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21.5.15

Nuevo libro y Presentación: Escrituras en Contrapunto (Editorial UPR)


La Editorial de la Universidad de Puerto Rico anuncia su más reciente publicación, un libro de ensayos críticos sobre la literatura puertorriqueña, editado por Marta Aponte Alsina, Juan G. Gelpí y Malena Rodríguez Castro. El libro contiene ensayos y miradas muy diversas de los siguientes escritores puertorriqueños:

Rafael Bernabe
Carmen Centeno Añeses
Ivette López Jiménez
Áurea María Sotomayor Miletti
Yolanda Martínez San Miguel
Eduardo Forastieri Braschi
Marta Aponte Alsina 
Zaira Rivera Casellas
Efraín Barradas
Rubén Ríos Ávila
Gabriela Tineo
Francisco Javier Avilés
Malena Rodríguez Castro
Juan Duchesne Winter
Luis Felipe Díaz
Elidio La Torre Lagares
Catherine Marsh Kennerley
Juan G. Gelpí 
Urayoán Noel
Juan Carlos Quintero-Herencia
Juan Otero Garabís
Francisco José Ramos
Miguel Ángel Náter
Richard Rosa
Fernando Feliú Matilla
María Teresa Vera Rojas

Elsa Noya

Vislumbramos que será un libro de referencia obligada para la literatura puertorriqueña. Comparto la reseña del libro de los editores.

Quien busque un registro exhaustivo de autores no lo encontrará aquí. Hallará un retrato heterogéneo de la crítica, un escaparate abarcador de cómo se hace crítica de la literatura puertorriqueña. Encontrará propuestas de lectura. Encontrará, de igual modo, lecturas que podrán tener ecos y ramificaciones en la incesante labor de la crítica. La institución de una literatura se completa en sus lectores. La existencia de estos ensayos, que por supuesto, no pretenden fijar interpretaciones "correctas", se sitúa de manera tal que denota, sin cerrar cotos excluyentes, la singularidad de la literatura puertorriqueña. Nos une la noción de debate en toda su riqueza semántica.
...El volumen toca algunas salientes de un proceso literario, desde los primeros libros impresos en Puerto Rico en el siglo XIX hasta la literatura más cercana en el tiempo. ...Su naturaleza dialógica y diversa en lo que a autoría se refiere, apunta a una multiplicidad de intérpretes y lecturas que destacan la complejidad de la trayectoria de nuestras letras y operan a partir de ese carácter complejo. Contra la fijeza y linealidad de la escritura entendida como cosa acabada, preterida, oponemos la fugacidad y simultaneidad de la música, su vibrante actualidad y mutabilidad, su capacidad polifónica.

                                                                      Los editores 

A partir del 29 de mayo, el libro estará disponible en La Tiendita de La Editorial y en las librerías puertorriqueñas. Además, en ocasión de que este año Puerto Rico será la sede del encuentro de LASA (Latinamerican Studies Association), la presentación del libro será allí el viernes 29 de mayo a las 9:45am. 

Dejo la invitación a la presentación. (Pulse para detalles).


Historias de Padres e Hijos (Guillermo Rebollo-Gil)

Ricardo Alcaraz-Diálogo Digital
(Publicado originalmente en Diálogo Digital)
Historias de Padres e Hijos-Guillermo Rebollo-Gil

Para las y los amigos

“Tuve que esperar a caer preso para que mi papá me dijera te amo”. El relato continúa años antes en la sala de la casa, con la visita de los reclutadores del equipo de baloncesto de una universidad americana. Según la historia, el papá le cuestionó a los visitantes la confianza que tenían en el talento y la dedicación de su hijo. Luego hay un salto a un escenario de guerra en el otro lado del mundo. El hijo llama a su papá para contarle que mató a un burro.

La historia no es mía. Me la hizo un joven escritor en prisión. Recientemente obtuvo el tercer lugar en un certamen literario de la Universidad de Puerto Rico. Se ganó 75 pesos. Los gastó en mantequilla de maní y Nutella en la comisaría. Su viejo le dijo que “quizás ahora te puedes ganar la vida como escritor”.

Como escritor, pasa 22 horas del día en una celda. Como él, hay 16 hombres más, vestidos de azul, que nos reciben en el salón. Son las nueve de la mañana de un viernes. Mi amigo Eddie y yo nos identificamos en el portón de entrada como escritores visitantes. Luego esperamos una hora junto a dos amigas y otro amigo, que semanalmente ofrecen un curso de español en la cárcel. Cada uno de los 16 hombres nos extendió la mano, nos miró a los ojos y nos dijo “buenos días, bienvenido”, como si cada uno hubiera pasado las 22 horas previas encerrado a solas en una celda y aun así, confiara en su capacidad de sonreír, ofrecer amor a un desconocido y recibir amor de vuelta.

Todas las historias de los presos parecerían comenzar con un padre que huyó, o que los golpeó a ellos o a su mamá, o que murió violentamente. Algunas continúan desarrollándose a lo largo de años largos en instituciones de máxima seguridad, con padres que acuden fielmente los días de visita y finalmente se atreven a decirle a sus hijos que los aman.

Mi amigo Eddie y yo los visitamos para hablarles acerca de cómo escribir estas historias. Eso hacen los escritores cuando los invitan a dar charlas en lugares varios. Yo le dije que esa era una excelente oración introductoria: “Tuve que esperar a caer preso para que mi papá me dijera te amo”. Fue, sin duda, una cosa pendejísima para decir. Pero el sonido de la cadena rosando el piso cada vez que alguno se paraba y caminaba hacia el baño con el guardia siguiéndole los pasos, no me dejaba pensar. ¿O acaso fue la bienvenida?

Los presos de máxima, con condenas de 166 años, con hijos y hermanitos afuera, que nacieron cuando ellos ya estaban adentro, son los custodios de nuestros saludos; de esa dura e hiperbólica bondad humana que persiste a fuerza de 22 horas a solas, luego de más de la mitad de una vida tras las rejas, con la esperanza de aun habiéndolo perdido todo, jamás dejar perder la oportunidad de recibir a alguien, quién quiera que sea, con amor y contarle su historia. Yo no sabría cómo escribir acerca de ese saludo. Pero siento que es preciso aprender. A escribir así. A saludar así.

Lo que no funcione como literatura en prisión no vale la pena escribirse. Esa también es una buena línea introductoria. Solo que no deben haber prisiones. Al menos no para esos 16 hombres, con condenas de cien y doscientos años —los tipos más peligrosos del país— que tuvieron que esperar a caer presos para que sus papás les dijeran te amo. Suficiente, entonces. Ya basta. Que los saquen. Acá afuera hacen falta escritores, amigos.

6.8.14

Documental: Las Huellas de Nilita

Las Huellas de Nilita from 80grados on Vimeo.
Las Huellas de Nilita from 80grados on Vimeo.


Gracias a la Revista 80grados por el enlace a este documental y al dossier de ensayos de Nilita Vientós Gastón compilado por Sonya Canetti.

"El relato de vida y la valoración de las aportaciones de la biografiada en los ámbitos legal, periodístico, editorial y cultural, se arma con las piezas de documentos, fotografías y representaciones de Nilita hechas por artistas como Francisco Rodón, Vela Zanetti, Lorenzo Homar o Martorell; con el sonido de la música escuchada por la melómana que ella era; con los testimonios de amistades, de colaboradores y de investigadores sobre su trabajo. También por la voz de la propia Nilita, recuperada de entrevistas previas, principalmente por una realizada por sus amigos Rosa Luisa Márquez, Antonio Martorell y Graciela Rodríguez Martinó."


DIRECTOR: Juan Carlos García
/ por Sonya Canetti (Ver además: 80grados.net/nilita-imagen-genio-y-figura/)

28.4.14

Marta Aponte Alsina: Cátedra Nilita Vientós Gastón (Programa de Estudios de Mujer y Género)

La Cátedra Nilita Vientós Gastón del Programa de Estudios de Mujer y Género 
elige cada primavera honrar el legado de Vientós Gáston, confiriendo la cátedra que lleva su nombre, y la invitación a ofrecer una conferencia, a una investigadora o investigador, creador o creadora de las diversas disciplinas cuya obra se haya distinguido por su excelencia y por su relevancia para los estudios de género. 

Este año se le a conferido a la novelista, cuentista y ensayista Marta Aponte Alsina(1945). 

Aponte Alsina ofrecerá una conferencia titulada "Madre del fuego: la identidad caribeña de William Carlos Williams", en que trata sobre la figura de la madre de ese escritor norteamericano. 

La conferencia será el martes, 29 de abril de 2014 a las 2:30 p.m. en el Anfiteatro 4 del Edificio DMN de la Facultad de Estudios Generales.

18.4.14

Regarding Susan Sontag (documental)

La célebre escritora, ensayista y evocadora de debates culturales y políticos; entre otros, sobre el privilegio y el sufrimiento del otro: Susan Sontag. Imperdible el documental 'Regarding Susan Sontag'. Dejo un fragmento de su Regarding the Pain of Others y el corto del documental.

“So far as we feel sympathy, we feel we are not accomplices to what caused the suffering. Our sympathy proclaims our innocence as well as our impotence. To that extent, it can be (for all our good intentions) an impertinent- if not inappropriate- response. To set aside the sympathy we extend to others beset by war and murderous politics for a reflection on how our privileges are located on the same map as their suffering, and may- in ways we might prefer not to imagine- be linked to their suffering, as the wealth as some may imply the destitution of others, is a task for which the painful, stirring images supply only an initial spark.” 


La Soledad de América Latina (Gabriel García Márquez- Discurso de Aceptación del Nobel)


Antonio Pigafetta, un navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo, escribió a su paso por nuestra América meridional una crónica rigurosa que sin embargo parece una aventura de la imaginación. Contó que había visto cerdos con el ombligo en el lomo, y unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara. Contó que había visto un engendro animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y relincho de caballo. Contó que al primer nativo que encontraron en la Patagonia le pusieron enfrente un espejo, y que aquel gigante enardecido perdió el uso de la razón por el pavor de su propia imagen.

Este libro breve y fascinante, en el cual ya se vislumbran los gérmenes de nuestras novelas de hoy, no es ni mucho menos el testimonio más asombroso de nuestra realidad de aquellos tiempos. Los cronistas de Indias nos legaron otros incontables. Eldorado, nuestro país ilusorio tan codiciado, figuró en mapas numerosos durante largos años, cambiando de lugar y de forma según la fantasía de los cartógrafos. En busca de la fuente de la Eterna Juventud, el mítico Alvar Núñez Cabeza de Vaca exploró durante ocho años el norte de México, en una expedición venática cuyos miembros se comieron unos a otros y sólo llegaron cinco de los 600 que la emprendieron. Uno de los tantos misterios que nunca fueron descifrados, es el de las once mil mulas cargadas con cien libras de oro cada una, que un día salieron del Cuzco para pagar el rescate de Atahualpa y nunca llegaron a su destino. Más tarde, durante la colonia, se vendían en Cartagena de Indias unas gallinas criadas en tierras de aluvión, en cuyas mollejas se encontraban piedrecitas de oro. Este delirio áureo de nuestros fundadores nos persiguió hasta hace poco tiempo. Apenas en el siglo pasado la misión alemana de estudiar la construcción de un ferrocarril interoceánico en el istmo de Panamá, concluyó que el proyecto era viable con la condición de que los rieles no se hicieran de hierro, que era un metal escaso en la región, sino que se hicieran de oro.

La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia. El general Antonio López de Santana, que fue tres veces dictador de México, hizo enterrar con funerales magníficos la pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los Pasteles. El general García Moreno gobernó al Ecuador durante 16 años como un monarca absoluto, y su cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de condecoraciones sentado en la silla presidencial. El general Maximiliano Hernández Martínez, el déspota teósofo de El Salvador que hizo exterminar en una matanza bárbara a 30 mil campesinos, había inventado un péndulo para averiguar si los alimentos estaban envenenados, e hizo cubrir con papel rojo el alumbrado público para combatir una epidemia de escarlatina. El monumento al general Francisco Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una estatua del mariscal Ney comprada en París en un depósito de esculturas usadas.

Hace once años, uno de los poetas insignes de nuestro tiempo, el chileno Pablo Neruda, iluminó este ámbito con su palabra. En las buenas conciencias de Europa, y a veces también en las malas, han irrumpido desde entonces con más ímpetus que nunca las noticias fantasmales de la América Latina, esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda. No hemos tenido un instante de sosiego. Un presidente prometeico atrincherado en su palacio en llamas murió peleando solo contra todo un ejército, y dos desastres aéreos sospechosos y nunca esclarecidos segaron la vida de otro de corazón generoso, y la de un militar demócrata que había restaurado la dignidad de su pueblo. En este lapso ha habido 5 guerras y 17 golpes de estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo. Mientras tanto 20 millones de niños latinoamericanos morían antes de cumplir dos años, que son más de cuantos han nacido en Europa occidental desde 1970. Los desaparecidos por motivos de la represión son casi los 120 mil, que es como si hoy no se supiera dónde están todos los habitantes de la ciudad de Upsala. Numerosas mujeres arrestadas encintas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aún se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer que las cosas siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos países de la América Central, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Si esto fuera en los Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 mil muertes violentas en cuatro años.

De Chile, país de tradiciones hospitalarias, ha huido un millón de personas: el 10 por ciento de su población. El Uruguay, una nación minúscula de dos y medio millones de habitantes que se consideraba como el país más civilizado del continente, ha perdido en el destierro a uno de cada cinco ciudadanos. La guerra civil en El Salvador ha causado desde 1979 casi un refugiado cada 20 minutos. El país que se pudiera hacer con todos los exiliados y emigrados forzosos de América Latina, tendría una población más numerosa que Noruega.

Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de las Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad.

Pues si estas dificultades nos entorpecen a nosotros, que somos de su esencia, no es difícil entender que los talentos racionales de este lado del mundo, extasiados en la contemplación de sus propias culturas, se hayan quedado sin un método válido para interpretarnos. Es comprensible que insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos. La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios. Tal vez la Europa venerable sería más comprensiva si tratara de vernos en su propio pasado. Si recordara que Londres necesitó 300 años para construir su primera muralla y otros 300 para tener un obispo, que Roma se debatió en las tinieblas de incertidumbre durante 20 siglos antes de que un rey etrusco la implantara en la historia, y que aún en el siglo XVI los pacíficos suizos de hoy, que nos deleitan con sus quesos mansos y sus relojes impávidos, ensangrentaron a Europa con soldados de fortuna. Aún en el apogeo del Renacimiento, 12 mil lansquenetes a sueldo de los ejércitos imperiales saquearon y devastaron a Roma, y pasaron a cuchillo a ocho mil de sus habitantes.

No pretendo encarnar las ilusiones de Tonio Kröger, cuyos sueños de unión entre un norte casto y un sur apasionado exaltaba Thomas Mann hace 53 años en este lugar. Pero creo que los europeos de espíritu clarificador, los que luchan también aquí por una patria grande más humana y más justa, podrían ayudarnos mejor si revisaran a fondo su manera de vernos. La solidaridad con nuestros sueños no nos haría sentir menos solos, mientras no se concrete con actos de respaldo legítimo a los pueblos que asuman la ilusión de tener una vida propia en el reparto del mundo.

América Latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental.

No obstante, los progresos de la navegación que han reducido tantas distancias entre nuestras Américas y Europa, parecen haber aumentado en cambio nuestra distancia cultural. ¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes? No: la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil leguas de nuestra casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el infantilismo de los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo. Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad.

Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera: cada año hay 74 millones más de nacimientos que de defunciones, una cantidad de vivos nuevos como para aumentar siete veces cada año la población de Nueva York. La mayoría de ellos nacen en los países con menos recursos, y entre éstos, por supuesto, los de América Latina. En cambio, los países más prósperos han logrado acumular suficiente poder de destrucción como para aniquilar cien veces no sólo a todos los seres humanos que han existido hasta hoy, sino la totalidad de los seres vivos que han pasado por este planeta de infortunios.

Un día como el de hoy, mi maestro William Faulkner dijo en este lugar: «Me niego a admitir el fin del hombre». No me sentiría digno de ocupar este sitio que fue suyo si no tuviera la conciencia plena de que por primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que él se negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una simple posibilidad científica. Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.

Agradezco a la Academia de Letras de Suecia el que me haya distinguido con un premio que me coloca junto a muchos de quienes orientaron y enriquecieron mis años de lector y de cotidiano celebrante de ese delirio sin apelación que es el oficio de escribir. Sus nombres y sus obras se me presentan hoy como sombras tutelares, pero también como el compromiso, a menudo agobiante, que se adquiere con este honor. Un duro honor que en ellos me pareció de simple justicia, pero que en mí entiendo como una más de esas lecciones con las que suele sorprendernos el destino, y que hacen más evidente nuestra condición de juguetes de un azar indescifrable, cuya única y desoladora recompensa, suelen ser, la mayoría de las veces, la incomprensión y el olvido.

Es por ello apenas natural que me interrogara, allá en ese trasfondo secreto en donde solemos trasegar con las verdades más esenciales que conforman nuestra identidad, cuál ha sido el sustento constante de mi obra, qué pudo haber llamado la atención de una manera tan comprometedora a este tribunal de árbitros tan severos. Confieso sin falsas modestias que no me ha sido fácil encontrar la razón, pero quiero creer que ha sido la misma que yo hubiera deseado. Quiero creer, amigos, que este es, una vez más, un homenaje que se rinde a la poesía. A la poesía por cuya virtud el inventario abrumador de las naves que numeró en su Iliada el viejo Homero está visitado por un viento que las empuja a navegar con su presteza intemporal y alucinada. La poesía que sostiene, en el delgado andamiaje de los tercetos del Dante, toda la fábrica densa y colosal de la Edad Media. La poesía que con tan milagrosa totalidad rescata a nuestra América en las Alturas de Machu Pichu de Pablo Neruda el grande, el más grande, y donde destilan su tristeza milenaria nuestros mejores sueños sin salida. La poesía, en fin, esa energía secreta de la vida cotidiana, que cuece los garbanzos en la cocina, y contagia el amor y repite las imágenes en los espejos.

En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte. El premio que acabo de recibir lo entiendo, con toda humildad, como la consoladora revelación de que mi intento no ha sido en vano. Es por eso que invito a todos ustedes a brindar por lo que un gran poeta de nuestras Américas, Luis Cardoza y Aragón, ha definido como la única prueba concreta de la existencia del hombre: la poesía.

Muchas gracias.

(1982).

30.11.13

Ver

"En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Fray Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer en el pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemon Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico, yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplican sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osatura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi oscura sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.

Sentí infinita veneración, infinita lástima."

Fragmento: El Aleph, JLB.

Porque este fragmento hay que leerlo una y mil veces, siempre. Y no perder la costumbre de ver.


3.6.13

An "absent other"

A mi hermana Chloé, mi “absent other” en la distancia.

April 22, 2011

Dear John,

A couple of days ago, I had the starting revelation about the effect our correspondence has had on me. We have been at it for close to three years now, and in that time you have become what I would call an “absent other”, a kind of adult cousin to the imaginary friends little children invent for themselves. I discovered that I often walk around talking to you in my head, wishing you were with me so I could point out the strange-looking person who just walked past me on the sidewalk, remark on the odd scrap of conversation I just overheard, or take you into the little sandwich shop where I often buy my lunch so you could listen to the talk that goes on in there with me. I love that place, a wholly unpretentious nothing of a place, with its heterogeneous clientele of cops and firemen, hospital workers from across the street, mothers with their children, students, truck drivers, secretaries, and what makes the place special is the men who work behind the counter, good-spirited young guys with the proletarian Brooklyn voices, who seem to know everyone who comes in there (“I talked to your mother yesterday,” “I hear your son is doing well on his Little League team,” “Welcome back. How was your trip?”), as if I were living in a small provincial town and not in a gigantic metropolis, and I know you would appreciate the spirit inside that shop and understand (if you don’t already) what I find so interesting about living in New York. So there you are, John, inside my head as I talk to you, and nothing like this has ever happen to me –probably because I have never corresponded with anyone so regularly—and the effect, I can assure you, is an entirely pleasant one.”


Until my return. With best thoughts,

Paul

(Paul Auster a J.M. Coetzee en Here and Now: Letters 2008-2011)

21.5.13

Recomendamos: SKOOB y las cartas entre Coetzee y Auster


Primero, una puede pasar horas en esta genialísima librería de libros usados: Skoob, en el barrio Bloomsbury en Londres. La recomiendo. Un escondido sótano te lleva a filas y filas de libros, con el olor del tiempo en ellos. Ayer vi una copia de Nicomachean Ethics en griego y con sútiles anotaciones de un profesor de Oxford en los márgenes, a pluma, hechos en 1955. Tiene una excelente selección, sobre todo de literatura, una fenomenal sección de libros de cartas y diarios (ahí pasé la mayor parte del tiempo) y una bellísima colección de tarjetas y portadas de libros: Used BOOKS and Secondhand BOOKS at SKOOB.

Además, recomendamos Here and now: letters 2008-2011 entre Paul Auster y J.M. Coetzee (Harvill Secker, 2013). La lectura de las cartas es un gusto, incluso los temas que pensé que no me gustarían, como el deporte, los disfruté en cada una de sus palabras. Desde temas como la política, la amistad, la crisis financiera, la ética y la estética en los deportes, la literatura, el amor y el cine, están en estos intercambios elegantes y genuinos. La intensidad de Coetzee se une con la escritura pausada y el abordaje sencillo y transparente de Auster en estos estos temas. Una gran lectura para el verano. Dicho está.

Salud!.  

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