20.10.07

Una entrevista a Sarah Peisch

Siempre en pie de lucha

La activista Sarah Peisch lleva 16 años en la Isla y ha librado múltiples batallas en favor del ambiente
sábado, 20 de octubre de 2007
Sara M. Justicia Doll / Primera Hora


Son las 11:00 de la mañana. El sol entra por la ventana que queda a la izquierda de la cama donde convalece la activista ambiental Sarah Peisch. Los rayos de sol le inyectan una energía singular a su frágil cuerpo que sucumbe por metástasis que surgió de un cáncer de ovarios. Al otro lado de la ventana de cristal se observa un pequeño humedal donde crecen palmas y uvas playeras. El paisaje de su hogar en el barrio Breñas, en Vega Alta, es muy similar al loiceño, a ese escenario por el que batalló por más de una década.
Recostada, levanta con dificultad un poco la cabeza, abre sus ojos enormes, lo mira, respira hondo con ayuda de una máquina de oxígeno, se revigoriza y habla. Ésa es su mejor medicina. No ingiere medicamentos para atajar el cáncer que la carcome. Decidió que la enfermedad siguiera su curso. Determinó no atravesar tratamientos que le robaran su esencia ni su capacidad de pensar. Aprovecha el tiempo que le queda con su mente lúcida y lo logra con su carácter siempre combativo. En una libreta violeta apunta todos los asuntos que tiene en agenda. Y son muchos... Su mente podría trabajar por una eternidad, pero su cuerpo amenaza con no permitírselo. Sarah, de 51 años, conversa de los proyectos, del futuro. Su mirada se llena de ilusión. Sus ojos aguados denotan nostalgia, quizás un poco de tristeza. Pero es su espíritu el que le permite enfrentar su enfermedad. Así, pasa los días y le compra tiempo a la vida.
Piñones y su batalla en contra del proyecto Costa Serena para el sector Monte Grande, Vieques versus la Marina, el acceso a las playas y el mejoramiento de la calidad de agua son sólo algunas de las batallas ambientales en las que fue protagónico el rostro de la maestra “gringa” que arribó a Puerto Rico hace 16 años.Vino a la Isla porque quería aprender más sobre el trasfondo de sus alumnos en Nueva York. Pero una vez aquí, se quedó, cautivada por su gente.
En una entrevista con PRIMERA HORA, Sarah habló sin tropiezos y con honestidad de lo rápido que pasó el tiempo, de cómo encara el cáncer y cómo vislumbra el futuro.
¿Cómo se siente?-
Me siento bien con todo el cariño y solidaridad que me ha dado mi familia, mis compañeros, los compañeros de todo el país. Me siento muy agradecida y muy feliz en muchas maneras... Ha sido algo bien bonito.
¿Sabía que era tan querida?-
Con la comunidad siempre he tenido una relación bien especial, luego de tanto trabajo y luchas fuertes. Pero la verdad, la solidaridad de todo el país ha sido, no sé... algo... sí... inesperado. Me ha ayudado tanto a seguir con un buen ánimo, me ha ayudado un montón.No tenía idea de cuán grande era...Grande es la luchaMira hacia un lado y ríe con energía.-Le pregunté a una amiga: “¿Era tan buena yo?”, y me dice, “sí, sí”. Lo que ha pasado ha sido grande, no es que yo he sido grande, lo que ha pasado sí ha sido grande... la lucha de Loíza ha sido grande. Yo tuve el privilegio de participar en la última década, pero antes de eso había 40 años.
¿Qué piensa cada vez que se levanta?-
Pienso en los proyectos y en las luchas que hay que dar, no dejo de pensar en eso.... especialmente en Loíza, los proyectos que tenemos son tan bonitos... ahora viene la próxima fase que siempre estuvo bloqueada porque había que invertir tanta energía para luchar en contra. Ahora podemos luchar con los proyectos ecoturísticos, proyectos de agricultura, culturales, de comida. Ésa es la próxima fase, pero no paran los reclamos... no paramos.
¿Cómo se desarrolló su enfermedad?-
Fui diagnosticada en enero de 2003, tenía 46 años. El cáncer de ovarios es muy difícil de diagnosticar, es hasta que llega a un punto bien avanzado que se detecta. Le digo a las mujeres que estén pendientes, no hay una buena prueba todavía, hay que cabildear como se ha hecho para el cáncer del seno porque no existe una buena prueba. El cáncer de ovarios es escondido, los síntomas pueden ser gastrointestinales. Siempre supimos que era un cáncer agresivo... Este verano nos dimos cuenta que sí, que tuve metástasis y empezamos a prepararnos a lo que había que hacer, la próxima fase. Hay que aceptar unas cosas, esta metástasis no es muy común.
¿Por qué desistió del tratamiento?-
Pensando y evaluando si tenía físicamente fortaleza, después con una caída que sufrí, pues tomé la decisión. Creo que es justo decir que he hecho una lucha bien importante en estos últimos casi cinco años... es importante que la gente sepa que tiene que seguir luchando cuando hay un diagnóstico de cáncer y el mío fue avanzado.¿Qué es lo más difícil?-Mmm.
¿Qué ha sido lo más difícil?
Lo más difícil es la incertumbre, qué va a pasar. Nadie tiene una bola de cristal. Así que hay que tener la actitud de seguir adelante y así no ha sido difícil.
¿Lo más gratificante? -Los compañeros que van a poder seguir la lucha.
¿Siente rabia?-
¿Rabia? No... de ninguna manera... quizás lamento. Todo el mundo quiere vivir quizás hasta los 200 años, pero yo soy bastante realista... no tengo ningún coraje.
¿Tiene miedo?-
Fíjate... yo creo que cualquier persona sí, pero por eso te digo, el apoyo, la solidaridad de la gente me ha quitado mucho de eso. La gente me ha dicho “estamos contigo” y eso ayuda increíblemente. La realidad es que cualquiera siente miedo, pero la solidaridad ayuda mucho.
¿Qué piensa que va a pasar con su energía?-
Hasta anoche estuvimos discutiendo proyectos y planes... Definitivamente tengo el espíritu y voy a seguir compartiendo y ayudando, si se puede, hasta el final. El cuerpo tendrá que hacer lo que tenga que hacer... yo no me arrepiento de nada, no estoy amarga, estoy bien orgullosa de la vida que he podido dar y orgullosa de compañeros que tengo.
Si volviera a nacer, ¿le gustaría nacer en Puerto Rico?-
Dieciséis años llevo aquí, desde el 1991. Me siento bien adaptada, estoy en casa aquí, de verdad estoy en casa, especialmente en las comunidades. Me siento tan cómoda al decir “vamos para Loíza, vamos para Guayanilla, vamos para una comunidad en Toa Baja”. Llegar a un pueblo, que tú no eres de ese sitio, se sintió tan cómodo, tus amigos, tus compañeros de lucha.
¿Valió la pena luchar tanto por Puerto Rico?-
Mucha gente ha tenido que give up (rendirse), aceptar que ponerse en este tipo de lucha tiene sus riesgos. Han tomado ese riesgo y eso hay que respetarlo. Se invierte mucha energía, sacar tiempo de las familias, la mayoría de las gentes son mujeres que realmente se preocupan. Tengo que decir que sí, muchas son mujeres que tienen que quitar tiempo de su familia, a veces hay hostigamiento en el trabajo y a veces no hay tanto apoyo como el que uno se espera de la familia o del esposo. Una jíbara gringaSarah sacó tiempo de su trabajo como maestra de inglés en la Universidad Politécnica, en la que laboró hasta febrero de este año, una faceta suya desconocida por muchos. Y siempre contó con el apoyo de su esposo desde hace siete años, el telefónico jubilado Andy Rivera, a quien conoció en la lucha de Vieques.
Sarah, ¿usted es gringa o jíbara?
Se ríe.-Fíjate, yo soy del campo en los Estados Unidos. Soy del campo, siempre me ha gustado la vida más tranquila en el campo. San Juan es la ciudad más grande en la que he vivido. Uno no puede negar sus raíces. Soy del este de Vermont, que es un estado con poca gente. Uno no deja de ser quien es... yo adoro a mi familia americana, no voy a dejar de ser eso, lo que no me gusta es el gobierno americano y lucho en contra del Gobierno americano y no contra el pueblo.
¿Cómo se enfrentó entonces a los “gringos” de la Agencia federal de Protección Ambiental (EPA) y la Marina sabiendo que había nacido en su mismo país? -
Representaban unos valores muy equivocados, es el Gobierno de Estados Unidos el que está equivocado. En el tratamiento de aguas usadas, la EPA estaba en otros siglos, no requerían los niveles de calidad que debían siendo Puerto Rico una isla tropical. No tenía ningún problema en denunciar. Por supuesto, lo mismo pasaba con la Marina.
¿Qué hizo que se quedara en Puerto Rico?
Ah, la gente. Obviamente, Puerto Rico es hermoso, pero fue la gente. Fue una cultura que me cayó bien, la comida, todo, todo, todo. Me sentí tan cómoda y caí con gente bien buena pronto después de llegar aquí.
¿Cuál es su comida favorita en Loíza?-Los jueyes de cualquier forma, me encantan.Y los chocolates amargos también. Durante la entrevista se deleitó con varios bombones.
¿Piensa que el tiempo ha pasado rápido? -Muy rápido, pero con muchas luchas y avances en las comunidades, gente nueva que se ha sumado, eso siempre es bien chévere, muchos jóvenes en Loíza. Si yo no estoy, pues vienen más.
¿Cómo describiría su vida?Silencio... -No quiero decir un reto, déjame ver... Yo diría que he tenido una vida con retos y muy rica, pero con muchos retos a nivel personal, a nivel de trabajo, y muy rica porque hemos logrado tantas cosas y con la verdad hemos demostrado que se puede tener mucho respeto. No hay que usar trampas, solamente la verdad y eso realmente es lo que gana el respeto. Es lo que gana y punto.
¿Cómo ve la muerte?-Todo el mundo va a morir, no tenemos una bola de cristal. Es un proceso que da miedo, pero es un proceso natural.
¿Qué se va a llevar?-Muchas memorias y voy a dejar muchas memorias también. El mensaje de que uno gana con la verdad, eso es lo que espero dejar y también el mensaje de solidaridad para mí es lo que me voy a llevar. Espero que la gente entienda lo que es el trabajo colectivo.
¿Cómo quiere que se le recuerde?
Silencio. -Quiero que me recuerden como una luchadora siempre a favor del pueblo, eso para mí es bien importante… y mi mensaje, hablar con la verdad, que me recuerden así. Es tan fácil hablar con la verdad, sin mentiras que te enreden.
¿Se lleva alguna decepción?-No... hay muchas cosas que no me sorprenden.
¿Cómo se seguirá su obra?-Escuchando a la comunidad, buscando documentos que sustenten y organizando. La información es el poder.El país toca fondoPuerto Rico está tocando fondo, si no lo ha hecho ya... Así define Sarah Peisch la situación que atraviesa la Isla en términos de la lucha ambiental y económica. Asegura que una va de la mano de la otra.
¿Cómo compara el Puerto Rico al que llegó en 1991 al que ve hoy?-Espero que no estemos tocando fondo.... pero hay muchos problemas que hay que atender. El pueblo tiene que organizarse, tiene que analizar lo que está pasando porque se va a encontrar con más problemas económicos, más problemas sociales y yo creo que a todos los niveles nos damos cuenta de eso.
¿Ya tocamos fondo?-Quizás.... estamos en esa dirección.
¿Cuál sería la esperanza? -Que la gente se ponga más colaborativa, más junta, que tomen más decisiones a nivel de su comunidad y municipio. Que la gente no tenga miedo de organizarse y se pongan a trabajar.
¿Cuál diría que es la lucha ambiental más grande? -
Mmm... Yo siempre he dicho que la lucha ambiental es una comunitaria, social. Yo veo que el asunto económico no está tan lejos de las luchas ambientales. No se puede desvincular lo ambiental sin reconocer lo que es la lucha del país, la lucha de justicia y la lucha económica. Uno de sus más consistentes reclamos ha sido el acceso a la información pública.
¿Qué se oculta?-Exacto... ellos ocultan porque saben que con esa información mejor preparan a las comunidades para enfrentar acciones y decisiones que no fueran buenas o que fueran ilegales en sí mismas. Es vergonzoso. El apoderamiento de la información es clave. Y el recurso natural más amenazado...-Nosotros somos el mejor recurso que tenemos y estamos amenazados como comunidad porque se nos están rompiendo nuestros entornos. Un pueblo sin agua, una isla sin costas, una isla montañosa sin montañas... no podríamos existir. Tenemos que acordarnos que somos una isla costera, no podemos ir destruyendo la costa, y ahora la vida central de las montañas y los recursos de agua. Yo no sé cómo se puede seguir.

17.10.07

El Premio Nobel y el Ambiente

17-Octubre-2007
Efrén Rivera Ramos
Catedrático de Derecho

El Comité Noruego del Premio Nobel ha tomado una decisión valiosa al concederle el premio Nobel de la Paz al ex vicepresidente Al Gore y al Grupo Intergubernamental de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático por sus aportaciones al tema ambiental. El organismo ha enviado un mensaje contundente sobre la importancia del cambio climático global y sobre la urgencia de tomar medidas para enfrentar sus peligros.
Algunos han cuestionado la relación entre la actividad de los galardonados y el propósito del premio de honrar a los que promueven la paz entre los seres humanos. La respuesta anticipada del Comité sigue una lógica persuasiva.
Afirma la entidad que el cambio climático - demostrado con evidencia científica convincente - amenaza las condiciones de vida de buena parte de la Humanidad. Puede provocar migraciones masivas y conducir a una mayor competencia por los recursos de la Tierra. Su peso mayor recaerá sobre los países más vulnerables. Todo ello, concluye, crea el peligro de que se incrementen los conflictos y las guerras, al interior y entre los estados del planeta. El reportaje abarcador publicado en La Revista de El Nuevo Día el pasado fin de semana ilustra las consecuencias ya visibles en la América Latina, incluido Puerto Rico, de las transformaciones en el clima global. Tenemos el problema en casa.
De menor resonancia mediática que el trabajo de Al Gore, el del Grupo Intergubernamental de la ONU ha tenido una trascendencia científica y política considerable. Creado en el 1988 por la Organización Meteorológica Mundial y el Programa Ambiental de las Naciones Unidas, ese grupo ha hecho acopio del esfuerzo de miles de científicos y funcionarios para dar cuenta del estado del conocimiento sobre el cambio climático y sus efectos y ha sugerido acciones gubernamentales y ciudadanas específicas para enfrentarlo.
Sus dos primeros informes condujeron respectivamente a la promulgación en 1994 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, firmada por 191 países, y a la adopción del Protocolo de Kyoto, que entró en vigor en el 2005, con la adhesión de 175 países. El protocolo, que no ha sido firmado por los Estados Unidos de América, establece límites por países a las emisiones de los llamados gases de invernadero. Próximamente se publicará en forma de libro el cuarto informe del Grupo, con énfasis en recomendaciones de política pública para todos los gobiernos del mundo.
Por supuesto, queda muchísimo por hacer. Más aún, el problema trasciende el cambio climático. Numerosos otros aspectos merecen atención: el manejo prudente de recursos naturales escasos, la disposición de desperdicios, la producción de energía, el acceso universal a los bienes comunes, el impacto desmedido de la contaminación en las comunidades pobres y el equilibrio entre la protección del ambiente y el desarrollo económico y social, entre otros.
Hay tres instancias clave en este movimiento: las acciones de los gobiernos, el activismo ciudadano y la labor de investigación científica y técnica de las universidades y los institutos especializados.
En Puerto Rico necesitamos ser más proactivos en estos asuntos urgentes. Aunque tenemos un movimiento civil fuerte, se requieren más vigilancia, participación y responsabilidad ciudadanas y mayor compromiso gubernamental. Nuestras universidades tienen programas relacionados con el ambiente, pero no son suficientes.
Le correspondería a la universidad pública, sobre todo, exhibir un protagonismo indiscutible en esta cuestión, fortaleciendo los programas existentes y creando nuevos. No debemos temerle a que nos acusen de “activistas”. Después de todo, el Comité del Premio Nobel le concedió el galardón a Gore y al Grupo de la ONU por sus esfuerzos para “construir y diseminar un conocimiento mayor” sobre estos males. Si a algo deben dedicarse las universidades es a “construir y diseminar” el conocimiento. Mientras más urgente el problema, mayor la obligación. A quienes no lo entiendan así, no habrá más remedio que educarles, tarea, por supuesto, genuinamente universitaria.

14.10.07

¿Qué es una ciudad sin el sorbo del café?

"Qué es una ciudad sin espacios públicos, sin caminantes, sin puntos de encuentro, sin el gesto urbano del bebedor de café que ahueca el cuerpo detenido en una acera y sopla la taza antes de sorber, o se habrán dado cuenta, de la risa del que corre para que la guagua no lo deje, para que la puerta no cierre? ¿Dónde en el mundo estos gestos? ¿Dónde en el mundo alguíen ríe al correr, como si la prisa y el esfuerzo fueran cosquillas?"

Eduardo Lalo, Los pies de San Juan (2002).

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