Los bosques en el país están desolados. Poco de ellos saben los turistas y muy poco los mismos puertorriqueños, porque si usted pasa por un bosque un sábado en la mañana (!) lo más probable es que la entrada principal esté cerrada, no haya información disponible sobre el bosque, no haya personal del Departamento de Recursos naturales (aún en Guavate!) o haya un letrero improvisado por el mismo guardabosques en un cartón, también improvisado, que diga "vengo más tarde" (no me lo invento, fue un hecho cierto!). Hay algunas excepciones, como el Bosque Seco de Guánica y el Bosque del Pueblo que maneja Casa Pueblo. Sé de primera mano que hay gente comprometida en el Departamento para que esto cambie, pero la filosofía del manejo de bosques sigue siendo primariamente, manejar un bosque como un área desolada donde sólo científicos vayan y puedan hacer "investigación"(y aún así poco de eso pasa). Es de esperarse que, por no ser conocidos por el país y poco habitados en el sentido de poder experimentarlo, verlo, sentirlo y vivirlo, luego algunos sectores planteen que eso no es "productivo" y hay que "desarrollarlo". Entonces, ¿quien defiende al bosque como espacio de encuentro que nunca ha sido?, ¿quién habla del bosque como espacio ecológico no conocido, no experimentado?, ¿como espacio extraño?
Sin embargo, hay, por razones históricas, algunos bosques (si no en todos) donde viven algunas comunidades hace más de 60 años. Son gente que conoce de cerca el bosque (me consta porque los he entrevistado como parte de mi colaboración en un proyecto titulado "Bosque y Comunidad" del Recinto de Cayey de la UPR), lo conocen porque lo han experimentado, lo han visto evolucionar, saben su historia (son parte de ella) y conocen su flora y fauna. El Departamento y el resto de nosotros tiene mucho que aprender de esta gente. Lejos de aprovechar su "conocimiento" sobre el bosque y hacer de su experiencia una experiencia para todos y todas las que visitamos el bosque o idearse un proyecto innovador, el Departamento busca sacarlos de ese espacio, desahuciarlos y dejar el bosque desolado, más desolado y en perjuicio de quienes llevan décadas probablemente siendo sus guardianes principales y ahora quedarán sin hogar. Ya habiamos puesto en un post algo sobre esto. Hoy sale nuevamente en los periódicos. Vea la noticia aquí.
Por su parte, los vecinos se organizan mediante la búsqueda de títulos de propiedad como medida obvia de evitar el desahucio. Pero no es el título lo que necesariamente les garantizará que no se les saque de allí. Tal vez sí, como medida inicial, pero siempre estará el fantasma de la expropiación que acecha en el país a familias propietarias pobres. Su conexión, su historia y cultura en el lugar sea, quizás, en muchos sentidos, su mejor ficha. Mientras tanto, nadie habla del bosque, de ese espacio, de la oportunidad que representa para los mismos que lo habitan, para el país, para todos y todas, sobre todo para los que viven allí.