En búsqueda de historias de vida de mujeres intersectadas por el Derecho de Propiedad, leímos en los pasados días parte del libro de John Brentlinger, Villa Sin Miedo ¡Presente! (Claves Latinoamericanas). El libro, que es una recopilación de entrevistas y fotos de la comunidad de rescatistas de principios de los ochenta, Villa Sin Miedo (como la llaman los miembros de la comunidad hoy día, "La Villa") tiene entrevistas extraordinarias, pero sobresale la de Ada Rivera. Ada, líder comunitaria -que también es entrevistada en el documental "A Desalambrar" en pleno rescate antes del terrible desahucio de la comunidad- contesta varias preguntas, como la pregunta sobre el qué significó la experiencia de Villa Sin Miedo para ella como mujer. Se aborda también su faena y la de su familia en un día cotidiano en una comunidad de rescatistas y la narración de Ada sobre el día que la arrestaron cuando las autoridades fueron a cortarle los servicios de agua y luz como una forma de desalentarlos previo a lo que sería uno de los desahucios más violentos y recordados de nuestra historia. Les dejo con parte de la entrevista:
(pág. 45)- "Le preguntamos qué significaba para ella, como mujer y madre, ser parte de Villa Sin Miedo:
Lo primero fue trabajar mucho junto a mi compañero para conseguir un techo para nuestros hijos. Esto significó para mi un gran cambio a nivel personal. Tú dejas atrás todo lo demás y te concentras en el trabajo y la tierra. Cambié mi vieja rutina de estar en la casa cuidando a los niños por otra completamente diferente en la que trabajaba día y noche integrada a la comunidad.
Lo próximo que aprendí es lo que significaba una lucha, y todo lo que puede implicar ayudar a que este país tome conciencia. Desde los primeros días que estuve en la comunidad me di cuenta de que estábamos en una lucha contra el gobierno del país. La cuestión de conseguir un terreno se convirtió en una cuestión política. Lo que estábamos haciendo era ilegal. Atentábamos contra la propiedad privada, y esto significaba una lucha contra el gobierno. Y cuando vas a eso, surge otra cosa, descubres que estás luchando contre el gobierno de una colonia.
-Pág. 45 y 46
Ada es menuda, delgada y delicada, de voz y trato suave. Cuando hablamos en esta ocasión estaba tan cansada que no podía oírla. Había tenido un día largo como siempre. Por la mañana había cocinado, recogido la casa y lavado la ropa, con todos los inconvenientes de tener que vivir en un espacio tan reducido con sus compañero y tres hijos. Habían venido visitantes, algunos a ver la comunidad, otros en busca de ayuda. Al mediodía su hija había salido para la escuela después de tomarse una sopa bien espesa, iba con un traje inmaculadamente limpio (que acababa de plancharle Ada), con papel y lápiz, y dinero para comprar leche.
Por la tarde había dirigido una brigada de trabajo en la comunidad. Su estilo de dirigir era simple y eficaz, empezaba recogiendo basura o haciendo cualquier cosa, y enseguida se le unían algunos niños y uno que otro hombre o mujer que podían ayudar. Al rato ya se había formado un grupo de trabajo para realizar todas las tareas. Ese día limpiaron y recavaron zanjas de desagüe, recogieron y quemaron muebles desechados y basura, cortaron la yerba y limpiaron el área de lavandería. Ya por concluir la tarde, se bañó, cambió de ropa y preparó la cena. Luego hubo una reunión en la comunidad que duró hasta después de las 11:00pm. Entonces dijo que podía hablar con nosotros.
Mientras hablábamos Miguel escuchaba y jugaba con el nene en la cama de matrimonio. La nena dormía en una cama pequeña que compartían los niños y Ada se sentó al borde de la cama para doblar la ropa limpia. Le pedimos que nos contara de la vez que la policía fue a cortar la electricidad y el agua. Ese había sudo uno de los momentos más difíciles en la villa antes del desahucio y la culminación de una serie de ataques y hostigamientos por parte de la policía.
Esa fue una experiencia bien triste, dijo. Esa fue una de las ocasiones en que una se sintió impotente por el hecho de ser mujer, por el hecho de tener menos fuerza física, porque mi compañero no estaba en ese momento.
Eso ocurrió a las 6:30 de la mañana. Yo estaba durmiendo con los nenes en la casa, y me despertaron gritando que la policía había llegado a cortar la luz. Algunos compañeros llegaron en un jeep frente a mi casa y yo salté casi automáticamente, con mi ropa de dormir y una bata de casa, y llamé a la vecina de enfrente para que se quedara con los nenes. Fuimos a la parte de enfrente donde se habían reunido. Había un escuadrón de 35 policías y vemos como empiezan a tomar una forma circular para ir (página 48)acercándose a la comunidad. Los residentes estábamos reunidos conversando. Dijimos “NO vamos a contestar las provocaciones. Nuestro caso está en los tribunales y la policía ni puede estar en estos terrenos hasta que el caso se decida”.
Sin embargo, se acercaban de una manera amenazante, agresiva y desafiante, como ellos acostumbran a acercarse, y el teniente coronel de la policía de Río Grande se dirige a mi con el altavoz y me dice que no interrumpamos su labor, que ellos vienen a acompañar a los que vienen a cortar el agua. Entonces, yo, que en otras ocasiones me había comunicado con él, le digo: “Mercado, tú sabes que el caso está en los tribunales y no tienen derecho a cortarnos el agua, que no nos pueden dejar sin agua, que tenemos a nuestros hijos aquí. ¿Cómo vamos a cocinar?
Mientras estábamos hablando con ellos se van acercando a la comunidad. Me acerco al grupo para decirle que no se acerquen, que no respondan a provocaciones, entonces quedo más cerca del grupo de la policía y ahí es cuando este coronel con quien yo estaba hablando da la orden “!Arréstenla!”. De pronto me diento agarrada por la parte de atrás de los brazos, surge del grupo de rescatadores una compañera que se abalanza y me agarra porlos hombros pero no es suficiente. Sólo recuerdo que bajo una lluvia de tiros somos arrastradas por todo el paseo de la 65 hasta donde tenían los vehículos estacionados, dos gentes arrastran conmigo y dos más arrastran a Sandra, la compañera que se tira a evitar mi arresto.
Nos esposaron y nos pusieron en el carro, y cuando me quejé de que aquello era un abuso y pregunté qué era lo que iban a hacer con nosotras, uno de ellos desenfundó su revólver y lo apuntó hacia mí. Nos quedamos calladas y así mismo llegamos a la cárcel de Río Grande. Cuando nos fueron a meter en la celda nos empujaron arrastradas teníamos todo herido, desde el tobillo hasta la cadera, todo raspado y herido y lleno de sangre. Sandra había perdido toda una uña del pie, estábamos destrozadas y toda la ropa se había roto en el arrastre.
Solicitamos que se nos permitiera hacer una llamada a los abogados, pero un agente que se llamaba Chapman dijo que no podíamos. Ahí es cuando yo me desespero, porque recuerdo el tiroteo que oí cuando me estaban arrastrando, por la gente que podía haber resultado herida y, en específico, porque yo tenía los nenes allí. Entonces, vuelvo a llamar a mi cuñada para pedirle que fuera a la villa y me recogiera los nenes. Pero tampoco logro hacer esa llamada.
Ahí pues, me puse a llorar y Sandra también. Lloramos un rato, un poco, la verdad es que estábamos nerviosas y nos sentíamos bien mal, bien sucias. Nos ardía el cuerpo de las peladuras que (página 50) teníamos y no sabíamos lo que nos esperaba porque conocemos casos de mujeres que han sido malamente dañadas por los agentes de la policía de Puerto Rico, y ambas conocemos bien de cerca el caso de Jessica, un caso que ocurrió en Puerto Rico, donde la policía asesinó a una muchacha. Así que nos dimos ánimo. Cuando terminamos de llorar nos dijimos: “Vamos pa´lante, vamos a tener ánimo. A los bebés los van a cuidar allí y las personas que están heridas que se comuniquen con el comité.
…
(página 53)
Ustedes me preguntaron qué significa para mi como mujer ser parte de Villa Sin Miedo. Fue bueno que yo participara pero implicó muchos sacrificios. Tuve que despertar a mis hijos en muchas ocasiones para realizar diferentes trabajos. Tuve que dejarlos muchas veces y, como madre, esa era una experiencia nueva para mí porque siempre habíamos estado juntos, nunca me había separado de ellos. Hubo muchos cambios y tuve que bregar con un montón de situaciones nuevas.
La mayor parte de mi tiempo se lo dediqué al trabajo de la comunidad y tuve muchas experiencias agradables como mujer. Antes de rescatar nunca había tenido al experiencia de coger un Pozzi y una pala. Esas eran cosas nuevas a las que me enfrentaba. Tuve que enfrentarme a la autoridad. Tuve que romper con una serie de cosas que traía desde niña, de lo que es ser una mujer, cosas como las que te dicen que no puedes ponerte a hacer guardia a las 8 de la noche o estar aquí pendiente a recibir la policía. Estas eran cosas nuevas. Pero las mujeres trabajamos y luchamos junto a los hombres y ayudamos a que los hombres nos vieran como un compañero que estaba ayudando a rescatar esa tierra.
Comprobé que una se prepara más con la práctica, día a día, que una se fortalece con todos los aspectos de la lucha, que cuando una está dispuesta a conseguir un techo para los hijos, una se siente más fuerte para luchar contra cualquier fuerza que quiera destruirla. Así que lo que más logré como mujer, como madre, de esa experiencia es fortaleza, práctica y decisión. Una experiencia así te prepara más para bregar con tus hijos y te ofrece deseos de desarrollarte más día a día.
(fotos Colección Claridad; Freddie Toledo, 1982)