MediaWatch / Periodistas sin fronteras / Félix Jiménez/
Fue doloroso
decirle adiós brevemente anoche a los siete canales de Direct TV que
transmiten los Juegos Olímpicos y apostar por unos momentos al Junte
Constitucional de Univision. Los candidatos no importaban - nunca
importan. En los días en que se debate la prensa y sus misterios y sus
abogados/analistas y sus muñecas y sus titiriteros y sus supuestas
estrellas, era el performance de los periodistas involucrados lo que
importaba, y su fracaso total en ese Junte evidencia todo lo que está
mal en el periodismo piuertorriqueño, que es casi todo.
No
hay estructuras, no hay secuencias, no hay producción, no hay
inventiva, no hay astucia. Sólo una dosis de agresión y mal utilizada
"voz de autoridad imparcial" que pretende llenar el vacío de las mentes
que la utilizan.
Errores, muchos: Caras largas, actitudes
indeseables. Cyd Marie Fleming errando en fechas y nombres (19 de
septiembre en vez de 19 de agosto; llamar "gobernador" a Alejandro
García Padilla). Rubén Sánchez, quien se ha querido vender como un Instagram intellectual recientemente,
analizando - ja ja ja - la "competencia", preguntando si fue la
corbata naranja de Rogelio Figueroa la que le logró mejores
calificaciones en la encuesta relámpago que se llevó a cabo (de nuevo:
tratar a los habitantes de un país como jueces de gimnasia Olímpica,
otro Instagram moment). Felipe Gómez tuteando a sus
entrevistados, con esa familiaridad entre periodistas y políticos que se
cuela por la pantalla sin querer queriendo y que causa hastío y
perocupación. Mariliana Torres lamando a Juan Dalmau por el nombre del
primo, José Luis Dalmau, y seguir como si nada.
Eso, fue
una nada. La producción de escuela superior y la utilización de las
víctimas de la violencia que estaban sentadas allí al frente, más para
ser enfocados por las cámaras y presentadas como almas en pena, pero sin
que sus voces fieran escuchadas como se supone que fueran. Y la
arrogancia de los periodistas de creerse que son a la vez, en el mismo
segundo, todo lo posible: periodistas y analistas y narradores de un
combate boxistico que no existió, salvo en sus imaginaciones. Querer
abarcar, esa es la consigna que se imponen. Pero no pueden. Son
"periodistas sin fronteras" que se tropiezan con todos los marcos de las
puertas que desean abrir para sostener y avanzar sus carreras y que -
por sentencia de un país que ya está sentenciado - se evocan y se ven y
se escuchan diariamente como si fueran Dioses o Musas de una antigua
civilización intelectualmente apta para dirigir al "pueblo" al que
realmente no sienten que pertenecen, aunque lo nieguen. Después de esto -
y antes, también - por favor, que a nadie se le ocurra criticar a otros
porque prefieran su dosis de Comay o Candela a las 6 de la tarde.