A partir de enero de 2013 el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales contará con una nueva Secretaria: Carmen Guerrero Pérez. No hay forma de hacer un buen análisis si no se mira atrás unas cuantas décadas y se examina la trayectoria tanto de Carmen como del contexto de controversias y movimientos sociales en el eje medioambiental en Puerto Rico. El asunto puramente partidista me interesa menos, los grupos de interés que han dictado la agenda mucho más. Digamos esto por ahora: Además del mérito y la respectiva preparación y experiencia, ocupar una secretaría de gabinete implica, entre otras cosas, implantar y fomentar la política pública de la agencia y velar por que su Ley Orgánica se cumpla, ser la voz de esa política pública en la Rama Ejecutiva y ante el Gobernador, reconocer a los sectores y grupos de interés y saber aglutinar fuerzas y energías en la agencia para que funcione.
Para esto se necesita tener claro lo que significa hoy día ser una funcionaria pública (el deber ser del servicio público) saber escuchar, tener liderato -sin que eso implique arbitrariedad- y tener un compromiso genuino con el bienestar común y el interés público, todos conceptos muy maltrechos y que necesitan reivindicación. Quizás lo más que necesita reivindicación en estos momentos es el sentido de confianza, la sensación de que al mando de esa institución gubernamental, hay alguien verdaderamente íntegro, capaz de apalabrar con firmeza las necesidades del país y que pueda sentirse que esa persona nos representa. Y ese sentido de confianza no se busca en aras de descansar en el ejercer ciudadanía, sino para la posibilidad de ejercerla aún mejor y más efectivamente.
Carmen Guerrero Pérez para mí reúne estas características y puedo decir desde este blog, que siento que ella, su voz allí, representa un nos del cual me siento parte. Pero mejor aún, sus oídos allí, representan la posibilidad de disentir y ella cuenta con la inteligencia y sensibilidad de saber escuchar. Tanto lo primero, como lo segundo son importantes. Carmen, voz y oídos, corazón e inteligencia, marcan un nuevo ciclo de quehaceres intensos, al menos en la política pública ambiental. No hay que dejarla sola, al contrario, hay que ejercer la ciudadanía aún más intensamente.