20.2.11

Una invitación a leer con apertura

En días recientes se publicó en la Revista 80grados un artículo de la autoría del profesor Carlos Pabón (Facultad de Humanidades UPR), titulado Fungir como Docentes. El artículo, que el profesor Pabón dirige principalmente a la comunidad de docentes de la UPR, ha llamado la atención de la comunidad universitaria, ha provocado algunos debates (unos más serios y de rigor que otros) y ha sido compartido ampliamente por las redes sociales. Dos colegas de la APPU han presentado una reacción en la misma Revista en un artículo titulado En defensa de la APPU que habría que analizar en su momento. Me consta que lo planteado por Pabón se ha instalado, además, como tema en los salones de clases y en coloquios informales en la Universidad.

No han sido pocos los que han descartado, casi de manera automática y sin razones, los planteos (complejos e importantes, por demás) que Pabón lanza en el escrito. El sábado 19 de febrero, por ejemplo, en el periódico citan de manera muy reduccionista  algunos de los señalamientos que Pabón explicita en su texto, quitándole así complejidad a lo que allí se expone (se esté de acuerdo o no) y, lamentablemente, reduciendo a tal grado las temáticas que el artículo recoge, que se corre el riesgo de echar al desperdicio la oportunidad que se nos presenta para generar muchos de los debates que conviene tener en estos días. Sobre esto la profesora Malena Rodríguez (Antes de que anochezca, III) llama la atención cuando expone que: “[h]ay que colocar las expresiones de Carlos Pabón, no como quiebres o fisuras negativas en el cuerpo docente sino como posibilidad de apertura y de intervención y diálogo compartido con otros sectores”.

Me parece que lejos de simplificar y descartar de manera automática lo expuesto en el artículo convendría abordar responsablemente lo que éste explicita y propone. Para esto se requiere estar dispuestas y dispuestos a leer con la apertura suficiente para incluso dejarse convencer, para darle la oportunidad al otro que nos interpela a que nos saque de la comodidad del pensamiento y posicionamiento que ya hemos adoptado. Toda lectura debería suponer eso, de lo contrario es vana. Así que, como en otras ocasiones, hago una invitación a que al menos en estos días, en estos tiempos de poca certeza y mucha controversia, abordemos lo que el otro y la otra tenga que decir en su mejor luz y con ánimo y propósito deliberativo.

Veamos las preguntas que lanza el colega Pabón, los planteos que hace sobre asuntos no poco controversiales y que adquieren una relevancia importantísima en estos días. Hago una lista de lo que considero serían los temas y preguntas que darían pie a debates más amplios y que convendría abordar y no esquivar (algunos de manera casi urgente).

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Llamado al profesorado a pensarse como cuerpo singular y examinar las formas en que esta crisis nos atañe directamente.

¿Qué quiere decir con esto? La pregunta nos convoca a pensar lo que parece ser un problema político-identitario. ¿Cómo estamos actuando los profesores y profesoras? ¿Cómo y desde dónde nos ubicamos en esta controversia? ¿Son nuestras acciones unas articuladas o desarticuladas en función de una respuesta o reacción a las acciones de otros sectores universitarios? ¿Nos limitamos a apoyar o no apoyar las ‘luchas’ y reclamos (sin entrar en los méritos de esos reclamos) de esos otros sectores y no actuamos lo suficiente respecto a los nuestros? ¿Porqué? ¿Qué condiciones producen esto? ¿Cómo deberíamos hacerlo? Por complejo que sea el tema, como logramos abordar preguntas como ¿Qué estrategias, deberíamos adoptar, discutir?

Ante estas preguntas, Pabón hace un llamado al profesorado a pensarse como tal, a analizar las formas en que esta crisis universitaria en particular (porque ha habido muchas), nos está afectando directamente. Invita a buscar consensos y a un intento de formulación de estrategias sobre temas que menciona y que están desatendidos debido a que el escenario y el espacio público ha privilegiado ciertos temas sobre otros.

-2-
Reconocimiento de la diversidad entre el profesorado y el asunto de la representación: ¿Podemos constituirnos como profesores/as?

Todos y todas sabemos que el cuerpo docente de la UPR no es homogéneo, que ha sido muy difícil lograr convergencias y organizar nuestros elementos en común de forma tal que podamos -más o menos coherentemente- atajar asuntos que nos afectan a todos y todas. También conocemos que si bien existen organizaciones como la APPU y la CONAPU, no todos los profesores y profesoras están afiliados o se sienten representados por éstas. Estos asuntos tienen resonancia en cómo el profesorado se concibe, en cómo actúa, en las posibilidades de reunirse, conversar y hacer planes de acción. En el fondo es inevitable atender las controversias sobre quien representa a quien y la legitimidad para hacerlo, así como el diseño de los procesos para la toma de decisiones de un sector que a pesar de tener mucho en común, es tan diverso. Son temas ineludibles, muy difíciles de abordar y quizás imposibles de atender en el corto plazo, pero son temas legítimos a plantear, independientemente de las respuestas que diversos sectores del propio profesorado podamos ofrecer. Pabón expone su perspectiva sobre el asunto y creo que invita a abordar un tema que convendría atajar en el largo plazo.

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La necesidad de un abordaje crítico a las estrategias que se han adoptado hasta ahora, una especie de pase de balance: ¿Cuál es el pase de balance al momento?

Obviamente, en este punto habrá múltiples miradas e interpretaciones pero veo este ejercicio como indispensable. Lo han planteado incluso líderes estudiantiles. No veo cómo el proceso de reflexión sobre lo hecho hasta ahora deba convertirse en un asunto dispensable. Es un asunto vital y no solo debemos esperar que se discuta y se atienda en la asamblea de estudiantes sino que, coincido con Pabón, los docentes debemos atenderlo detallada y minuiciosamente y de acuerdo con nuestras particularidades y posibilidades. Seguramente no todo el mundo tiene que coincidir con el autor en cuanto a la eficacia/ineficacia  de la última huelga estudiantil o de las estrategias que han convivido en esta etapa, pero sí creo que el artículo es una excelente oportunidad para abrir un debate genuino sobre este aspecto y la coyuntura en que nos encontramos como comunidad universitaria.

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La cultura anti-intelectual y lo que ocurre en el salón de clases

De todos los temas que aborda Pabón este es el que más me provocó y el que más me ha mantenido en vela en los pasados días. Creo que es también un tema medular que tanto profesores como estudiantes debemos abordar con seriedad y esmero. Se trata de uno de los escenarios principalísimos de lo que constituye la Universidad y por lo tanto, no podríamos decir que defendemos el proyecto universitario sin pensar sobre esto. Dice Pabón:

“Fungir como docentes implica también cuestionarnos la cultura anti-intelectual que  menosprecia y desprecia la labor académica, particularmente el proceso que se da en el salón de clase. Por supuesto que la Universidad no se limita a lo que ocurre en el salón de clases. Claro que se hace universidad desde muchos otros espacios. La universidad no es el único espacio de producción intelectual en el país, pero sí es un espacio privilegiado de producción de conocimiento y cuestionamiento que hay que defender. Esto cobra más importancia ante un gobierno que quiere degradar este espacio y en el contexto de un país marcado por una fuerte cultura anti-intelectual de larga tradición. Más aún, se trata de una cultura que se ha reproducido entre importantes sectores en la Universidad.

Y nos lanza preguntas directas que conviene intentar responder:

“Cabe preguntarnos ante la coyuntura actual de crisis universitaria, ¿por qué y cómo dar clases se convirtió en una negación de la “defensa” de la Universidad? ¿Por qué se opta con tanta facilidad por la “estrategia” de paralizar las clases? ¿Por qué el menosprecio y  desprecio a las clases y lo que allí ocurre de parte de los sectores que han insistido en esta coyuntura que la “lucha por defender” la Universidad es igual a paralizar las clases? ¿Qué condiciones culturales y políticas han posibilitado que el anti-intelectualismo eche raíces no sólo entre “los administradores”, sino también entre importantes sectores estudiantiles y del profesorado en la Universidad?

No es la primera vez que se aborda este tema en el presente conflicto, la importancia del pensar, la dinámica del enseñar o el concepto mismo de Universidad (Véase como ejemplo las columnas aquí y aquí), pero las preguntas de Pabón en este escrito tienen la capacidad de invitarnos a reflexionar directamente en el cómo las estrategias que se proponen y se emplean para atajar esta crisis inevitablemente traen consigo una valoración particular de los escenarios que se está dispuesto a ‘sacrificar’ o a potenciar, o sobre los cuales se va a intervenir o a incidir como parte de la(s) estrategia(s). La pregunta es directa: ¿qué se gana o se pierde, cuánto se avanza o se retrocede, mediante la intervención directa con lo que ocurre en el salón de clase? (sea esta intervención un alto a lo que allí ocurre por parte de los profesores o una paralización por parte del estudiantado).

Obviamente, el autor nos ofrece sus respuestas y nos invita como profesores a considerar con ojos críticos si la paralización de la actividad que ocurre en el salón de clase es la mejor alternativa. Para él procede aprovechar lo que ocurre en el salón de clase y no paralizarlo, pero más importante aún, invita a quienes piensan que un detente sí es importante a preguntarse ¿por qué? Es una pregunta para la cual no he escuchado muchas respuestas o argumentos que inviten a un diálogo abierto que nos permita indagar más a fondo sobre las premisas que sustentan las respuestas.

Creo que habría que abordar con seriedad y detenimiento estas preguntas y desmenuzar las premisas que en más de una ocasión (nos) han llevado a privilegiar la estrategia de detener lo que ocurre en el salón de clases sobre otras, a pensar esa estrategia como LA alternativa. El planteo de Pabón es, me parece, que el tema no se ha explorado a fondo y que la razón para eso es que hay una cultura no cuestionada de anti-intelectualismo y desden por lo que allí ocurre. Se bien, porque lo he escuchado, que se dice que lo que allí ocurre no es ‘acción’ (se contrapone lo que allí ocurre a la acción de la misma forma que la notoria dicotomía entre teoría y praxis). También se dice que lo que allí ocurre es ‘normalidad’ o mantenerse allí implica la indiferencia y la comodidad. ¿Es así? ¿Por qué?

Pienso que sería un gran debate abordar estas preguntas y escudriñar las respuestas. Creo que hay un inmenso potencial al cual estamos llamados todos y todas. Para el gobierno lo que allí ocurre no parece ser importante, lo descarta e incluso como sabemos lo quiere eliminar, ¿Y para nosotros? ¿conviene hoy día detener lo que ocurre en el salón de clases? ¿conviene mantenerlo o sacarle provecho de más formas? ¿qué valor le damos a ese escenario y cómo lo privilegiamos o lo descartamos frente a otras acciones?

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Su propuesta

Finalmente, Pabón nos lanza una propuesta. Podemos evaluarla, estar o no de acuerdo, debatirla en su complejidad. Lo que sería una tragedia es que la descartáramos sin discusión sustantiva, que continuáramos pasando página sin darnos la oportunidad de abordar estos temas que no son poco importantes, si bien no son fáciles y probablemente se han estado conversando por mucho tiempo en ciertos núcleos y se continuará la conversación.

El autor sugiere una valoración distinta de lo que ocurre en salón de clases. Por supuesto que no en todos los salones de clase ocurre lo mismo, pero si por algo se caracteriza la UPR (y por algo está en peligro) es precisamente porque lo que ocurre en esos salones de clase, en su mayoría, no es poca cosa. Algunos enfatizan que lo ocurre en esos salones de clase es precisamente un llamado constante e incondicional al cuestionamiento, al  desmontaje y la des-normalización del entorno y el mundo en que vivimos. Entonces, ¿qué hacemos con eso? ¿Vale la pena intentar potenciarlo?

Ciertamente y concretamente Pabón invita a ver el salón de clase como un aliado, invita a que sea un lugar a considerar para (des)normalizar, para organizar propuestas alternas frente a la administración. Invita a desde allí, promover el pensamiento, el diálogo, para explicitar y provocar ideas e incluso, añado yo, para pensar en cómo mejor ejecutarlas fuera de allí. Como señaló el profesor Luis Avilés en la red social de FB, Pabón propone una re-valoración del salón y de la universidad “como espacios de reflexión activa, sin barreras, donde se produzca un diálogo democrático y donde ningún grupo se imponga minoritariamente a una mayoría”.

Al sector docente Pabón le hace un llamado a repensar las estrategias adoptadas hasta el momento y pensar en otras para, desde la docencia, atajar las pérdidas que ya tenemos: el desmontaje y eliminación de sabáticas, licencias, aumentos, descargas, contratos, plazas.

¿Cómo hacerlo? Bien podría ser de la forma en que propone el autor o diferir y pensar en otras, múltiples, variadas. Lo importante sería reflexionar sobre lo que allí se señala, porque más allá de las diferencias que pueda tenerse respecto a los argumentos del profesor Pabón, éste lleva a cabo algo imprescindible: al escribir, lanzarnos preguntas y cuestionamientos, exponer sus ideas y argumentar sobre éstas, actúa como docente y nos invita a actuar como tal. Su escrito no debe pasarse por alto, debe tomarse en serio y leerse en su mejor luz para provocar posibles respuestas y llevar a cabo un debate sustantivo sobre estos asuntos.

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