24-JULIO-2009 | EVA PRADOS
ABOGADA DE DERECHOS HUMANOS
Ni una humillación más
No hay norma social y legal más reconocida que “la dignidad humana es inviolable”. Esta sencilla oración es piedra angular de grandes constituciones de gobierno, tratados de derechos humanos y de todas las religiones.
La dignidad no es monopolio de “las mayorías” ni bastión protegido de grupos dominantes. Al contrario, su origen es precisamente para proteger al individuo frente a las embestidas de “las mayorías” y “del poder”.
No podemos continuar mirando para el lado, cuando a nuestros vecinos se les humilla y excluye de la sociedad por el único criterio de su orientación sexual o identidad de género. Estamos como en la época de la esclavitud que humillábamos al negro, por su color de piel, catalogándolo de “propiedad” y no como persona, sin reconocerle los mismos derechos que al hombre blanco.
Basta de escondernos en supuestos argumentos religiosos o moralistas para justificar la humillación. Ni es cristiano ni es moral violar la dignidad humana. Sólo es “anormal” el que no sigue la norma ampliamente reconocida: “No violarás la dignidad del otro”. Al gobernador, al legislador y al juez hay que recordarles que su deber constitucional es proteger y garantizar el mayor respeto a la dignidad humana. Es inmoral e inconstitucional más dilaciones a su deber de proteger que a nadie se le discrimine ni se le etiquete en abstracción de su cualidades como persona.
No queda más tiempo, hay que prohibir que una persona más sea humillada negándosele el sustento y un ambiente de trabajo adecuado. Urge aprobar ya el P de la C 1725 para legislar contra el discrimen por orientación sexual, incluyendo la identidad de género, tanto en el empleo como en los lugares públicos y en acceso a vivienda.
De igual manera, que ni a una persona más se le humille diciéndole que no es capaz de tener una familia, cuando existe amor y el deseo de la pareja de unir sus vidas. No permitamos que una persona más sea humillada públicamente, diciendo que no puede adoptar a una criatura, por elementos que nada tienen que ver con el derecho del niño o niña a un hogar feliz.
Paremos la humillación. La exclusión social sólo deja amargos recuerdos. No seamos cómplices de la violación a la dignidad del otro. No demos lugar a que las próximas generaciones nos vean como una sociedad tan bárbara o más que la que nos antecedió.