21 Diciembre 2010
Diálogo
Efrén Rivera Ramos
http://www.elnuevodia.com/columna-dialogo-845747.html
La administración de la Universidad de Puerto Rico creyó haber aprendido de sus errores durante la huelga de dos meses decretada el semestre pasado. Se aprestó a corregirlos. Pensó que el error había sido no haber actuado con mano realmente dura: es decir, haber vacilado en el apretón represor necesario y haberse dejado madrugar por los estudiantes.
Esta vez sería distinto. Tan pronto se anunció el paro de dos días en Río Piedras, la administración se movilizó a tumbar los portones y a lanzar contra los estudiantes un contingente de rompehuesos a sueldo para amedrentarlos. Sus decisiones no evitaron el paro. Por el contrario, lo fortalecieron y abonaron a desencadenar incidentes violentos verdaderamente lamentables.
Acabada la protesta de dos días, la administración solicitó inmediatamente al gobierno que mandara a la Policía a ocupar el campus de Río Piedras y a intervenir en otros recintos. La ocupación se ha materializado. Pero la crisis no se ha resuelto. Se ha recrudecido.
Es que parece que no se acaba de entender que no es cuestión de refinar y agilizar los métodos represivos para asegurar de una vez por todas, y a cualquier costo, el control de la institución. Tampoco ayudan los análisis que reducen los problemas de la universidad al asunto de las huelgas, como han hecho la administración y algunos sectores de la propia comunidad universitaria y del país. Las dificultades radican en otra parte.
Comiéncese por aceptar, como ha sugerido la agencia acreditadora de la UPR, que el férreo control politico-partidista del sistema universitario público es un mal de raíz.
Adóptese la posición de que la Junta de Síndicos no debe considerarse a sí misma como un organismo llamado a instrumentar los objetivos partidistas del gobierno de turno.
Sígase por admitir que el modelo de gobierno instaurado en la UPR es de claro corte autoritario. Que sus directivos se empeñan en exigirle a toda la comunidad universitaria que acepte sin más los dictámenes emanados de arriba, aunque sean arbitrarios, caprichosos, irreflexivos e irrazonables. Y que sus llamados al diálogo y sus profesiones de respeto a la libertad de expresión lucen como si en el fondo albergaran la pretensión de que los demás componentes de la comunidad se conformen con el lamento inconsecuente que no se toma en cuenta seriamente.
Lléguese a la conclusión de que la crisis fiscal que aqueja a la universidad ha sido creada por las propias acciones del Gobierno, como han señalado con acierto estudiantes y profesores, y muévanse sus dirigentes a reclamar con vigor que se deshaga ese entuerto a la mayor brevedad.
Muéstrense dispuestos a conversar de verdad con los diversos grupos que han sugerido numerosas alternativas a la imposición de la cuota famosa, que más que una solución fiscal se ha convertido en una especie de fetiche intocable, símbolo del poder incuestionable de los regentes universitarios.
Si hicieran todo eso, quizás podrían movilizar a la mayor parte de la comunidad universitaria a unirse para resolver en paz, sin guardia mercenaria ni policía, los complejos asuntos que merecen atención urgente y de largo plazo. Tal vez entonces los llamados al diálogo parecerían sinceros y capaces de convocar al encuentro de voluntades necesario para sacar a la universidad de la crisis en la que la han sumido las tozudeces de todo tipo.
Podría no estarse de acuerdo con ciertas actuaciones de algunos participantes en el proceso de huelga. Pero en estas circunstancias la responsabilidad mayor recae en quienes, al aceptar los puestos de dirección administrativa, le han hecho representaciones a la comunidad y al país de que tienen la capacidad para lidiar con efectividad con los asuntos universitarios, complejos y conflictivos como son. El compromiso adquirido les exige enfrentar sin ambages los retos mencionados.
Lo demás, como decía el poeta juanadino, es sueño vano, o simplemente “humo esfumándose en el cielo”. Lo único es que en este caso se trata de humo extremadamente tóxico, que a su paso deja infinidad de males.