26.11.10

Epístola a José M. Saldaña (Mara Negrón)


Pensar es radical…

Citamos:
«No es de extrañarse – aunque debe censurarse- el que miembros de la Junta de Síndicos por razones de pura politiquería partidista, obstruccionista se opusieran al nombramiento (de Ana Guadalupe). […] Creo que es necesario poner todas las objeciones y protestas que han trascendido respecto a este nombramiento en su justa perspectiva ya que se ha querido transmitir por todos los medios una versión acomodaticiamente distorsionada de la realidad. […]
«En varias ocasiones y en varios escritos he manifestado que desde un principio en la Universidad de Puerto Rico ha existido un grupo sustancial del profesorado que son activistas de tendencia política de izquierda, particularmente en las facultades de las Ciencias Sociales, de las Humanidades, Comunicación y Pedagogía. Este grupo promueve y manifiesta su fuerte apoyo a la independencia del país, al nacionalismo y al socialismo. Lo que más claramente define a esta subcultura académica es el compromiso con la idea de que es urgentemente necesario un cambio político y que éste tiene que lograrse solamente por un proceso revolucionario.
«Muy significativo es el hecho de que cuando hay administraciones universitarias que pueden considerarse débiles, populistas y con sesgo ideológico hacia la izquierda – como la anterior – estos elementos proliferan y ganan acceso a la alta jerarquía institucional obteniendo considerable poder para transmitir sus idearios más allá de los recintos universitarios por medio de actividades académicas oficiales como conferencias, simposios, talleres… etc.
«En ocasiones anteriores he manifestado que esa opción de cierre es posiblemente la más adecuada y necesaria para repensar de arriba hacia abajo a ese recinto que las más de las veces aparenta haberse salido de su cauce y ser ingobernable. A los efectos de buscar alternativas ante esta posibilidad, me permito sugerir –entre otras-que se considere seriamente cerrarlo y trabajar para convertirlo en uno principalmente de programas graduados y de escuelas profesionales. Mover los programas de bachillerato a otras unidades del sistema. Mover de ese campus toda la investigación de ciencia y tecnología, creándose para ello institutos autónomos o independientes.»
Firma este artículo de opinión, – publicado por el periódico El Vocero el 28 de octubre-, como ex Presidente de la UPR, el Dr. José M. Saldaña.
Dante Alighieri leyendo su poema. Por Domenico di Michelino, 1465
Si me encontrara en medio del camino de mi vida en una selva oscura y, como Dante Alighieri en compañía del poeta Virgilio, tuviese que bajar al infierno, me preguntaría quiénes serían los personajes, entre mis contemporáneos, que colocaría en los distintos círculos del infierno. La osadía de Dante, además de sus compromisos políticos en defensa de los güelfos, los cuales le opusieron al Papa Bonifacio VIII, le costó el exilio. En su Divina comedia se atrevió a concebir un infierno de este mundo, por tanto, no un juicio postergado al futuro de una vida después de la muerte. Dante otorga de cierta forma una supremacía moral al poeta. Sólo el poeta puede bajar al infierno, vivo, y regresar a este mundo a escribirlo. El poeta es, por consiguiente, la memoria que regresa de los bajos mundos. Asimismo, Dante concibe al poeta como el que contempla la decadencia de sus contemporáneos. Por eso no lo pensó dos veces cuando se trató de nombrar por su nombre propio a ciertos papas, los poderosos de su época. Entonces, también digamos que Dante concibe el pensar de la poesía cercano a una cierta idea de la justicia. Ésta no está muy lejos de esa justicia retributiva previa a la era moderna, que consistía en castigar de acuerdo a lo que se había hecho: un castigo merecido. Una justicia que se concebía como punitiva. Dante, no obstante, se reserva el derecho supremo de simpatizar con algunos de los condenados del infierno, y no con otros. Así, al hacerlo, discrepa de una interpretación estricta de los sacramentos cristianos.
Continúe, por favor, en la Revista 80grados.

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