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23.7.13

Para hablar de responsabilidad convendría apuntar: the “I” is already social

Sigo con Dispossession: the performative of the political y la conversación entre Athena A. y Judith B. llega quizás al punto más interesante en el capítulo titulado "Responsiveness and Responsibility". En éste, desde el comienzo, se plantean: ¿Cuál es el lugar de cada una de nosotras para ser responsivas y responsables y poder vivir una vida política éticamente? ¿Cómo las diversas formas de precariedad, ya sean materiales y por las subjetividades que constantemente nos constituyen influyen esta respuesta?  


Lo primero que hacen plantear cómo es que hoy día la conversación sobre el ser 'responsable' o éticamente responsable está constituido de forma tan arraigada por los discursos neoliberales que ubican cualquier discusión o sentido de responsabilidad en los términos de 'responsabilidad personal', 'intereses', 'self-entitlement' (no encuentro un término en español que lo acoja completamente) y auto-preservación. Ejemplos como la idea de 'responsabilidad social corporativa' o la idea del voluntariado y la moralidad de las acciones 'caritativas' o del sacrificio personal, que comunmente escuchamos en este tipo de conversación e ilustraciones, son algunos de los ejemplos que ellas mencionan. Y luego de poner en cuestionamiento esa idea de la responsabilidad desde el 'yo', ambas pasan a explicar cómo podríamos concebir conscientemente otras formas de responsabilidad que se ubiquen en las afueras de estos discursos del proyecto liberal. Dejo un fragmento que ilustra lo rica que se pone la discusión. !Salud!.


AA: “We might consider what kinds of enabling spaces of politics open up on occasions where we find ourselves affected, undone, and bound by others’ calls to respond and assume responsibility. In a world of differentially shared sociality, if we are already “outside ourselves”, beyond ourselves, given over, bound to others, and bound by claims that emerge from outside or from deep inside ourselves, our very notion of responsibility requires this sense of dispossession as disposition, exposure, and self-othering….

Could you explicate the ways in which responsibility does not amount to the liberal and neoliberal apparatuses of moral narcissism and entrepreneurial governmentality?

JB: …

For me, the question of ethics is always a question of an ethical relation, that is, the question of what binds me to another and in what way this obligation suggests that the “I” is invariably implicated in the “we”. So, when I am called upon to care for another, or, indeed, to resist a social condition of inequality, or to oppose an illegitimate war or devastating occupation, it is not a matter of finding my bearings in my personal morality or my individual disposition. Rather, it is precisely because I am from the start implicated in the lives of the other that the “I” is already social, and must begin its reflection and action from the presumption of a constitutive sociality.” ...


11.7.13

¿Desposeernos para dejar de ser desposeídos?: una nueva performatividad en lo político

Hace unos meses comencé a anotar en este blog unas reflexiones producto de los trabajos y lecturas hechas en los últimos años relacionadas a lo común, lo político y el espacio de inter-relaciones. En Reflexiones 2: lo político no es personal, expuse brevemente que "hoy lo privatizado es precisamente lo político. La apariencia de un ámbito político en el cual podamos verter y develar lo antes escondido en la "esfera privada" ya no existe, pues aunque develemos lo escondido para llevarlo a lo político, allí la lógica que opera sigue siendo pasmosa y vorazmente privada (y sin ningún rubor)" y lanzábamos lo siguiente a menera de reflexión-provocación para un cuestionamiento más profundo: "Hoy es lo político lo que tendríamos que rescatar de su operación y racionalidad privada. Correspondería decir: lo político se ha privatizado. La consigna debería ser "Lo político no es personal"."

En otra de las reflexiones, Reflexiones 4: Entendidos ético-políticos ante un individualismo masificado, continué poniendo en aprieto la dupla dicotómica que mira los asuntos en los polos de lo individual versus lo colectivo: "El modelo de individuo y la libertad que terminó triunfante y se coronó a lo largo de todo ese proceso, terminó por convencernos de que toda neutralidad valorativa era (es?) un mejor precio a pagar que pensar en una nueva propuesta ético-política. Es la encarnación del prejuicio triunfante hacia cualquier concepto que se asemeje a lo político o a lo común entendido más allá del liberalismo capitalista. Al negar la idea de una o más propuestas ético políticas por temor a equivocarnos o por aferrarnos a la (solo aparente) libertad individual, paradójicamente sepultamos cada vez más nuestras posibilidades de libertad."

Sigo imbricada en estos temas y como parte de ellos, he comenzado a leer Dispossession: the performative in the political, un libro que organiza una especie de carteo o intercambios entre Judith Butler y Athena Athanasiou. Todavía me falta mucho por leer pero al saque veo que sus diálogos tienen la resonancia que busco precisamente para continuar las reflexiones que comencé con los temas antes expuestos. En un formato maravilloso, que tiene más de diálogo franco que de escritura hiper-académica, con los cánones que han restringido gran parte del decir desde los espacios académicos-intelectuales, estas dos intelectuales públicas se dan a la tarea de pensar en voz alta el concepto de la desposesión. Somos desposeídos, sí, pero el término es problemático así que lo abordan en toda su extensión y complejidad. 

¿A qué se refiere esta desposesión? Principalmente, a dos aspectos: en un primer plano somos desposeídos de nuestras subjetividades y en un segundo plano, tal cual la configuración del capitalismo moderno, la mayoría está y estará desposeída de las condiciones materiales que nutren su supervivencia y sus subjetividades a la vez. Ellas juegan con estos dos planos, los problematizan de forma tal que incluso la premisas del sentirse como poseedor a priori es cuestionado. De hecho, Butler se pregunta si es momento de, en el proceso de construir nuestras subjetividades, lo que ahora toca es de alguna forma sentirnos en la necesidad de desposeernos un poco, un poco nomás, hacia ciertas formas  de colectividades.

Yo lo traduciría así: ¿Por qué nos sentimos legitimados a hablar de sentirnos desposeídos cuando la controversia trata de derechos individuales -con un apriori claramente a tono con un liberalismo individual- que nos presupone individuos antes de cualquier subjetivación de la cual se nos priva, y sin embargo, parece hoy día cuesta arriba hablar legítimamente de los desposeídos de la tierra, de los medios, de la riqueza? Es decir, ¿por qué el apriori en este último caso no es el de que todos y todas deberíamos a priori ser legítimamente poseedores de lo que se nos privó? 

En todo caso, su diálogo busca atar estas dos formas de mirar la posesión y desposesión del sujeto. ¿Y cómo se relaciona esto con las reflexiones a las que hice alusión? El objetivo de este diálogo entre Butler y Athanasiou es precisamente poner en cuestionamiento las premisas de ese sujeto individual que el liberalismo construyó mediante el individuo que es soberano de su ser, y que para defender su subjetividad toma prenda de esa idea del individuo. Además, tienen un segundo objetivo, buscar cómo en la resistencia contra la desposesión en su segundo plano, la material, también se reproduce la idea de un sujeto-individuo que quiere reivindicar sus derechos propietarios, que también parten de la premisa liberal del individuo que enfrenta a la colectividad. 

Lo que he leído hasta ahora me parece no solo fascinantemente expuesto sino muy bien ilustrado con ejemplos de los movimientos sociales contemporáneos y controversias más álgidas: Israel-Palestina, los sin Tierra en diversas partes del mundo, las reivindicaciones de derechos sexuales y reproductivos, los reclamos de grupos indígenas en Australia, América Latina y Canadá, entre otros.

¿Cómo resignificamos esta dicotomía de lo individual versus lo colectivo que nos ha llevado al desgaste de la democracia liberal? ¿Cómo concebir un nuevo colectivo, un 'nosotros', común, que sea capaz de reconocer las subjetividades que algunos también quisieran erradicar? Esto en gran parte ha motivado mis búsquedas en estos meses (quizás años con el cuestionamiento de las premisas libertarias del Derecho de Propiedad) y por ahí van las reflexiones que he compartido en este blog. Y es eso también lo que encuentro en este diálogo en este libro.  Judith Butler lo expone hermosamente cuando usa la frase de "libertad con otros". Creo que en el fondo de eso se trata, de resignificar la idea de las 'libertades individuales' y quizás comenzar a hablar de libertades con los otros. En su prefacio, ellas definen su proyecto del libro de la siguiente forma:

"So we take up the question of how to become dispossessed of the sovereign self and enter into forms of collectivity that oppose forms of dispossession that systematically jettison populations from modes of collective belonging and justice".

Continuará...

éft
11 julio 2013.


19.5.13

Reflexiones 4: Entendidos ético-políticos ante un individualismo masificado


(4)

Asumir en toda su extensión la vieja idea de que es mejor la "neutralidad" en materia de valores ético-políticos frente a la pluralidad de posibilidades, es uno de los asuntos que más urge repensar. El trauma ante el fallo de la última propuesta ética-política que se presentó como alternativa al avance del liberalismo capitalista parece habernos convencido de la amenaza de todo aquello que presente algunos contornos éticos para vivir en comunidad. Pero ¿acaso la amenaza actual más temible no es precisamente el avasallador alcance de un individualismo voraz que sagazmente ha hecho desaparecer todo asomo de propuesta alternativa? ¿Acaso al momento no es más de armas tomar la normalización que hemos asumido de temer, al punto del desvarío,  cualquier acción de un número mayor a 1 que presente propuestas de solidaridad? Si tememos a la puesta en la mesa de ciertos entendidos ético-políticos para una vida en común, cometemos el error deja dejar el terreno de la vida vacío (pero solo en apariencia vacío). No es el exceso de lo comunal nuestro problema, es precisamente lo contrario: nuestro problema es el imparable avance del individualismo masificado, encarnado en muchos, sí, pero concebido en yo(s).

Hay vida en común querámoslo o no y, hoy día, la negación de ese hecho en la idea de que solo somos individuos (con una noción particular de individualidad) tiene la implicación de que a falta criterios para ser en lo común, el espacio lo ocupe una única moralidad conservadora y opresiva. Lo llenan precisamente quienes se benefician del solo aparente vacío que se hace llamar neutral para beneficio de un tipo de individuo. Es el resultado, entre otras cosas, de la Guerra Fría, del ‘fin de la historia’. El modelo de individuo y la libertad que terminó triunfante y se coronó a lo largo de todo ese proceso, terminó por convencernos de que toda neutralidad valorativa era (es?) un mejor precio a pagar que pensar en una nueva propuesta ético-política. Es la encarnación del prejuicio triunfante hacia cualquier concepto que se asemeje a lo político o a lo común entendido más allá del liberalismo capitalista. Al negar la idea de una o más propuestas ético políticas por temor a equivocarnos o por aferrarnos a la (solo aparente) libertad individual, paradójicamente sepultamos cada vez más nuestras posibilidades de libertad. ¿Renunciamos a ella y aceptamos sin más la aparente neutralidad triunfante?

Diría que no hay que temer a avanzar hacia unos lineamientos ético-políticos que sustituyan en contenido las desgastadas premisas del liberalismo actual y que nos propongan unos entendidos distintos para vivir en comunidad. La neutralidad del Estado liberal hace rato quedó desecha. Ya quedó deconstruida y está bastante maltrecha. ¿Qué hacemos entonces con lo que quedó expuesto? No bastaría decir que no existe la neutralidad del Estado frente a intereses 'ocultos' para lidiar con sus nefastas implicaciones diarias.  Seguir insistiendo en una falsa neutralidad que sea "indiferente" a las preferencias de los individuos tampoco parece ser suficiente. Hablar del respeto a la pluralidad como principio, por ejemplo, no es lo mismo (ni discursiva ni jurídicamente) que exigir del Estado mera "indiferencia ante las preferencias individuales". Haría falta dibujar los contornos de unas nuevas reglas del juego y no conformarnos con un relativismo valorativo o con un hiper-escepticismo que quizás producto de ciertos emplazamientos, sirvió en un momento para poner en jaque al poder y a la idea de verdad. Hoy día ese acercamiento en demasía tampoco es neutral y quizás su exposición ya cumplió su función.

El cuidarse de los peligros de la certeza en demasía, de la convicción inamovible o de la dictadura de la verdad es importante, pero no es ni puede ser sinónimo del "todo se vale" o de abandonar el tablero del juego. Conocer los peligros del aferrarse a una idea no es óbice para proponer contornos de eticidad sobre cómo queremos vivir, aunque éstos se transformen y no sean necesariamente universales. Lo que sí sabemos hoy es que dejar el tablón vacío y renunciar a esto último, implica ver como lo llenan arbitrariamente quienes sí tienen una narrativa monolítica que ofrecer, y la ofrecen precisamente en tiempos de incertidumbre y desgaste. Lo llenan, y vaya que lo llenan, con los peores valores: los de la exclusión, los del miedo, el odio, la avaricia, el egoísmo. ¿Qué proponer frente a eso?

No hay que temer a proponer contenidos mínimos para una ética-política común lo suficientemente plural que nos guíe en el continuo agónico de la vida en común, una ética-política que comience por repensar, y quizás revigorizar, lo más básico: el respeto, el amor, la solidaridad, la igualdad, la equidad, lo común, un nuevo concepto de individuo, una nueva noción de libertad.

éft mayo 2013.

22.1.13

The end of the common world has come when it is permitted to present itself in only one perspective


“[T]he reality of the public realm relies on the simultaneous presence of innumerable perspectives and aspects in which the common world presents itself and for which no common measurement or denominator can ever be devised. For though the common world is the common meeting ground of all, those who are present have different locations in it, and the location of one can no more coincide with the location of another than the location of two objects. Being seen and being heard by others derive their significance from the fact that everybody sees and hears from a different position.


[the] destruction of the common world [is] usually preceded by the destruction of the many aspects in which it presents itself to human plurality. … Men have become entirely private, that is, they have been deprived of hearing and seeing others, of being seen and been heard by them. They are all imprisoned in the subjectivity of their own singular experience, which does not cease to be singular if the same experience is multiplied in innumerable times. The end of the common world has come when it is seen only under one aspect and is permitted to present itself in only one perspective”.

H. Arendt, The Human Condition, p. 58.

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