Comunidades exigen más poderes - El Nuevo Día
13 de mayo de 2012.
La justicia ambiental  en Puerto Rico está minada por el  excesivo poder del que gozan algunos sectores del Gobierno, que viven de  espaldas a las necesidades y los deseos del ciudadano de escasos  recursos económicos.
Para cambiar este escenario, que  históricamente ha forzado a sectores con menos  poder a luchar por los  recursos y por el ambiente, las comunidades tienen que ampliar y  fortalecer sus alianzas de modo que puedan  reclamar contundentemente al  Gobierno hacer lo que le toca y distribuir mejor el poder.
Estas  ideas fueron la constante ayer durante las presentaciones y los  diálogos de la conferencia “Justicia ambiental y el derecho a la tierra:  Construyendo una agenda de futuro para Puerto Rico”. El evento,  organizado por la Corporación del Proyecto Enlace del Caño Martín Peña,  se realizó en el Museo de Arte de Puerto Rico.
“Veo esto hoy  como una nueva era de colaboración y de más agresividad. El Gobierno  está ahí para ayudarnos, está ahí por nosotros, lo que hay es que ser  más agresivo con el Gobierno, exigirle al Gobierno, y estas alianzas de  las que estamos hablando es la forma de hacerlo”, declaró el director  del Instituto Internacional de Dasonomía Tropical, Ariel Lugo.
Lugo participó junto a Harold Toro, director de  investigaciones del Centro para la Nueva Economía, al planificador  José  Rivera Santana y a Josen Rossi, presidente de la empresa de servicios  de construcción Aireko, en un panel intersectorial moderado por el  periodista José Javier Pérez, editor de El Nuevo Día.
“Tenemos  que exigirle al Estado que cumpla su función en rigor de lo que a  nuestro juicio debe ser una agenda y un proyecto de país que responda a  los intereses de la mayoría del país”, coincidió Rivera Santana.
“Pero  por otro lado, tenemos que fortalecer la capacidad de los ciudadanos y  de las comunidades para poder tener el poder y los instrumentos  políticos para hacer ese reclamo. Sin fuerza política y ciudadana  organizada, es cuesta arriba lograr esas transformaciones”, agregó el  planificador.
Se considera justicia ambiental la distribución  equitativa de las cargas y los beneficios ambientales entre todas las  personas de la sociedad, tomando en cuenta las situaciones de cada  comunidad, las capacidades de sus ciudadanos y la participación en la  toma de decisiones que les afecten.
De acuerdo con una catedrática en planificación de la  Universidad de Puerto Rico (UPR), el concepto de justicia ambiental aún  no se ha adoptado del todo en la Isla. “Aquí la gente no le reclama al  Gobierno de Puerto Rico que el desarrollo de tal proyecto constituye  un  problema de injusticia ambiental para unas comunidades. Sin embargo van  al Gobierno federal, a  la EPA (Agencia de Protección Ambiental de  Estados Unidos)”, afirmó la profesora Carmen Concepción.
No  obstante, esto no deslegitimiza las luchas de justicia ambiental que se  han dado en Puerto Rico. Lo que ocurre, según  Concepción, es que muchas  se han dado en el marco de luchas sociales, como las del Proyecto  Enlace del Caño Martín Peña y el Grupo de las Ocho Comunidades Aledañas  al Caño (G-8).
El caso del caño
La desigualdad social  que amenaza, margina  o provoca el desplazamiento de comunidades (sobre  todo pobres)  y que ha generado esas luchas, fue un factor que muchos  de los deponentes coincidieron en destacar durante la conferencia  de  justicia ambiental. También hubo consenso sobre la necesidad de que las  comunidades se organicen, se fortalezcan y compitan con las actuales  estructuras de poder. 
“Solo el que accede a la riqueza será  respetado en la propiedad (el pobre suele ser el desplazado)... La clave  en el caso del Caño Martín Peña ha sido esa nueva relación de poder”,  destacó la abogada Erika Fontánez, catedrática asociada de la Escuela de  Derecho de la UPR. Se refirió al modo cómo se organizaron las  comunidades del G-8, colindantes con el centro económico de la zona  metropolitana, la Milla de Oro, hasta crear el Fideicomiso de la Tierra  del Caño Martín Peña.
Explicó que este esquema hace que el suelo y  las propiedades estén en manos del colectivo, lo que les da poder para  usarlas como garantía en préstamos o inversiones que también sean para  el bien colectivo. El actual gobierno estatal, tanto como el municipal,  han atentado contra este sistema, que se ha distinguido por ser  democrático en la medida en que los residentes han participado en la  toma de decisiones desde el principio.
“Exigimos que nos dejen  trabajar y defender nuestros derechos, que el Gobierno se una a nuestros  intereses y no que los quiera acomodar a los intereses privados.  Exigimos, en fin, que nos devuelvan nuestras tierras y que vean como  estas comunidades pueden establecer un precedente de la verdadera  autogestión comunitaria en pro de la verdadera justicia ambiental”,  reclamó Melba Ayala, líder comunitaria en el G-8, empresaria y  presidenta de Excursiones ECO. 
Durante la jornada, Judith Enck,  administradora de la Región 2 de la EPA, reclamó solucionar el problema  de inundaciones en comunidades del Caño.
“Estamos muy preocupados  porque el agua de inundaciones suele estar contaminada con desperdicios y  químicos, y absolutamente tenemos que detener eso”, afirmó. 
“Nunca  había visto comunidades urbanas tan densamente pobladas carentes de un  sistema de alcantarillado moderno funcional”, destacó Enck.