Pensar, Sr. Saldaña, es siempre un ejercicio radical, un movimiento que, en conjunto con las fuerzas de la imaginación infinita y sublime, recorre e inventa paisajes nuevos
Mara Negrón.
No hay palabras para describir la sorpresa, incredulidad y tristeza profunda que ha provocado la partida inesperada de Mara Negrón, intelectual de primer orden, profesora y defensora de nuestra Universidad de Puerto Rico. De Mara admiramos su palabra, su capacidad de escribir, su lucidez y destreza para arrojar luz y hacernos ver aquello que yace en la oscuridad. En la Universidad, su mera presencia en alguna actividad era suficiente para generarme admiración y atención, pues incluso su silencio no era sino signo de que en ella se gestaba una actividad de pensamiento profunda y rigurosa, que más adelante sin duda compartiría. Fuimos muy afortunados en coincidir con ella en la UPR.
Es muy pronto para hablar de toda su gesta y gran aportación a nuestra comunidad universitaria y región caribeña, pues todavía persiste el estado de incredulidad y habría mucho que decir y sé que otros y otras lo harán de muchas formas; pero ahora quiero compartir uno de los textos de Mara más recientes, uno de varios en defensa de nuestro proyecto universitario, en defensa de nuestra actividad de pensar, del pensar radical. Es un texto que me conmovió mucho cuando lo leí, me generó mucha fuerza, ímpetu y me inyectó energía en momentos en que no pocos sentíamos que nuestra Universidad estaba en el abismo. Recuerdo que al leerlo se erizó mi piel y admiré cada palabra hilvanada con las otras, su coraje y su verdad plasmada. Su voz fue muy potente para mí porque sentí (y siento) que nos reivindicó de muchas formas. Mara nos defendió y defendió aquello que tanto amamos, y lo hizo bella y excepcionalmente.
Aquí comparto este fragmento que ya antes había reseñado por aquí y que atesoraré siempre, no solo por lo que dice sino por el momento y la coyuntura en que lo dijo. Gracias siempre, Mara. Contigo continuaremos, siempre con la intención de situarnos en la radicalidad del pensar.
El texto completo se titula "Epístola a José M. Saldaña", publicado en la Revista 80grados.
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"Sr. Saldaña, soy radical y pienso radicalmente, pero le voy a aclarar por qué. No sin antes explicarle qué quiere decir «radical», al menos, en primera instancia, etimológicamente. Soy profesora de literatura comparada y no puedo evitar ir hasta la «raíz» de las cosas, como cualquier buen humanista. La palabra «radical» precisamente tiene en su etimología la idea de «raíz». Así que, en primera instancia, cuando hablamos de radical estamos yendo a la raíz de algo, a su origen histórico, a su fundamento. Luego, tenemos usos variados de esa palabra en el vocabulario matemático, por ejemplo, hablamos de sacar un radical, en química se dice que hay radicales libres, «una molécula (orgánica o inorgánica), en general extremadamente inestable y con gran poder reactivo», dice el diccionario, y en política «una posición que busca ir al fondo o a la raíz de las cosas». Pensar radicalmente supone comportarse como «esas moléculas inestables y con gran poder reactivo», que transforman, causan cambios y por supuesto revoluciones históricas. Pues pensar, Sr. Saldaña, es siempre un ejercicio radical, un movimiento que, en conjunto con las fuerzas de la imaginación infinita y sublime, recorre e inventa paisajes nuevos.
Como, por ejemplo, el infierno de Dante, que nadie había imaginado ni visto. La poesía y lo poético suponen un pensar otro y de lo otros, y en ese sentido, siempre chocan con el establishment del saber institucionalizado. Lo poético siempre reinventa la gramática de una lengua, es decir, revoluciona el lugar común del pensar y de un idioma. ¿Estaré siendo muy radical? Ciertamente. A todos los niveles de mi locución. Quiero decirle que leer también es un ejercicio radical. Transforma al que acomete tan noble y humilde tarea de abrir un libro y de vulnerarse a lo que viene de ese otro mundo. Por eso creo que sí, que cuando enseño soy radical y que leo con mis estudiantes autores radicales como a Sófocles, Dante, Shakespeare, Galileo, Descartes, Diderot, Voltaire, Kant, Freud, Einstein, entre otros. Todos ellos son radicales, pues ninguno de ellos visita el lugar común, ninguno de ellos le teme a la actividad más rebelde que es pensar e imaginar otros mundos.
¿Y son revolucionarios? Pues así lo creo. Totalmente revolucionarios. Desearon y escribieron para transformar el mundo que les rodeaba. Es quizá la única razón, o al menos la más excelsa por la que se pueda uno encerrar por voluntad entre cuatro paredes a escribir. ¿Transformar el mundo digo? ¿No es eso lo que se supone debe hacer la educación, y en particular la educación universitaria? La historia de las ideas – las humanidades – eso que estudiamos en las llamadas ciencias humanas, – (las facultades que en la universidad del Sr. Saldaña desaparecerían, y no estamos precisamente ante un Kant, ante un nuevo conflicto de las facultades) – es una larga ristra de eventos del pensar, de transformaciones y de luchas que implican cambios y que sólo aquellos que con cierta osadía se atreven, realizan. Y pagan con sus esfuerzos, exilios y censuras. Las universidades son espacios de disidencia desde su creación en la época medieval. Ya hubo huelgas en la universidad medieval, y ni hablar de los movimientos estudiantes del siglo veinte: Mayo del 68 o Tian’anmen."