25.7.09

los ricos y el igualitarismo

¿A qué están o deben estar comprometidos los filósofos igualitarios ricos que profesan el ideal igualitario en una sociedad no igualitaria? Esa es la pregunta que se hace y atiende G. A. Cohen en su conferencia-artículo "Si usted es igualitario, ¿cómo puede ser tan rico?" (presentada en 1996 en el Seminario sobre Derecho y Filosofía Política en la U. T. Di Tella; Revista de Teoría Jurídica). En este trabajo Cohen explora  "la aparente inconsistencia de las creencias sostenidas por los ricos que realmente creen en el igualitarismo". Cohen expone once consideraciones y posibles preguntas y respuestas sobre este tema de las aparentes y planteadas dicotomías entre lo profesado y el modo de vida de ricos que, como mínimo, argullen a planteamientos igualitarios. Le interesa particularmente aquellos y aquellas que en realidad creen en principios igualitaristas. ¿Cómo conciliar, si es que se puede, estas contradicciones? ¿Están llamados a conciliarlas? ¿A qué están llamados? Cohen no pretende dar contestación, solo exponer el tema y las posibles miradas al mismo.

No voy a reseñar a fondo el tema aquí, pero sí, para retomar al novelista británico David Lodge (buenísimo Lodge!), sobre el cual escribí algo en un post hace ya un tiempo, voy a transcribir aquí una famosa conversación que Cohen cita, entre los geniales personajes de Lodge, Maurice Zapp y Fulvia Morgana, en su novela satírica (la sátira de las novelas de Lodge es genial!) Small World (Harmondsworth: Penguin, 1984), pp. 127-9:

"Lodge describe un encuentro entre Maurice Zapp, un judío americano profesor de inglés en la "Euphoric State University" (que, en realidad, se trata de Berkeley), y Fulvia Morgana, una intelectual revolucionaria italiana de gran fortuna. Zapp y Morgana se encuentran por primera vez en un vuelo de Londres a Milán. Él la interrumpe en su lectura del marxista francés Louis Althusser y ella lo invita a pasar la noche en su suntuoso hogar. Cito la parte del texto en la que Fulvia responde al desconcierto de Zapp respecto de la conjunción entre su marxismo y su riqueza:

"Hay algo que tengo que preguntarte, Fulvia", dijo Morris Zapp, mientras sorbía Scotch on the rocks servido de una botellón de cristal traído en una bandeja de plata por una mucama vestida con uniforme negro y delantal blanco, en el salón del primer piso de la magnífica casa del siglo dieciocho ubicada justo enfrente de la Villa Napoleone, adonde habían llegado después de un paseo (desde el aeropuerto en la cupé Maserati de Fulvia)......"Quizás suene ingenuo y hasta descortés, pero no puedo contener más mi curiosidad...sólo quiero saber... cómo te las arreglas para reconciliar el vivir como una millonaria y el ser marxista".

Fulvia, que estaba fumando un cigarrillo inserto en una boquilla de marfil, lo agitó en el aire. 

"Una pregunta muy americana, si me permites decirlo así, Morris. Por supuesto que reconozco las contradicciones en nuestro estilo de vida, pero esas son las contradicciones características de la última fase del capitalismo burgués, que finalmente lo llevarán al colapso. Por renunciar a nuestro propio pedacito de privilegio

–aquí Fulvia extendió sus manos en un gesto modesto y decente que implicaba que ella y su marido disfrutaban de un tipo de vida superior en sólo uno o dos grados al de, digamos, una familia puertorriqueña que vive de lo que le da el Estado (en) el Bowery (en Manhattan) – 

"no aceleraríamos ni por un minuto la consumación de ese proceso, que tiene su propio e inexorable ritmo e impulso, y que está determinado por la presión de los movimientos populares, no por las débiles acciones de los particulares. Dado que en términos de materialismo dialéctico no hace diferencia al proceso histórico si Ernesto y yo, como particulares, vivimos como ricos o pobres, más vale que seamos ricos porque es un rol que sabemos llevar a cabo con cierta dignidad. Mientras que ser pobre con dignidad, pobre como lo son nuestros campesinos italianos, es algo que no se aprende fácilmente, sino algo que se lleva marcado en los huesos, por generaciones." 

Sobre este planteamiento, que es uno de tantos otros que se presentan en este tema, Cohen señala:

"Otro argumento para no donar lo que uno tiene de más (respecto de lo que permitiría la igualdad) y que es muy popular entre las personas influidas por el marxismo es que tal donación resulta irrelevante para erradicar la injusticia fundamental, que es la desigual distribución de poder entre los ricos y los pobres. La caridad de una persona rica no contribuye en absoluto a eliminar la desigual distribución de poder: no es sino un particular uso del ingreso que refleja la desigualdad de poder.

Pero aun aceptando que la injusticia fundamental es la desigual distribución de poder, difícilmente se sigue de allí que la desigual distribución del ingreso que se deriva de tal condición no sea también injusta: el marxista aquí cuestionado seguramente acordaría con que ésta también lo es. Entonces, ¿por qué dicha persona no debiera dedicarse a combatir la injusticia que puede combatir usando su ingreso injustamente adquirido en la forma requerida? Sería grotesco que esta persona les dijera a aquellos que pierden por la injusta división de poder: "Yo no voy a socorrerlo porque lo que deploro, radicalmente, no es su pobreza sino el sistema que lo hace pobre"

Más aún, es falso que la diferencia de poder sea la injusticia fundamental, en todos los sentidos pertinentes. Por supuesto que es la injusticia causalmente fundamental, pero no es, en un sentido apropiado, la injusticia normativamente fundamental,35 dado que es plausible decir que la diferencia de poder califica como injusta porque ella (de modo estándar) genera una distribución del ingreso desigual y, por lo tanto, oportunidades muy desiguales de disfrutar de las cosas buenas de la vida. Sin duda, la diferencia de poder permanece como una injusticia independiente: es falso que no habría injusticia si toda la gente poderosa fuera extravagantemente caritativa. Pero la distinción entre la fundamentalidad causal y la normativa constituye, de todas maneras, una objeción decisiva para la citada posición marxista".

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