9.7.08

buenos aires: lo visible/invisible







Antes de irme a Buenos Aires -hace exactamente dos semanas- estaba leyendo el nuevo libro de Eduardo Lalo, Los Países Invisibles (Premio de Ensayo Juan Gil-Albert-Ciutat de Valencia 2006). Ya había comentado algo sobre otros dos libros de Lalo por el blog, en alusión a sus miradas de la ciudad (Dónde y Los pies de San Juan). En este nuevo ensayo, Lalo nos lleva a una mirada a ese Otro de Occidente a través de lo que él llama las ciudades hipervisibles, copias de las auténticas, vacías, muertas, porque no son sino mito, y -desde una función narrativa-filosófica- critíca, nos presenta cierta miopía de esas grandes ciudades que no pueden reconocer "la ficción de su invención, de sus leyes y de su grandilocuencia" (Londres, Venecia, por ejemplo). Se dirige entonces a esas Otras, las ciudades y los países invisibles, aquellos con posibilidades de encontrar elementos discursivos liberadores de las imposiciones simbólicas del Occidente geopolítico.

Hiperconsciente de lo que al momento había leído de Lalo, me fui a Buenos Aires (con propósitos académicos, valga aclarar por si acaso) con todo el entusiasmo de encontrar allí visibilidad, no aquella ficticia de la Venecia (Lalo alude a una Venecia muerta) descrita por Lalo, sino visibilidad en lo invisible (¿?). Y antes de irme quedé, en el primer acercamiento a este libro, con una cita de Lalo en reacción a otra de Ray Monk en atención al trabajo de Wittgenstein:

"¿No constituirá nuestra tarea la de exorcisar la condición que hace que, lo que esté frente a ciertos ojos, se convierta en una estructura opaca que borra sus contornos y, que aún así, paradójicamente, da un mensaje que se pone en papel, con la actitud escencialista del escriba, y que dice en un diálogo de sordos: "Esto que no ves basta y sobra para que no veas más" y "Esto que no te ve y ves es el mundo, no hace falta añadirle nada a lo que ya te incluye como un olvido"". (en Lalo: 2008, 17).



Bueno, a Buenos Aires fui con el objetivo de hacerme parte del panorama viviendo un ratito la ciudad, desde la inescapable otredad, pero con ánimo de ver más allá de las famosas parrilladas argentinas, la copia de vino y los pasos de tango con el fondo de Gardel, de lo cual todo el mundo pregunta a mi regreso. Bueeno (aquí con el acento porteño), hice ambas cosas (lo de las parrilladas, el vino y ver los pasos de tango); y algo de lo otro también, aunque con poco tiempo. Vi a una Buenos Aires viva, visible, sí, con intensas y fuertes invisibilidades, hermosa, ágil, política, llena de contradicciones, esperanzadora en ánimo, llena de humanismo y corazón, con mucho que armar por delante, y viva, sobre todo viva. Jóvenes y viejos por las calles de la ciudad con diversos rostros en distintos ánimos, la invisibilidad de tantos otros jóvenes y viejos en los paralelos de ésta, el disfrute de la parrilla y la copa de vino, universidades y discusiones académicas, los puestos de flores y revistas, las milongas, el tango y las chacareras, el cansancio de un día de trabajo en un vagón del tren, los cartoneros, el helado y el dulce de leche, los payasos en la calle provenientes de algún extraño festival (nunca lo supe), los cacerolazos llenos de contradicción en la esquina de Santa Fé, la jóven en el tren con las tirillas de poemas en busca de intercambio monetario, o el jóven vendiendo alfajores (por cierto, claro está, aprendí que los alfajores no son todos son iguales, por supuesto!). las madres jovencitas cubriendo a los niños del frío con mantas y con su cuerpo mismo, el teatro repleto en cualquier librería, las vitrinas de libros, las carpas en el Congreso reflejando tensiones y contradicciones, encuentros y desencuentros, las ferias de antiguedades reflejo de los pasos de otros antes y sus identidades, el jóven con la guitarra en la estación del tren presto a tocar cualquier canción cubana a falta de una boricua en su repertorio, los besos en las plazas y las muestras de afecto, el acento incomparable de un "y vos de dónde sos" o un "ché, ¿cómo andás?". ah, y por supuesto, la respuesta obligada al gracias: "no, por favor!" o simplemente el cariñoso "por favooor"..

En fin, Buenos Aires, una gran ciudad, visible aún, al buen decir y llena de invisibilidades. las fotos son de algo de lo visible; lo invisible, como tal, mucho me temo que quedó allí, y aún lo que logré visibilizar es imposible compatirlo.







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