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18.6.15

Nuevo libro: Pensadoras del Siglo XX

Relativamente de nueva publicación, llega a mis manos Pensadoras del Siglo XX, Una Filosofía de Esperanza para el Siglo XXI, de Iván López Casanova (RIALP, 2013). En este se compilan ensayos sobre el pensamiento de cinco filósofas del Siglo XX que enfrentaron los vacíos y desasosiegos de ese siglo. El autor rescata su pensamiento con el objetivo de mirarnos de cara al siglo actual, pero no solo para comprender el pasado, sino para imaginar -sin vergüenza ni temor- nuevos entendidos ético-políticos, a los que parece que nuestra época ha renunciado. Se propone, en sus propias palabras, dar cuenta de "una época posmoderna no escéptica".


Las cinco pensadoras son Simone Weil, María Zambrano, Edith Stein, Hannah Arendt y Elisabeth Kubler-Ross. López Casanova detalla lo siguiente en su prólogo:

"La tesis que va a recorrer todas estas páginas se puede resumir en que la Modernidad --es decir la cultura base dominante desde el siglo XVII--, junto con sus logros innegables, encerró al [ser humano]en su subjetividad, dejándole solo y confuso en sus decisiones morales. Esto le llevó a la pérdida de referencias éticas con las que orientar su conducta y, en consecuencia, las sociedades nacidas de la Modernidad llegaron a la gran crisis de la cultura referida, en la que creció masivamente el escepticismo y con él, un paralizante relativismo moral. Pero a la vez, y durante el siglo XX, empiezan a surgir pensamientos que se abren como faros de luz --entre ellos, los de las filósofas comentadas en este estudio--que nos permiten asentar algunos puntos fundamentales para construir una época posmoderna no escéptica muy fecunda. Esta tarea necesita comprensión del pasado y reflexión sobre el futuro, y constituye la razón de este libro." (páginas 21-22).

25.5.15

Sobre la abolición de los partidos (Simone Weil)

Va un fragmento de la versión traducida al español del ensayo de Simone Weil, On the Abolition of All Political Parties (1957). La versión en inglés que tengo fue traducida por Simon Leys y le acompaña un ensayo de Czeslaw Milosz: "The importance of Simone Weil" (NYRB, 2013). Las páginas que cito en español corresponden a las páginas 16-23 de la versión de la NYRB.

"Desde el momento en que el crecimiento del partido constituye un criterio del bien, se sigue inevitablemente la existencia de una presión colectiva del partido sobre el pensamiento de los hombres. Esa presión se ejerce de hecho. Se muestra públicamente. Se confiesa, se proclama. Nos horrorizaría, de no ser porque la costumbre nos ha endurecido.

Los partidos son organismos públicos, oficialmente constituidos de manera que matan en las almas el sentido de la verdad y de la justicia.

Se ejerce la presión colectiva sobre el gran público mediante la propaganda. La finalidad confesada de la propaganda es persuadir y no comunicar luz. Hitler vio perfectamente que la propaganda es siempre un intento de someter a los espíritus. Todos los partidos hacen propaganda. El que no la hiciera desaparecería por el hecho de que los demás sí la hacen. Todos confiesan que hacen propaganda. Nadie es tan audaz en la mentira como para afirmar que se propone la educación del público, que forma el juicio del pueblo.

Los partidos hablan, cierto es, de educación de los que se les han acercado, simpatizantes, jóvenes, nuevos adherentes. Esa palabra es una mentira. Se trata de un adiestramiento para preparar la influencia mucho más severa que el partido ejerce sobre el pensamiento de sus miembros.

Supongamos que un miembro de un partido —diputado, candidato a diputado, o simplemente militante— adquiera en público el siguiente compromiso: «Cada vez que examine cualquier problema político o social, me comprometo a olvidar absolutamente el hecho de que soy miembro de tal grupo y a preocuparme exclusivamente de discernir el bien público y la justicia.» Ese lenguaje sería muy mal acogido. Los suyos, e incluso muchos otros, lo acusarían de traición. Los menos hostiles dirían: «Entonces, ¿para qué se ha afiliado a un partido?», confesando de esta manera ingenua que, cuando se entra en un partido, se renuncia a buscar únicamente el bien público y la justicia. Ese hombre sería excluido de su partido, o por lo menos perdería la investidura; seguramente no sería elegido.

...

Es imposible examinar los problemas increíblemente complejos de la vida pública estando atento a la vez, por un lado, a discernir la verdad, la justicia, el bien público, y por otro, a conservar la actitud que conviene a un miembro de tal grupo. La facultad humana de la atención no es capaz simultáneamente de las dos preocupaciones. De hecho todos se quedan con una y abandonan la otra.

...
Si un hombre hace cálculos numéricos muy complejos, sabiendo que se le azotará cada vez que obtenga como resultado un número par, su situación es muy difícil. Algo de dentro de la parte carnal del alma le empujará a dar una ayudita a los cálculos para obtener siempre un número impar. Queriendo reaccionar, se arriesgará a encontrar un número par incluso donde no hace falta. Presa de esta oscilación, su atención ya no está intacta. Si los cálculos son tan complejos que exigen por su parte la plenitud de la atención, es inevitable que se equivoque muy a menudo. De nada servirá que sea muy inteligente, muy valiente, muy celoso de la verdad.

¿Qué debe hacer? Es muy simple. Si puede escapar de las manos de esa gente, que le amenaza con el látigo, debe escapar. Si hubiera podido evitar caer en sus manos, debería haberlo evitado.

Eso mismo sucede con los partidos políticos.

Cuando hay partidos en un país, más tarde o más temprano el resultado es un estado de hecho tal que es imposible intervenir eficazmente en los asuntos públicos sin entrar en un partido y jugar el Juego. Cualquiera que se interese por lo público desea interesarse eficazmente. Por lo que quienes se inclinan por la preocupación hacia el bien público, o renuncian a pensar en ello y se orientan hacia otra cosa, o pasan por el aro de los partidos. En este caso también eso les causa preocupaciones que excluyen la del bien público.

Los partidos son un maravilloso mecanismo en virtud del cual, a lo largo de todo un país, ni un solo espíritu presta su atención al esfuerzo de discernir, en los asuntos públicos, el bien, la justicia, la verdad. El resultado es que —a excepción de un pequeño número de circunstancias fortuitas— solo se deciden y se ejecutan medidas contrarias al bien público, a la justicia, a la verdad. Si se le confiara al diablo la organización de la vida pública, no podría imaginar nada más ingenioso."...

21.6.14

"Un pensamiento del nosotros" (Sartre a Beauvoir) (en su natalicio)

"Precisaba que la forma novedosa de su futuro libro Pouvoir et Liberté no se debía solo a sus achaques, sino que deseaba profundamente que en ella se manifestara un nosotros. Este libro era para él  "la moral y la política que querría haber terminado al final de mi vida". Vacilaba ante la perspectiva de que se trataría de un pensamiento común, cuando seguía creyendo que sólo se podía pensar solo. Pero esperaba llegar a un pensamiento del nosotros:

         Sería necesario un pensamiento que fuera verdaderamente concebido por ti y por mí al mismo tiempo, en la acción del pensamiento, con las modificaciones en cada uno que provoca el pensamiento del otro, y sería necesario llegar a un pensamiento nuestro, es decir en el que tú te reconocieras pero, al mismo tiempo me reconocieras, y yo me reconociera reconociéndote...

       Mi situación es, sin embargo, curiosa: en líneas generales yo he terminado mi carrera literaria. El libro que hacemos actualmente es un libro allende de las cosas escritas. No es del todo un ser viviente, un viviente de más edad el que habla contigo; me encuentro un poco liberado de mis obras... Contigo quiero...hacer una obra que esté más allá de mi propia obra.

     De hecho, no estoy muerto, como, bebo, pero lo estoy en cuanto a mi obra ya terminada....mis relaciones con todo lo que he escrito hasta ahora ya no son las mismas; yo trabajo contigo, tú tienes unas ideas que no son las mías y que me harán ir en ciertas direcciones que yo no tomaría. Por consiguiente, estoy haciendo algo nuevo; lo hago como una última obra y, al mismo tiempo, como una obra aparte, que no pertenece al conjunto, aunque, naturalmente, tenga con él algunos rasgos comunes: por ejemplo el concepto de libertad." 

Simone de Beauvoir, La Ceremonia del Adiós, pp. 200-202 (quinteto, 2008).

20.2.14

'Post-Capitalismo: Simone Weil, verdad o nada'

Continúo maravillada con la figura y el pensamiento de la filósofa Simone Weil. Hace exactamente un año visité su tumba en Kent, Inglaterra, y recorrí un poco sus pasos, filosóficos y materiales. Por esos lares al menos los taxistas conocían quien era. Hay mucho que leer de esta Simone que comprometida con la justicia dedicó su vida y pensamiento al tema.

Dejo el documental 'Post-Capitalismo: Simone Weil, verdad o nada'. (Gracias a Libros Colgados por compartirlo).




30.11.13

Ver

"En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Fray Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer en el pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemon Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico, yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplican sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osatura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi oscura sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.

Sentí infinita veneración, infinita lástima."

Fragmento: El Aleph, JLB.

Porque este fragmento hay que leerlo una y mil veces, siempre. Y no perder la costumbre de ver.


22.5.13

"Every separation is a link" (Simone Weil)

The world is the closed door. It is a barrier. And at the same time it is the way through.
Two prisoners whose cells adjoin communicate with each other by knocking on the wall. The wall is the thing which separates them but it is also their means of communication. … Every separation is a link."
Simone Weil in Gravity and GraceSong: “Concrete Walls” by Fever Ray

2.12.12

Carta de Agamben a Arendt


"I am a young writer and essayist for whom discovering your books last year has represented a decisive experience. May I express here my gratitude to you, and that of those who, along with me, in the gap between past and future, feel all the urgency of working in the direction you pointed out."

-Fragmento de una carta de Giorgio Agamben a Hannah Arendt en 1970, cuando el primero tenía 26 años. Tomado de Vivian Liska, "A Lawless Legacy: Hannah Arendt and Giorgio Agamben", en M. Goldoni and C. McCorkindale, Hannah Arendt and the Law (2012) p. 80.

24.8.12

Do I imagine myself to be influential? No. I want to understand (Hannah Arendt)





“You ask about the effect of my work on others. If I may wax ironical, that is a masculine question. Men always want to be terribly influential, but I see that as somewhat external. Do I imagine myself to be influential? No. I want to understand. And if others understand –in the same sense that I have understood—that gives me a sense of satisfaction, like feeling at home”

Hannah Arendt, Essays in Understanding (1994), p. 3.

4.4.12

Libertad, Consentimiento y Justicia (Simone Weil)

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En ocasión de la discusión sobre la "libertad" de los ciudadanos de no comer brócoli, lo que para algunos es equivalente a la misma "libertad" de no contar con seguro médico, reproduzco algunos pensamientos de la filósofa Simone Weil, sobre lo que es libertad, lo que significa consentimiento y su lugar en la concepción de justicia.

 ***
 
“Es justo no robar artículos de los escaparates. Es caritativo dar limosna. Pero el tendero puede llevarme a la cárcel. El mendigo, aún cuando su vida dependa de mi ayuda, si se la niego no me denunciará a la policía.

Muchas controversias entre la derecha y la izquierda se reducen a la oposición entre la preferencia entre el capricho individual y la preferencia por la coacción social; o, más exactamente quizá, entre el horror de la coacción social y el horror del capricho individual. Ni la caridad ni la justicia tienen nada que ver con esto.

La justicia tiene como objeto, el ejercicio terreno de la capacidad de consentimiento. Preservarla religiosamente en todos los lugares donde existe, tratar de crear las condiciones donde esté ausente: eso es amar la justicia.

La palabra “justicia”, única y tan hermosa, encierra toda la significación de las tres palabras del lema francés. La libertad es la posibilidad real de conceder un consentimiento. Los hombres no tienen necesidad de igualdad más que en relación con ella. El espíritu de fraternidad consiste en desearla para todos.

La posibilidad de consentimiento es ofrecida por una vida que contiene motivos para el consentimiento. La indigencia, las privaciones del alma y del cuerpo impiden que el consentimiento pueda operar en el secreto del corazón.

Simone Weil, “¿Estamos luchando por la justicia?” , en Escritos Esenciales ed. Eric Springsted, páginas 155-156.

19.7.11

The Sacrament of Language (Giorgio Agamben).

No hay forma de destacar con justicia, mediante la selección de citas, el contenido de uno de los libros de Giorgio Agamben que me ha acompañado este mes. En este librito que parecería ‘inofensivo’, Agamben me ha (re)volcado el pensar y me ha hecho detenerme más de una vez sobre su cronología y su argumentación que, genialmente hilvanadas, me han puesto a anotar mil preguntas sobre sus implicaciones. Se trata de The Sacrament of Language (2010, Polity). Me parece una lectura imprescindible en estos tiempos, particularmente sobre los temas de lo Politico, la Ética, el Lenguaje, el Derecho y la Religión. Si tuviera que seleccionar de mi selecta selección de citas, escojo lo siguiente a los fines de compartir en este post corto su controversial planteo:
 ***
Every naming is, in fact, double: it is a blessing or a curse. A blessing, if the Word is full, if there is a correspondence between signifier and the signified, between words and things; a curse if the Word is empty, if there remains, between semiotic and the semantic, a void and a gap. Oath and perjury, bene-diction and male-diction correspond to this double possibility inscribed in the logos, in the experience by means of which the living being has been constituted as a speaking being. Religion and law technicalize this anthropogenic experience of the Word in the oath and the curse as historical institutions, separating and opposing point by point truth and lie, true name and false name, efficacious formula and incorrect formula. That which was “badly said” became in this way a curse in the technical sense, and fidelity to the Word became an obsessive and scrupulous concern with appropriate formulas and ceremonies, that is, religious and ius. The performative experience of the Word is constituted and isolated in a “sacrament of language” and this latter in a “sacrament of power”. The “force of law” that supports human societies, the idea of linguistic enunciations that stably obligate living beings, that can be observed and transgressed, derive from this attempt to nail down the originary performative force of the anthropogenic experience, and are, in this sense, an epiphenomenon of the oath and of the malediction that accompanied.

When the ethical –and not simply cognitive—connection that unites words, things and human actions is broken, this in fact promotes a spectacular and unprecedented proliferation of vain words on the one hand and, on the other, of legislative apparatuses that seek obstinately to legislate every aspect of that life on which they seem no longer to have any hold. The age of the eclipse of the oath is also the age of blasphemy, in which the name of God breaks away from its living connection with language and can only be uttered “in vain”.

It is perhaps time to call into question the prestige that language has enjoyed and continues to enjoy in our culture, as a tool of incomparable potency, efficacy, and beauty. An yet, considered in itself, it is no more beautiful than birdsong, no more efficacious than the signal insects exchange, no more powerful than the roar with which the lion asserts its dominion. The decisive element that confers on human language its peculiar virtue is not in the tool itself but in the place it leaves to the speaker, in the fact that it prepares within itself a hollowed-out form that the speaker must always assume in order to speak –that is to say, in the ethical relation that is established between the speaker and his language. The human being is that living being that, in order to speak, must say “I”, must “take the word”, assume it and make it his own.

Philosophy is, in this sense, constitutively a critique of the oath: that is, it puts in question the sacramental bond that links the human being to language, without for that reason simply speaking haphazardly, falling into the vanity of speech. In a moment when all the European languages seem condemned to swear in vain and when politics can only assume the form of an oikonomia, that is of a governance of empty speech over bare life, it is once more from philosophy that there can come, in sober awareness of the extreme situation  at which the living human being that has language has arrived in its history, the indication of a line of resistance and of change. 

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