27.9.11

Compromiso ProBono 2011

En su quinto año de vida, el Programa Pro Bono UPR de la Escuela de Derecho les invita a su noche de Compromiso Pro Bono 2011 para darle la bienvenida a los y las estudiantes que este año formarán parte de uno de los trece proyectos en que ofrecerán sus servicios jurídicos a diversos grupos e individuos en el país. 


La Escuela de Derecho y ProBono UPR se insertan de esta forma en la agenda de acceso a la justicia en Puerto 
Rico, a la vez que le ofrecen a sus estudiantes una educación 
jurídica formativa en el contexto de la prestación de servicios. 
Te invitamos a que te unas y compartas con nosotros 
y nosotras en esta ocasión especial en el que los y las 
estudiantes asumen su compromiso. 

Viernes, 30 de septiembre de 2011. 
7:00pm 
Escuela de Derecho, L-1 

20.9.11

Clínica Derecho Ambiental UPR invita:


"VIA VERDE: Does it comply with federal environmental law?"
Prof. Patrick Parenteau
Vermont Law School

Jueves, 22 de septiembre a las 7:30 en el L-4 

18.9.11

Apoya a la Revista 80grados!.


Yo apoyo a 80grados

Estimados amigos y amigas:
Como algunos conocen, durante este año hemos tenido la dicha de compartir nuestras lecturas, análisis, convergencias y divergencias en la revista 80grados. Se trata de una revista digital que se ha convertido en un espacio esencial en el país, un espacio para contar con debates alternativos y para ampliar las miradas, perspectivas, temas y discusiones en nuestra esfera pública. En tiempos de tanta incertidumbre y en que nuestro país sufre de una grave carencia de espacios para la comunicación y para una deliberación de altura y rigor, 80grados es un proyecto esperanzador. Necesitamos de  espacios en el que nuestras experiencias y diferencias puedan dar lugar a debates ricos, espacios para conocer, entender y debatir sobre asuntos culturales, políticos, intelectuales.
80grados se ha convertido en uno de esos espacios imprescindibles,  un espacio en el que también existe la posibilidad de empatía y de encuentros y desencuentros respetuosos.
Como sabemos, esfuerzos como éste requieren de colaboraciones de diversa índole. Para que  80grados.net pueda seguir adelante es necesario garantizar el funcionamiento de su pequeño equipo de trabajo y de estructura humana y tecnológica. De ahí que les invite a colaborar con este proyecto que, sin fines de lucro, significa tanto para el país y para cada uno de nosotros los y las que ansiamos una esfera pública y de deliberación democrática y robusta. Les exhorto a que formen parte de este esfuerzo y contribuyan con una aportación económica en la medida de sus posibilidades.
Pueden hacer su contribución de diversas formas, todas muy fáciles y con poco esfuerzo:
  • Haz un depósito a nombre de 80grados en la Cooperativa Manuel Zeno Gandía, número de cuenta #0502510158.
  • Envia tu aportación por correo postal a: 80grados, PO Box 19322, San Juan, Puerto Rico, 00910
  • Haz tu aportación a  través de Pay Pal, que es universalmente reconocido por su confiabilidad.
Seguimos,
Érika Fontánez Torres

7.9.11

Ignoria: Franz Kafka - Ante la ley

Ignoria: Franz Kafka - Ante la ley: Prólogo de El Proceso , 1963 Dirección: Orson Welles,Alexandre Alexeieff, Claire Parker Narración: Orson Welles

HOY-Tropiezos de la Memoria (Presentación de libro Lourdes Lugo Ortiz)


Tropiezos con la Memoria: 
La Esterilización Femenina en la Prensa Puertorriqueña (1940-1977) 

Presentación por María Dolores Fernós
Sala de Teatro Beckett
miércoles 7 de septiembre a las 7PM.

5.9.11

Profanar los espacios, profanar el Derecho (Parte I)


Profanar los espacios, profanar el Derecho

No hay apenas espacios públicos para  el amor. Eduardo Lalo. (la tachadura es mía).


La casa está siempre y en cada momento, en el estado que le conviene. Michel Foucault

***
En aquella ocasión el Coronel de la Policía se acercó a mí. “Licenciada, me dijo, todo estará bien si los muchachos no rompen vitrinas ni se meten en las tiendas”. Mi respuesta fue sencilla: “Coronel, ¿cree usted que es a eso a lo que vienen?”. Me miró con sospecha. Yo, muy segura, inmediatamente pensé: “No Coronel, ellos no vienen a romper vitrinas, ellos vienen a profanar”.

Propongo el uso de una palabra: profanar. Solo mediante un acto de profanación, sostengo, puede atenderse con perspicacia la relación entre el espacio, el derecho y el poder. Solo mediante la profanación podremos conseguir los espacios que añoramos y que no tenemos para el amor, para lo político, para el ser. Pero profanar no es algo fácil, requiere, antes que todo, un proceso, incluyendo pasar revista de la definición de profanāre a la que nos referimos y dejar claro qué es eso que nos urge profanar.

No entendía el Coronel lo que para mí quedaba claro: que el acto de profanación de los y las estudiantes universitarios en Plaza las Américas era otro. Se trataba de (re)definir el espacio, de darle un uso distinto a aquel que le fue arrebatado al ubicarlo en el mundo de lo sagrado. Ocupar los pasillos del centro comercial más grande del país, profanándolo hacia un uso político que diera pie a su reclamo por la educación, tenía más de profanación que cualquier acto de romper los cristales o las vitrinas. La preocupación del Coronel quedó atendida y el acto de profanación -que le dio un nuevo uso aquello antes reservado para los dioses de lo que Walter Benjamin llamó, la religión capitalista- se consumó.

***
Profanar el espacio.
Hace unas semanas, planteaba la necesidad de espacios amables. Me preguntaba qué había pasado que los espacios, todos, se habían convertido o en espacios en que las reglas del juego eran la propiedad privada o en espacios cuya mano todopoderosa de las reglas del mercado gobernaba las subjetividades. Así, en lugar de ciudadanos políticos en los espacios, habíamos sufrido una metamorfosis kafkiana hacia una subjetividad del cliente escarabajo que hasta es capaz de añorar y rogar por espacios en que su subjetividad clientelar fuera posible. ¿Cómo lograr una reversión de ese estado de cosas? ¿Acaso la estrategia de conseguir como lugares-excepción las reservas, los santuarios, los corredores naturales, sirven para atajar la perversidad del avanzado estado de hiper-mercantilización del espacio? 


En esta entrada, que formará parte de una serie, abordaré la mirada que le hemos dado a la carencia de espacios que ya he llamado amables y plantearé que esa mirada que hemos adoptado activamente hace más de una década está agotada. Sugiero con urgencia y mediante una especie de herejía, apartarnos del eje de los espacios públicos, para visibilizar y profanar los espacios categorizados como privados e hiper-mercantilizados y, sobre todo, desactivar los aparatos (Agamben) o dispositivos (Foucault) que hacen posible este estado de cosas.

Lo segundo que haré será acentuar cómo el Derecho o lo jurídico, en tanto aparato del poder, nos aleja del objetivo anterior. Mediante su invisibilización y disimulo, la Ley, el Derecho, coloca los espacios privados en una zona de comfórt intocable, que nos mantiene ocupados con la defensa y propuesta de espacios públicos, cuando el verdadero asunto está en el universo de lo que antes era la excepción y ahora se ha convertido en la norma: la privatización de los espacios, no solo mediante el señorío propietario privado, sino además, mediante su mercantilización y su museificación. La excepción es ya la norma. Es en esa excepción de lo privado-mercantil donde nuestro ojo se debe posar, sin condiciones. Citando a Ana Lydia Vega: "Hay miradas que matan, dice el refrán. Y, ciertamente, hay miradas que salvan. Sola, cada una de ellas se basta para lograr un único objetivo: la detección del daño o el rescate de lo constructivo. El verdadero reto sería reunir ambas funciones en un mismo golpe de pupila. La capacidad para transformar la vida comienza precisamente ahí, en el ojo que penetra la opacidad de lo real para atisbar el asomo de lo posible.

¿Hacia dónde mirar?
Cuando tenía 22 años e hice mi entrada a la Escuela de Derecho, hice mi entrada también a una cantidad de espacios totalmente desconocidos para mí. Hasta entonces desconocía totalmente la existencia en nuestra isla de espacios metropolitanos como Garden Hills, Torrimar y otras urbanizaciones del área. Prácticamente no había visitado urbanizaciones con acceso controlado y mucho menos había visto casas de más de un piso con piscinas y áreas de recreo, cine, iglesia y escuela privada incluída, más impactante aún, con guardias de seguridad frente a cada una de las casas, no para allanarlas sino para protegerlas. Allí no vi carencia de espacios, ni carencia de seguridad, muchos menos carencia de 'areas de recreo' o 'espacios comunes' y de entretenimiento para quienes allí vivían. Creo que no era un Puerto Rico conocido por la mayoría de mis amigos y familiares. Allí no había un problema de espacios, sino una sobreabundancia, una que estaba segura que no era vista ni conocida por la mayoría del país. Esos espacios, invisibles hasta entonces, disimulados por la configuración de otros espacios sobrepoblados, decadentes y empobrecidos en el área metro y el no-tránsito por los mismos de la mayoría de la población, parecían inofensivos. También, eventualmente accedí a otros espacios, sobre todo luego como abogada. Estos últimos sí eran visibilizados por la prensa. Claro, eran espacios a los cuales también era muy difícil acceder y solo con la compañía adecuada y el propósito preciso se podía entrar. Barrios, residenciales, también tenían su configuración y código de entrada. Las dinámicas en estos últimos estarían más a menudo en los titulares de prensa o en reportajes especiales. La diferencia es que los primeros se miran muy poco, pocas veces son objeto de documentales o películas y la menor de las veces se 'estudian' como algo que merecería atención. Claro, decirlo así, puede incomodar bastante. 

Además, en ambos espacios se construía (se construyen) subjetividades mediante aparatos no tan distintos, pero con propósitos desiguales o, más bien, con resultados de subjetividades alternas que pocas o ninguna de las veces coinciden. Con el tiempo me di cuenta de la relación entre el afuera y el adentro entre esos espacios no es del todo desvinculada. Todos estos espacios caen en la categoría de espacios “privados” aunque no son tratados igualmente ni bajo la misma normativa. Pero ese es un tema complejo y que aquí no podré atender. Lo que sí es que para profanar los espacios -en la acepción Agambiana- tendríamos que visibilizarlos y visibilizar y hablar de sus múltiples subjetividades. Y es que hay que tener bien claro que algunos espacios, como el Derecho, obtienen su fuerza y presencia a través del disimulo: "la presencia de la ley consiste en su disimulación". 

Partiendo de la premisa de que esos espacios llamados privados se contraponen a los públicos, una sabe que la ciudad se ha convertido toda en pequeñas fracciones de espacios llamados privados. En esos espacios, solo sus propietarios o residentes están autorizados a ser y estar. El resto está excluido porque los propietarios pueden ejercer su capacidad de exclusión erga omnes. Pero, como veremos, lo que queda, ese otro universo espacial, también nos excluye. Nos excluye en tanto no actuemos ni seamos sujetos consumidores, para ser en esos espacios es imprescindible instalarse como sujetos cuyo único rango de acción es la lógica del mercado.

Así es que llegamos a añorar y a buscar los espacios públicos amables, esos que suponen el encuentro de aquellos que habitan la multiplicidad de espacios. Pero esos espacios, los amables, no existen porque, como dije, han sido privatizados de otra forma, mediante la lógica y subjetividad del mercado. La subjetivación de esos espacios es homogénea, en esos espacios somos clientes o simplemente no somos. De esta manera, hay dos tipos de espacios, que secularizados ambos, responden a la misma lógica y activan aparatos para el mismo tipo de subjetividad. Salir de esa subjetividad implica entonces enfrentarse y cuestionar el diseño político económico y el disimulo de la Ley que lo sustenta. 

Las respuestas que surgen a partir de una definición del problema como "la carencia de espacios públicos" dirigidas a la creación de nuevos espacios públicos para el uso de todos y todas, olvidan como mínimo dos cosas: que la carencia no es tal si una se fija en los espacios privados no visibilizados que YA cuentan con espacios para sus todos y todas; y que aún los espacios que sobran, como  parques, reservas, santuarios, corredores, surgen como excepción y no alteran la estructura, por lo que no hay encuentros ni sujetos políticos capaces de componer una esfera pública en el sentido habermasiano. En otras palabras, el problema, visto como la carencia de espacios públicos, se ha atendido mediante iniciativas para garantizar lugares que como excepción, permitan la posibilidad de un uso común, distinto, a aquél que constituye la norma (el espacio privado o de mercado), el que constituye el resto del universo espacial. Estas iniciativas son insuficientes.

Propongo un abordaje inverso: primero, posar la mirada sobre la no-excepción que justifica la excepción, es decir, atajar no la excepción sino la norma detrás de la excepción, porque como bien ha señalado Giorgio Agamben, hoy día la exceptio se ha convertido en el paradigma contemporáneo pero mediante ésta se da vida a la normatividad no cuestionada. Lo que digo es que no podemos seguir atendiendo el tema de la "falta de espacios públicos" como un tema de excepción o de carencia. Tendríamos que mirar y actuar no sobre la carencia sino sobre la sobreabundancia. Esto, por supuesto, va sobre las bases estructurales de nuestra sociedad y resultaría en demasiadas incomodidades, incluso para quienes plantean(mos) el tema de la falta de espacios públicos. Es la sobreabundancia del espacio consagrado a lo privado y a la lógica y subjetividad del mercado lo que habría que atajar. Como dice Zizek “no es lo mismo un café sin crema que un café sin leche”. Y es que importa eso que no se obtiene. Por eso, para atender estos problemas, no basta con posar la mirada sobre los lugares actuales de dominio público, sino pasar la cámara por esos espacios invisibilizados para fijarnos en ese fenómeno invisible, el espacio en que sobreabunda el parque, la piscina, el cine y el golf, pero solo para el consumo de unos pocos que no necesitan del espacio de todos y todas. Sería algo así como lo que la cineasta Lucrecia Martel visibiliza en sus películas (véase particularmente La Ciénaga). Se trata entonces, de enfocar no en el fenómeno de la desaparación de las playas, por dar un ejemplo, sino en el fenómeno de aquello que invisiblemente y tranquilamente pasa a sustituirla. 

Y con visibilizar esos espacios habría entonces que detectar, profanar y desactivar los aparatos* que permiten esa configuración, en otras palabras, tomar la propuesta de Agamben: "The problem of the profanation of apparatuses -that is to say, the restitution to common use of what has been captured and separated in them- is, for this reason, all the more urgent. But this problem cannot be properly raised as long as those who are concerned with it are unable to intervene in their own process of subjectification, any more than in their own apparatuses, in order to then bring to light the Ungovernable, which is the beginning and, at  the same time, the vanishing point of every politics." (G.A. What is an Apparatus?, 2009).

 ***
Profanar la consagración secular del mercado
En el mundo jurídico romano, nos cuenta Giorgio Agamben, aquello concebido como ‘sagrado’ era lo perteneciente a los dioses, por lo tanto se removía y se excluía del uso y comercio de los seres humanos. Como tal, estos bienes o espacios sagrados y que eran la excepción, no podían ser vendidos ni usufructuados. Se concebía entonces como un ‘sacrilegio’ aquel acto transgresor de lo reservado para los dioses. Consagrar era reservar un espacio fuera de la esfera del uso humano. Profanar, por el contrario, era devolverle la cosa al libre uso de los humanos. Para lograr el uso común por parte de los seres humanos de aquellos espacios excluidos y consagrados, había entonces que profanarlos, es decir, retomarlos para el uso cotidiano.

Pero hoy día lo consagrado no es la excepción si no la norma, y aquello que se consagra es precisamente lo que se explota por los señoríos propietarios y por el mercado, aquello que se ha consagrado es la propiedad privada y el uso mercantil que ha venido a tener un efecto avasallador y limitante sobre los espacios para el uso cotidiano, público y, sobre todo, político. Con este proceso, se crea además una subjetivización de los sujetos en esos espacios, mediante dispositivos o aparatos como el jurídico y como los discursos de la familia exitosa, entre otros. Por supuesto, lo antes consagrado a los dioses, hoy día se ha secularizado, pero la secularización, distinto a la profanación, no significó un acto de cuestionamiento del poder sino una sustitución de éste, del poder de la monarquía religiosa por una monarquía secular. Antes los dioses, ahora el mercado y la explotación propietaria del capital. Una profanación absoluta por el capitalismo como religión (tomando de Walter Benjamin) coincide entonces con una sacralización absoluta, aquella del consumo. El acto de consumir, vale decir, no admite el uso cotidiano, porque es un acto que presume la desaparición instantánea y más aún, presume la imposibilidad de un uso cotidiano. Las cosas se conviernten así en "means without ends". El consumo no tiene un fin ulterior, se basta a sí mismo. Como ejemplo, Agamben ofrece la museificación del mundo:

“The museification of the World is today an accomplished fact. One by one, the spiritual potentialities that defined people’s lives  -art, religion, philosophy, the idea of nature, even politics –have docilely withdrawn into the Museum. … In this sense, the Museum can coincide with an entire city (such as Evora and Venicem wich were declared World Heritage sites), a region (when it is declared a park or natural preserve), an even a Group of individuals (insofar as they represent a formo f life that has dissapeared). … everything today can become a Museum, because this term simply designates the exhibition of an imposibility of using, of dwelling, of experiencing." (Agamben, Profanations, p. 84.)

El uso común y cotidiano de los espacios se ha convertido entonces en la excepción, en una excepción imposible si se toma en cuenta lo avasallador que es el aparato del mercado en su poder de subjetivación. Para lograr retomar el uso de los espacios -y con él retomar una subjetivación de un sujeto político- no queda sino profanar, esto es, regresar al uso común y cotidiano aquello consagrado y reservado al dios mercado y des-subjetivar al sujeto como un todo cliente y propietario privado.


En otras palabras, el libre uso de los humanos se ha convertido en el libre uso desde la subjetividad única del mercado y la propiedad privada. Entonces, la excepción se vuelve la norma. Lo consagrado no es consagrado para unos pocos dioses, sino para unos pocos propietarios o en todo caso, para una mayoría que en lugar de sujetos pertenecientes a una polis, son clientes o sujetos del mercado. La ecuación antes excepcional de consagrar (afectar) para los dioses es hoy día el equivalente a la privatización-mercantilización de los espacios, dioses con el poder del libre uso de las cosas. La estrategia que se ha adoptado ante esto, promover el uso de santuarios, reservas, parques, como excepción, no es lo suficientemente política ni lo suficientemente cuestionadota de la estructura como para cuestionar la secularización que disimula el poder y el control de los usos y los espacios. Mediante la secularización de la propiedad privada y la subjetivación de los sujetos como entes mercantiles, el capitalismo ha hecho prácticamente imposible la profanación, es decir, la devolución de los espacios al uso cotidiano, común y político. Profanar, entonces, como bien dice Agamben, se ha convertido en un acto políticamente necesario. La profanación de lo improfanable es la tarea política de la próxima generación. 

Agamben apuesta a la posibilidad de profanar, aún bajo la religión capitalista. ¿Cuáles son las formas hoy en día de profanación? La propuesta de Agamben es la devolución de lo sagrado (hoy de libre explotación del dios mercado) al uso (cotidiano) de los seres humanos. El remedio entonces es la profanación de ese espacio que ha sido consagrado, entre otros aparatos, por el aparato jurídico (al que dedicaremos otra entrada).  Para esto hay tres formas: el contagio, el juego y la desactivación de los aparatos. El contagio, como lo que hicieron los estudiantes en Plaza las Américas, implica un contacto con aquello sagrado para darle un nuevo uso:

          “[O]ne of the simplest forms of profanations occurs through contact (contagione) turning the same sacrifice that effects and regulates the pasage of the victim to the divine sphere. …. The participants in the rite need only touch these organs for them to become profane and edible. There is a profane contagion, a touch that disenchants and returns to use what the sacred had separated and petrified”. (Agamben, 2010: 74).

Pero, profanar no es simplemente restituir el uso que se tenía antes de ser separado hacia lo económico, lo religioso o lo jurídico. Es más complejo. Se trata de buscarle un nuevo uso a aquello improfanable. ¿Cómo darle un nuevo uso a las cosas? ¿Cómo propiciar su potencial profanatorio.? Hay que resistir contra los aparatos discursivos e institucionales que han capturado los usos cotidianos y la subjetividad política. Profanar al sistema jurídico, por ejemplo, como aparato, y arrebatarle el uso que ha permitido de los espacios y la identidad de los sujetos. Para esto tendríamos que develar la relación entre el Derecho y los espacios y desactivarlo como aparato, jugar con él, es una opción. Ya nos lo decía Walter Benjamin: "One day humanity will play with law just as children play with disused objects, not in order to restore them to their canonical use but to free them from it for good. What is found after the law is not a more proper and original used value that precedes the law, but a new use that is born only after it. And use, which has been contaminated by law, must also be freed from its own value. This liberation is the task of study, or of play. And this studious play is the passage that allows us to arrive at that justice that one of Benjamin's posthumous fragments defines as a state of the world in which the world appears as a good that absolutely cannot be appropriated or made juridical (Benjamin, 1992, 41)." Esto es, habría que además, activar la profanación desde otras dos estrategias: el juego con lo sagrado y la profanación de los aparatos que lo permiten. A eso nos referiremos en otra ocasión.

***
*Sobre el tema de los aparatos en la sociedad capitalista Agamben acota: "It would probably be wrong to define the extreme phase of capitalism development in which we live as a masive accumulation and proliferation of apparatuses. It is clear that ever since Homo sapiens first appeared, there have been apparatuses; but we could say that today there is not a single instant in which the life of individuals is not modeled, contaminated, or controlled by some apparatus. In that way, then, can we confront this situation, what strategy must we follow in our every day hand-to-hand struggle with apparatuses? What we are looking for is neither simply to destroy them nor, as some naively suggest, to use them in the correct way." (Agamben, What is an Apparatus?, página 15).

1.9.11

La privatización de la Censura (Clínica UPR invita)

La Clínica de Nuevas Tecnologías, Propiedad Intelectual y Sociedad (CNTPIS) de la Escuela de Derecho de la UPR, 

te invita al Foro: 

La privatización de la censura y sus implicaciones para la libertad de expresión en Internet

a ofrecerse por  Jochai Ben-Avie, Senior Analyst de Política Pública de AccessNow.orguna ONG global de libertades civiles en el entorno digital.

Jueves, 8 de septiembre de 2011

3:00pm, Salón L-1, 
Escuela de Derecho, Universidad de Puerto Rico. 



26.8.11

Dos escándalos, un malestar en la cultura.

Dos eventos recientes que tratan de las reacciones públicas a partir de la revelación de datos sobre la vida íntima de dos políticos con poder me mantienen en constante cuestionamiento y me recuerdan el malestar en la cultura. El primero fue la 'revelación' de que el Presidente del Senado, Thomas Rivera Schatz, tiene una hija de 13 años (¿?, no recuerdo el detalle) "fuera del matrimonio". La frase de por sí es reveladora. Se generaron tres tipos de reacciones o discusiones públicas: (1) el cuestionamiento de la verdad o no del hecho; (2) Aquellos que condenaron el hecho, por supuesto, con una carga moral particular, esto es, la hija "fuera del matrimonio" (¿la mal nacida?); (3) una reacción más pragmática o instrumentalista por parte de los opositores del político: aprovechar la ocasión para visibilizar la hipocresía de sus discursos morales (¿acaso haciendo referencia también a la frase "hija fuera del matrimonio?"). 

La primera de las controversias de ese caso no ofrece prácticamente mucho. Se trata de negar o aceptar el hecho, en este caso el Senador lo aceptó, y más allá de eso, la vida del político continúa. Peor, ni se habla de su nefasta gestión pública ni tampoco se dió pie a una discusión social sobre tantos temas: el matrimonio, la monogamía, la clasificación sospechosa y desdeñosa de los hijos al clasificarlos todavía como "fuera del matrimonio" (mal nacidos?). Luego estaba la duda que me generaba el uso "estratégico" de eso para oponerse a un político contrario, el precio de la perpetuación de ciertos estigmas sociales y sus discursos. Y tercero, claro, lo que no se dice: cuando se habla de hipocresía del político se menciona el acto hipócrita (la hija "fuera del matrimonio"), pero no se llega a la mención o discusión sustantiva de lo que sería entonces una sociedad alternativa o su deseabilidad, que eliminara de su lenguaje esos estigmas. Bueno, al fin y al cabo eso no parece ser importante tampoco porque de lo que se trata es de 'sacar al político de carrera', aún mediante la impregnación social del discurso. Por supuesto, se pueden hacer ambas cosas y siempre hubo quienes criticaron -ya en defensa del Senador, ya por otras razones- el epíteto de "hija fuera del matrimonio" aunque fuera con el objetivo de "desenmascarar" al político. El tema, por supuesto, murió muy pronto.

El segundo caso trascendió hoy y veo vínculos con el anterior, no por los hechos sino por las reacciones emitidas. Fotos que se califican como pornográficas en las que un presunto Senador aparece como protagonista. Se ha generado discusión o más bien reacciones sobre: (1) la inmoralidad del acto y consiguiente necesidad de renuncia, por ende un juicio sobre su estilo de vida (nótese que un periódico empieza describiendo que el Senador "regresó" recientemente "a la soltería", uy, vaya estado, uy!); (2) la inmoralidad o falta de ética al compartir las fotos en la Internet; (3) la hipocresía del presunto Senador quien, al igual que el anterior, ha sido uno de los que más voz cantante ha llevado respecto a un discurso conservador de los valores familiares. 

Nuevamente me pregunto, ante la superficialidad y pobreza del debate público que nos ahoga en el país, ¿cómo debería propiciarse o hacia dónde debe dirigirse prioritariamente la discusión? Primero, la verdad o falsedad de las fotos, de su autenticidad respecto al presunto Senador, en este caso tampoco nos lleva muy lejos. Ya los medios de prensa se cuidarán de una acción de libelo y calumnia con los criterios establecidos por la jurisprudencia, el Senador siempre puede negarlo y con suerte para algunos, su vida política puede suspenderse o arruinarse por unos años.

Pero, ojo, ¿qué hacemos con ese malestar moralizante que incluso se utiliza instrumentalmente como 'castigo al político', que es más profundo y que sobrevive por mucho la ruina y desaparición de éstos?. ¿Cuál es el precio a pagar por este juicio público del político más odiado y de esta forma castigado?: una opción es la validación de un discurso público, normalizado y generalizado sobre una moralidad particular, conservadora, de una mirada poco problematizada sobre lo apropiado o no de los estilos de vida del Senador, los epítetos, la descarnada sentencia sobre la pornografía (sin hacer distinciones) y en todo caso, el talante moral que ha de suponerse de quien tiene cargos públicos. En el balance está también la contribución a la normalización los discursos homofóbicos (que se disparan desde todas direcciones).

La tercera opción puede ser entendible y se trata de barrer con el político por precisamente éste ser el epítome de esos propios discursos moralizantes conservadores, homogeneizantes y homofóbicos en el ejercicio de su poder. En otras palabras, aprovechar el evento para instrumentalmente develar 'la hipocresía' de su discurso (lo que me parece que todavía podría esconder una premisa de "lo ves!, te lo dije, después de todo vive en un "degenere"!), como en el caso de la discusión con lo de Rivera Schatz y la hija marcada: la hija "fuera del matrimonio". Por supuesto, siempre puede haber una combinación de estas variantes y hasta más. Pero lo cierto es que lo mediático dispara hacia todas direcciones y una no sabe bien por dónde será ni quien terminará lastimado. Por eso, valdría la pena hacer el ejercicio de los discursos públicos que sería deseable adelantar.

No voy a discutir aquí cada uno de los escenarios, pero, digamos, si tomamos el caso de la versión de la hipocresía, habría, me parece a mí, que preguntarse, ¿la hipocresía frente a qué? Marcar un acto como hipócrita no necesariamente cuestiona el juicio del estándar que se oculta mediante la hipocresía. Con la hipocresía en todo caso develamos un acto de verdad que se mide bajo una medida que si no se cuestiona a fondo, puede permanecer inalterada como la normatividad "correcta": X actúa públicamente bajo el puritanismo y fundamentalismo del Tea Party, pero zas! es un hipócrita porque descubrimos que vive "la vida loca". Quien llama la atención al acto hipócrita cuestiona "la verdadera vida doble" de X pero no necesariamente plantea un cuestionamiento sustantivo (1) sobre el puritanismo (2) sobre '"la vida loca", más aún, (3) tampoco necesariamente (puede ser que sí) cuestiona si X debería tener el derecho a vivir o no bajo uno u otro estilo de vida sin que recaiga sobre él o ella la maldición o la sentencia implacable de los códigos culturales hegemónicos del puritanismo y fundamentalismo del Tea Party.

Por eso, pienso que no basta denunciar la hipocresía, habría, creo, que aprovechar para traer a discusión la contraparte de "lo hipócrita", es decir, la importancia de la discusión, aceptación y el reconocimiento de la existencia de la complejidad y del malestar de los códigos culturales que nos atraviesan, así como de aquellos y aquellas que han optado por estilos de vida diferentes que se han patologizado y despojarlos de la categoría de anormalidad a la que han sido condenados. Develar la importancia de esto no concentraría entonces en culpar, destrozar y sentenciar a X, pienso en todo lo contrario, pienso en crear las condiciones para incómodamente hacerlo 'sentir cómodo' (a él y al discurso público) para que acepte(n) aquello que se condena como parte de las complejidades, opciones y estilos de vida que existen y que desgraciadamente han sido demonizados, con las implicaciones de una sociedad violenta, excluyente y asfixiante para muchos. ¿Nos conformamos con que los senadores sientan la misma asfixie, el mismo malestar en la cultura? Creo que no es a eso a lo que aspiramos. Creo que nos merecemos más. 

Acojo aquí las palabras de Zizek y el concepto que acoge llamado "differentiality": "It does not only matter what the thing is, it also matters at its positive feature what the thing is not: It does not only matter what you say; it also matters what you don't say it while saying what you say, what is only implied in saying what you say. It is not the same  thing coffee without cream than coffee without milk; what you don't get becomes what you get (double negation...). To detect ideological disfunction you should get not only what is said but also what is not said."

La moralidad conservadora nos ahoga, nos asfixia, y pienso que el enfoque que tiene más urgencia aquí no es el de los actos de los senadores sino las reacciones viscerales que concentran en ellos, aún las instrumentalistas pues conllevan riesgo. Más que concentrar en el asunto de develar las "dobles vidas" de los políticos, debemos aprovechar para propiciar debates sustantivos que contraresten el éxito patologizador de esa moralidad y busquemos las formas (hay que reimaginarlas) para que maduremos hacia una sociedad más segura de sí y de sus estilos de vida múltiples y complejos. Una pregunta sería por qué constantemente las figuras públicas, los políticos, los y las personas que ocupan cargos públicos tienen que vivir en esa hipocresía, se sienten compelidos a hacerlo. ¿por qué tiene éxito una nota como esta, no ya sobre senadores sino sobre prácticamente cualquiera? Claro está, los elementos sustantivos y las diferencias habría que discutirlos como sociedad. La prensa puede preguntar mucho más y de maneras más inteligentes. Convertir esto no en un escándalo personal sino en un tema de políticas públicas, por ejemplo. 

Pero lo que sí nos urge y me parece ineludible es la pregunta de ¿Cuándo, cómo y por qué permitimos que esa llamada hipocresía se convirtiera, no ya en la excepción, sino en la norma? No solo son hipócritas dos senadores, es hipócrita el país y la moralidad que se impone cual biopoder sobre nuestros cuerpos y nuestro actuar: "We all know about our catastrophes, dice Zizek, but somehow we all act as if there is no catastrophe". Porque para mí no bastaría desenmascarar la hipocresía individual de dos políticos, tendríamos que propiciar de alguna manera que se hable de lo que no se habla: de los modos de vida, de las clasificaciones perniciosas que transversalmente nos marcan, de la frontera imaginaria entre la esfera de lo privado y lo público, de las líneas que cruzan estas fronteras, por parte del gobierno, sí, pero también por parte de los otros que nos rodean -que dicho sea de paso, pueden ser igual de opresoras- de las apariencias, de lo aceptado y de lo excluido. 

Es más, de primera intención se me ocurre no atacar al Senador sino decirle: "Vamos a ver señor Senador, no nos parece un problema que tenga la vida sexual que más placer le cause, que asuma su sexualidad según la quiera asumir, que sea soltero, casado, o no asuma ninguno de los estatus sociales o códigos normativos imperantes, es más, no le vamos a atacar; ahora bien, contéstenos: en el ejercicio de su función legislativa: ¿qué criterios de política jurídica utilizaría sobre la línea entre lo íntimo y lo público? ¿sobre lo que debe considerarse pornografía? ¿sobre la libertad individual de los individuos en escoger sus estilos de vida privados sin recibir la violencia mediática a la que usted ha sido expuesto y en que para algunos ha resultado en violencia física?" (ya por ejemplo, el Gobernador dió respuesta sin que se problematizara esta línea). "En todo caso, señor Senador, usted asume el estilo de vida que le haga más libre como individuo, a eso tiene derecho y en eso nos entendemos bien, pero dígame una cosa ¿por qué, qué pasó que se empeña en restringirle violenta y discursivamente el estilo de vida, la libertad e intimidad a sus iguales, a sus conciudadanos?", "¿Debe el Estado intervenir en esto?". ...

Y me pregunto si acaso no sería mejor hablar, preguntarnos en voz alta y exigir respuestas de quienes estén en el poder (también exigir más de parte de los periodistas), sobre estos temas de intimidad versus lo que es público, sobre la diversidad y heterogeneidad en las alternativas de vida, sobre los derechos y libertades individuales que no tendrían porqué estar sujetos ni siquiera a las mayorías, sobre lo que es o no pornografía, sobre la ética y lo político. Quizás esté pidiendo mucho, pero me niego a seguir viendo los posts de las fotos sin más o a que el asunto quede en la debacle pública de un Senador que "regresó a la soltería", con tanto otro que tiene por lo cual rendir cuentas al país.

Finalmente, pienso que también conviene y sobre todo me parece vital preguntarnos en voz alta: ¿Qué narrativas, qué país, qué entornos y discursos los llevaron tanto a estos senadores como al resto de políticos y -me atrevería a decir- a una mayoría de la sociedad -de manera violenta, normalizada y pasmosa- a asumir la misma hipocresía colectiva capaz de algún día ser develada-chantajeada, a esa vida doble sujeta a una catástrofe por venir? ¿Qué malestar en la cultura sobre nuestras vidas individuales y colectivas es este en el que estamos atrapados y sobre el cual la máxima autoridad moral y política la tiene SuperExclusivo, es decir, "La Comay"?

¿Qué hacemos con ese malestar cultural que produce tanta violencia, tanto dolor, y en última instancia, mucho más mal que lo que pueda hacer un político de turno en el Senado, sí, porque es una especie de malestar en la cultura colectivo que está en todas partes, que encarna los cuerpos en esta isla-país y lamentablemente, dicta su juicio, su violencia y su poder de manera implacable e irreductible. 

25.8.11

Mi Tecato Favorito de Rima Brusi (Presentación de Mabel Rodríguez Centeno).

Anoche fue la presentación del libro de la doctora antropóloga, profesora de la UPR-Mayaguez, Rima Brusi. El título: Mi Tecato Favorito. En éste Brusi nos hilvana sus miradas sobre escenarios puertorriqueños muchas veces fuera del alcance de nuestro ojo y nos los devela compartiéndo sus análisis y los dilemas que tanto a ella como probablemente a muchos de nosotros y nosotras éstos escenarios y encuentros con nuestros otros, nos pueden significar. Fue una presentación hermosa, en un lugar y con gente muy agradable. Estuvieron a cargo de la presentación la doctora Mabel Rodríguez Centeno, profesora de la UPR-Río Piedras, el periodista Marcos Pérez y el doctor y también antropólogo, maestro de la autora, el doctor Manuel Valdés Pizzini. El libro fue editado por la Editora Educación Emergente.



Tenemos la gran fortuna de poder compartir en nuestro blog el escrito de la doctora Mabel Rodríguez Centeno, en que narra de maneras formidables los temas del libro y en que nos comparte sus lecturas, interpretaciones y selecciones de Mi Tecato Favorito. Gracias a Mabel por permitirnos colgar su texto en el blog. Gracias Rima por escribir y compartir tus miradas y por recordarnos la importancia de observar más allá de nuestros entornos más inmediatos, con ojos curiosos y preguntones-como dice Mabel-, y sobre todo, por mostrarnos lo que es la empatía.

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“Con ojos preguntones y sin dejar de parpadear en nuestro mundo”:
Algo sobre Rima Brusi-Gil de Lamadrid, Mi tecato favorito y otras crónicas de la cotidianidad puertorriqueña. Cabo Rojo: Editora Educación Emergente, 2011.

Mabel Rodríguez Centeno
(buchito.de.cafe@gmail.com)

Para intentar entender (entendernos) y entenderse, Rima Brusi está dispuesta a narrar, a comentar y a opinar sobre la cotidianidad puertorriqueña, valiéndose de una óptica de visitante curiosa que observa su entorno con asombro, sorpresa e indignación.  Si bien esta “publicación tradicional” se origina  en la experiencia con Parpadeando la lectura impresa es nueva, incluso para quienes somos fieles seguidores y seguidoras de sus blogueras ansiedades. Porque Mi tecato favorito… es y no es parpadear, o es parpadear más que nunca porque el impreso nos proporciona cierto sosiego para “acostumbrar la mirada” y porque ayudadas/os por esta serie de  papeles encuadernados, abandonamos la ansiedad que supone aguardar la próxima entrega en su blog. 

Adentrarse en la lectura de Mi tecato… es determinarse a mirar dos veces varios de los capítulos más interesantes del reciente pasado puertorriqueño. Se trata de montarse en “su minivan clase mediera” para detenerse en los semáforos o para atravesar la Isla rumbo a una celebración navideña, siempre con los ojos bien abiertos porque la tarea es compilar álbumes de fotos (fotos) y de esas (otras) fotos que van reuniendo admiraciones e irritaciones. Estas crónicas nos llevan con Brusi a todas partes: al RUM, al Mayagüez Mall, a las botánicas, al médico de su hijo, al cafetín de Chencha, a visitar  al encantador (santero) don Julián y a descubrir (la clandestinidad sustentable en) el huerto de don Tito. Incluso sus páginas te dan la oportunidad de descansar un sábado a la mañana en su casa y acabar compartiendo agua y sonrisas con dos señoras atalayas o de janguear con los amigos imaginarios de Rima. Con las crónicas recuerdas al tío Nobel redescubriendo cosas sobre el casi ganador, lo mismo que te topas con otras consideraciones sobre los casual days de nuestros años escolares. Con sus comentarios y opiniones revives tus rabietas por los desempleados por el Gobe, por el asesinato Jorge Steven y por las continuas e imparables ridiculeces de una clase política que no escatima en insultar y en lastimar al pueblo que pretende gobernar.  Con estas crónicas, asimismo, rememoras varios de los más dolorosos capítulos de lo acontecido a la universidad y a los universitarios.

Sus (“posmodernucos”) análisis sobre asuntos como el trabajo, la vagancia, el consumo y el tiempo, son, en mi opinión, inmejorables. En todos los casos Rima mira atentamente las argucias discursivas con que tan duramente se juzga vagancia en quien no tiene más que mendigar o en quienes se ven obligados a protestar. Ella devela lo absurdo de la arrogancia de quienes los/as descalifican porque lo que deben hacer es trabajar. Sí trabajar, como si de verdad pudieran hacerlo todas y todas los que lo desean, porque ellas y ellos ya siquiera son reserva del mercado laboral, hoy día directamente son poblaciones que “sobran”. (p. 110) 

Con Brusi somos consientes de las implicaciones de la nueva pobreza, de esos pobres que son pobres porque no cuentan con estándares consumistas “adecuados” y que son catalogados y catalogadas como crápulas o garrapatitas a los/as “hay que recordarles que such is life” (p. 87)  Y es que Rima Brusi sabe que aquí la pobreza sí existe, que somos (cuando menos) dos países y que “[l]os pobres no tienen al país en bancarrota […] [e]s al revés: los pobres son la evidencia de la bancarrota del país”. (p. 110) Pero en esta Isla (como en casi todo el Occidente de la modernidad a esta parte) ni siquiera el tiempo tiene el mismo valor para todos/as. Y no me refiero al valor monetario del tiempo-trabajo (en función de horas trabajadas), es algo más, porque en el libro de Rima el tiempo puede ser tiempo de condena (como en la crónica Vivian) o puede ser tiempo de espera para almorzar, para recibir atención médica o en el hold telefónico, puesto que el “valor promedio del tiempo de un/a ciudadano/a parece ser un buen indicador de su clase social” (p. 115). Quién sabe  si debemos revaluar seriamente la alternativa de “matar el tiempo” en lugar de maximizarlo, cuando menos el tiempo fabril que parece dirigir nuestras vidas incluso en lo más humano.

Estamos ante un libro importante por sus reflexiones políticas, materiales y (más que nada) humanas contenidas en él. La agudeza de sus críticas a quienes (con tanto desacierto) nos gobiernan y que nos sugieren el consumismo desmedido como único consuelo lúdico, son suficientes para recomendarlo como lectura ineludible (antes de y ante los comicios electoreros del 2012).

Sin embargo, lo que hace de estas crónicas una experiencia poco común es su contenido humano. Rima Brusi no se acerca al “mundo, su gente y sus objetos” con un talante tolerante, porque la autora no está interesada en demandas políticas y morales que acaben enjuiciando la vida ajena como peligrosa y distante (como los caracteriza Aurelio Arteta, en su ensayo “La tolerancia como barbarie”). No. Rima se implica, Rima forma parte, Rima no es objetiva y lejana, Rima es cercana.  Ella es de esas universitarias que a diario agradece “a la estructura y al azar trabajar aquí, en la Universidad. Aun cuando pele[a], aun cuando [se] enoj[a], aun cuando la Uni [le] muestra su lado más oscuro, prefier[e] este lugar a cualquier otro.” (p. 123).  Ella es de esas antropólogas culturales que haciendo trabajo de campo acaba ayudando al tembloroso santero a matar cuatro pollos cuando “[n]o se suponía que tuviera que ayudar” (pp. 20-25)  y que siempre está lo suficientemente atenta como para descubrir que los ojos de doña Chencha acabaron llenitos de lágrimas al recibir de Pipo, uno de sus primeros masajes (p. 180) Pero sobre todo, sabemos de su calidad humana porque  Rima Brusi es una mujer que se da cuenta de que su Tecato favorito tiene un cuerpo pequeño y una sonrisa grande (cuando decide compartirla con el mundo), y eso es, estoy segura, porque lo mira a los ojos como nos miramos cuando nos reconocemos como seres humanos. 

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