17.10.07

El Premio Nobel y el Ambiente

17-Octubre-2007
Efrén Rivera Ramos
Catedrático de Derecho

El Comité Noruego del Premio Nobel ha tomado una decisión valiosa al concederle el premio Nobel de la Paz al ex vicepresidente Al Gore y al Grupo Intergubernamental de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático por sus aportaciones al tema ambiental. El organismo ha enviado un mensaje contundente sobre la importancia del cambio climático global y sobre la urgencia de tomar medidas para enfrentar sus peligros.
Algunos han cuestionado la relación entre la actividad de los galardonados y el propósito del premio de honrar a los que promueven la paz entre los seres humanos. La respuesta anticipada del Comité sigue una lógica persuasiva.
Afirma la entidad que el cambio climático - demostrado con evidencia científica convincente - amenaza las condiciones de vida de buena parte de la Humanidad. Puede provocar migraciones masivas y conducir a una mayor competencia por los recursos de la Tierra. Su peso mayor recaerá sobre los países más vulnerables. Todo ello, concluye, crea el peligro de que se incrementen los conflictos y las guerras, al interior y entre los estados del planeta. El reportaje abarcador publicado en La Revista de El Nuevo Día el pasado fin de semana ilustra las consecuencias ya visibles en la América Latina, incluido Puerto Rico, de las transformaciones en el clima global. Tenemos el problema en casa.
De menor resonancia mediática que el trabajo de Al Gore, el del Grupo Intergubernamental de la ONU ha tenido una trascendencia científica y política considerable. Creado en el 1988 por la Organización Meteorológica Mundial y el Programa Ambiental de las Naciones Unidas, ese grupo ha hecho acopio del esfuerzo de miles de científicos y funcionarios para dar cuenta del estado del conocimiento sobre el cambio climático y sus efectos y ha sugerido acciones gubernamentales y ciudadanas específicas para enfrentarlo.
Sus dos primeros informes condujeron respectivamente a la promulgación en 1994 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, firmada por 191 países, y a la adopción del Protocolo de Kyoto, que entró en vigor en el 2005, con la adhesión de 175 países. El protocolo, que no ha sido firmado por los Estados Unidos de América, establece límites por países a las emisiones de los llamados gases de invernadero. Próximamente se publicará en forma de libro el cuarto informe del Grupo, con énfasis en recomendaciones de política pública para todos los gobiernos del mundo.
Por supuesto, queda muchísimo por hacer. Más aún, el problema trasciende el cambio climático. Numerosos otros aspectos merecen atención: el manejo prudente de recursos naturales escasos, la disposición de desperdicios, la producción de energía, el acceso universal a los bienes comunes, el impacto desmedido de la contaminación en las comunidades pobres y el equilibrio entre la protección del ambiente y el desarrollo económico y social, entre otros.
Hay tres instancias clave en este movimiento: las acciones de los gobiernos, el activismo ciudadano y la labor de investigación científica y técnica de las universidades y los institutos especializados.
En Puerto Rico necesitamos ser más proactivos en estos asuntos urgentes. Aunque tenemos un movimiento civil fuerte, se requieren más vigilancia, participación y responsabilidad ciudadanas y mayor compromiso gubernamental. Nuestras universidades tienen programas relacionados con el ambiente, pero no son suficientes.
Le correspondería a la universidad pública, sobre todo, exhibir un protagonismo indiscutible en esta cuestión, fortaleciendo los programas existentes y creando nuevos. No debemos temerle a que nos acusen de “activistas”. Después de todo, el Comité del Premio Nobel le concedió el galardón a Gore y al Grupo de la ONU por sus esfuerzos para “construir y diseminar un conocimiento mayor” sobre estos males. Si a algo deben dedicarse las universidades es a “construir y diseminar” el conocimiento. Mientras más urgente el problema, mayor la obligación. A quienes no lo entiendan así, no habrá más remedio que educarles, tarea, por supuesto, genuinamente universitaria.

poder, espacio y ambiente's Fan Box