7.11.09
6.11.09
conceptos fundamentales de la contratación
-para analizar la práctica de la contratación como una práctica social con múltiples racionalidades, una de ellas la jurídica, pero, como surge de la escena del Godfather, acaso la única?.
5.11.09
pa' to's los barrios de latinoamérica!
TP y sus narrativas que me detienen
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Rodríguez Ema dice...
2.11.09
mujeres protestan en performance al desnudo
el nuevo Supremo
02-NOVIEMBRE-2009 | EDITORIAL DE EL NUEVO DÍA
Pasmoso giro en el Tribunal Supremo
Para entender en toda su peligrosa extensión el activismo electoral que defiende el Juez Asociado, vale que pongamos en contexto la parte correspondiente de su opinión emitida tan recientemente como el pasado 14 de octubre.
Sostuvo el juez Torres Martínez:
“En verdad estamos ante dos visiones distintas de la función de la Rama Judicial y en particular, de este Tribunal… La independencia judicial no está en juego aquí. Es tiempo que aceptemos que el cambio en visión y filosofía jurídica por el que atraviesa este tribunal no significa el fin del mundo ni la hecatombe jurídica. Se trata del flujo normal de la marea judicial en una democracia, producto indirecto del mandato del pueblo expresado donde corresponde, en las urnas. Ese es nuestro sistema constitucional. Desmerecer ese proceso democrático no le hace bien a Puerto Rico”.
Para decirlo en sus acostumbrados términos, señor Juez: disentimos.
La independencia judicial -una garantía de que los procesos en los tribunales se llevarán a cabo con arreglo al Derecho sin miramientos a condiciones sociales, económicas y políticas- es tan vital para la supervivencia de la democracia, y digámoslo de una vez, de la Justicia (con letra mayúscula), que cubre más allá del derecho de un juez: es una obligación sine qua non de una judicatura libre e independiente que no puede estar a merced del escrutinio de los votos depositados en una elección general.
En esa independencia judicial se asienta la credibilidad del sistema de justicia y en consecuencia la legitimidad de las decisiones de los jueces, que tienen que estar revestidas de la majestuosidad de la imparcialidad y la igualdad al momento de la emisión de todo dictamen desde un estrado judicial.
Lo que plantea ahora el juez Martínez Torres -con evidente apoyo de los señores jueces asociados Rivera Pérez, Pabón Charneco y Kolthoff Caraballo, a tenor con sus votaciones en determinaciones medulares ante su consideración- es que las decisiones judiciales han de regirse, y evidentemente así se están rigiendo por ellos- a base de la “marea judicial”, esto es, de la resaca que deje el mar contencioso de las campañas políticas.
La peregrina doctrina judicial que implanta la opinión del juez asociado Martínez Torres derrota, para todos los efectos jurídicos, la sabiduría de nuestros Padres Constituyentes de 1951-52 quienes derrotaron la sugerencia de uno de sus Delegados para que los jueces fueran seleccionados mediante elecciones cada doce años. “¿Por qué meter a los jueces, para llegar al cargo, en contiendas políticas? Dicen las autoridades y dice la historia y el sentido común, compañeros, que es mucho más perjudicial a la dignidad, a la personalidad, a la integridad y a la capacidad del juez, que la ligera o no ligera intervención política que pueda tener en su nombramiento la intervención del Ejecutivo para su designación…”, planteó en contra de la propuesta el delegado Ernesto Ramos Antonini.
Si la opinión del juez Martínez Torres se mantiene como la nueva doctrina judicial en el País, nada más se estaría reviviendo, a la inversa, pero igualmente fatal para nuestro sistema judicial, lo que con gran sabiduría se quiso evitar por los autores de nuestra Carta Magna.
La vestidura de la toga no debe encubrir ropaje propio de políticos.
1.11.09
mujeres desde el poder; C. Gilligan desde M. Bachelet
P. Pero, tras vivir cuatro años la pompa del poder, ¿puede entender esa desesperación de algunos por no abandonarlo?
R. No soy un buen ejemplo para contestar eso. Lo único que quiero hacer en los meses que me quedan es cumplir los compromisos con la gente, porque a eso vine. Ahora... algunos dicen que el poder es sexy. Pero a mí no se me ha generado esa droga. El boato no me impresiona, ni los fuegos artificiales. Lo que sí he visto es que tiene que ver en algunos casos con la ambición personal, que puede ser ambición de fama. También he visto que hay en esto algo vinculado al género. No sé si es un tema de la naturaleza, o si es cultural, antropológico o biológico, o está relacionado con el momento de la historia en el que estamos. Pero he visto habitualmente en el trabajo (aunque, debo de insistir, hay de todo) que en general las mujeres se relacionan con el poder más desde la óptica del servicio a los demás.
P. ...Mientras que el hombre...
R. No quiero caricaturizar..., pero... parece ser que en el caso del hombre se ofrece una suerte de atracción fatal más potente por el poder. Le pasa una cosa distinta (aunque insisto en que hablo en términos generales, y hay excepciones). Se le produce una atracción por el poder que vive de manera diferente de una mujer. No estoy hablando de presidentes de la república. Lo he visto en jefaturas diversas, ministerios, muchos sitios: hay gente espléndida, encantadora, que cuando llegan a un cierto cargo se transforman en pequeños dictadores. Algo les pasa con las alturas. Llegan y se marean. No es que no pase con las mujeres, pero mi pregunta es si las mujeres no han tenido todavía suficiente exposición al poder para mostrar estas características, si a lo mejor es sólo un problema de tiempo, os es que hay algo más ontológico.
P. ¿Cuál cree que es la respuesta?
R. Éste es un juicio empírico; no pretendo armar una teoría, pero... Hay una mujer llamada Gilligan que ha hecho estudios de neurociencia basándose en observar cómo el niñito y la niñita resuelven los conflictos en los jardines infantiles. Ella dice que todos quieren resolver el conflicto (por eso no digo que los hombres llegan al poder a hacer una cosa mala y las mujeres una buena), pero las mujeres, cuando resuelven un conflicto, buscan el win-win solution. Buscan que el resultado sea bueno, pero no a costa de muchos heridos en el camino, sino de que ojalá todos salgan ganando. En cambio, los hombres se preocupan más por el resultado que por el proceso. No quiero asegurar que esto sea completamente cierto. (¡Y no digo que las mujeres son mejores que los hombres!). Pero lo que sí quiero decir es que creo que hay que buscar el mejor aporte de mujeres y de hombres, porque aparentemente hay algunos rasgos de liderazgo que pueden ser distintos, y con liderazgo complementario una sociedad puede hacer más cosas.