al médico de su hijo, al cafetín de Chencha, a visitar  al encantador (santero) don Julián y a descubrir (la clandestinidad sustentable en) el huerto de don Tito. Incluso sus páginas te dan la oportunidad de descansar un sábado a la mañana en su casa y acabar compartiendo agua y sonrisas con dos señoras atalayas o de janguear con los amigos imaginarios de Rima. Con las crónicas recuerdas al tío Nobel redescubriendo cosas sobre el casi ganador, lo mismo que te topas con otras consideraciones sobre los casual days de nuestros años escolares. Con sus comentarios y opiniones revives tus rabietas por los desempleados por el Gobe, por el asesinato Jorge Steven y por las continuas e imparables ridiculeces de una clase política que no escatima en insultar y en lastimar al pueblo que pretende gobernar.  Con estas crónicas, asimismo, rememoras varios de los más dolorosos capítulos de lo acontecido a la universidad y a los universitarios.

Sus (“posmodernucos”) análisis sobre asuntos como el trabajo, la vagancia, el consumo y el tiempo, son, en mi opinión, inmejorables. En todos los casos Rima mira atentamente las argucias discursivas con que tan duramente se juzga vagancia en quien no tiene más que mendigar o en quienes se ven obligados a protestar. Ella devela lo absurdo de la arrogancia de quienes los/as descalifican porque lo que deben hacer es trabajar. Sí trabajar, como si de verdad pudieran hacerlo todas y todas los que lo desean, porque ellas y ellos ya siquiera son reserva del mercado laboral, hoy día directamente son poblaciones que “sobran”. (p. 110) 

Con Brusi somos consientes de las implicaciones de la nueva pobreza, de esos pobres que son pobres porque no cuentan con estándares consumistas “adecuados” y que son catalogados y catalogadas como crápulas o garrapatitas a los/as “hay que recordarles que such is life” (p. 87)  Y es que Rima Brusi sabe que aquí la pobreza sí existe, que somos (cuando menos) dos países y que “[l]os pobres no tienen al país en bancarrota […] [e]s al revés: los pobres son la evidencia de la bancarrota del país”. (p. 110) Pero en esta Isla (como en casi todo el Occidente de la modernidad a esta parte) ni siquiera el tiempo tiene el mismo valor para todos/as. Y no me refiero al valor monetario del tiempo-trabajo (en función de horas trabajadas), es algo más, porque en el libro de Rima el tiempo puede ser tiempo de condena (como en la crónica Vivian) o puede ser tiempo de espera para almorzar, para recibir atención médica o en el hold telefónico, puesto que el “valor promedio del tiempo de un/a ciudadano/a parece ser un buen indicador de su clase social” (p. 115). Quién sabe  si debemos revaluar seriamente la alternativa de “matar el tiempo” en lugar de maximizarlo, cuando menos el tiempo fabril que parece dirigir nuestras vidas incluso en lo más humano.

Estamos ante un libro importante por sus reflexiones políticas, materiales y (más que nada) humanas contenidas en él. La agudeza de sus críticas a quienes (con tanto desacierto) nos gobiernan y que nos sugieren el consumismo desmedido como único consuelo lúdico, son suficientes para recomendarlo como lectura ineludible (antes de y ante los comicios electoreros del 2012).

Sin embargo, lo que hace de estas crónicas una experiencia poco común es su contenido humano. Rima Brusi no se acerca al “mundo, su gente y sus objetos” con un talante tolerante, porque la autora no está interesada en demandas políticas y morales que acaben enjuiciando la vida ajena como peligrosa y distante (como los caracteriza Aurelio Arteta, en su ensayo “La tolerancia como barbarie”). No. Rima se implica, Rima forma parte, Rima no es objetiva y lejana, Rima es cercana.  Ella es de esas universitarias que a diario agradece “a la estructura y al azar trabajar aquí, en la Universidad. Aun cuando pele[a], aun cuando [se] enoj[a], aun cuando la Uni [le] muestra su lado más oscuro, prefier[e] este lugar a cualquier otro.” (p. 123).  Ella es de esas antropólogas culturales que haciendo trabajo de campo acaba ayudando al tembloroso santero a matar cuatro pollos cuando “[n]o se suponía que tuviera que ayudar” (pp. 20-25)  y que siempre está lo suficientemente atenta como para descubrir que los ojos de doña Chencha acabaron llenitos de lágrimas al recibir de Pipo, uno de sus primeros masajes (p. 180) Pero sobre todo, sabemos de su calidad humana porque  Rima Brusi es una mujer que se da cuenta de que su Tecato favorito tiene un cuerpo pequeño y una sonrisa grande (cuando decide compartirla con el mundo), y eso es, estoy segura, porque lo mira a los ojos como nos miramos cuando nos reconocemos como seres humanos. 

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