Deshacer el Demos: la muerte del sujeto político-jurídico en el reino del
sujeto económico[1]
Érika Fontánez Torres
Dos asuntos llamaron mi atención a partir del
mensaje del gobernador Alejandro García Padilla[2] sobre la reforma (o, como le llama el gobierno, la “transformación”)
contributiva. Por supuesto, hay mucho más en la agenda que se ha discutido y es
importante discutir. No obstante, decía, hay dos asuntos que me interesa
destacar. El primero tiene que ver con el señalamiento del Gobernador sobre el
entendido que nutre la nueva política contributiva: los
individuos contribuyen no a partir de
su identidad como trabajadores sino
en tanto consumidores. El segundo elemento que me interesa destacar
es relacionado pero no surge a partir del anuncio del gobierno sino a partir de
la reacción a este. Se trata precisamente de una reacción en tanto individuos-consumidores
y no en tanto ciudadanos o sujetos políticos. El caso de la forma que asume la reacción
al impuesto sobre la educación es el ejemplo que me interesa destacar.
Estos dos elementos, lejos de verse por
separado, van de la mano en tanto ambos son muestra de la transformación que ha
sufrido la esfera política y la razón de Estado: el gobierno ya no se posiciona
frente a ciudadanos a los que tiene
que rendir cuentas en tanto son los que le han delegado poder, sino que
administra una corporación integrada por individuos-consumidores
en una sociedad de mercado. De la misma forma, los individuos se ubican frente
al Estado en tanto consumidores-compradores y su reacción mayormente toma la
forma de un reclamo para que se les permita ser
consumidores de acuerdo con los parámetros que dicta el mercado. Así, por
ejemplo, el anuncio del Gobernador respecto a la imposición de un impuesto al
consumo provoca no ya un reclamo hacia el Estado respecto al pacto o contrato
social incumplido (o como mínimo una rendición de cuentas), sino respecto a
cómo su acción gubernativa afecta la capacidad
de consumir, independientemente lo que se consume. En el caso de la
educación, por ejemplo, lo que está en discusión -a partir de una reacción en
tanto consumidores- no es que seamos consumidores-compradores de educación sino
todo lo contrario, se cuestiona el que con el impuesto corremos el riesgo de no
serlo.
Visto así, el sujeto-ciudadano político,
perteneciente a un espacio que puede conceptualizarse como “mundo común”, “sociedad”,
“pueblo”, “polis” o “estado-nación”, es desplazado por el sujeto construido por
los parámetros de la racionalidad neoliberal: todos somos ante todo consumidores. Somos en todo caso clientes. Este
desplazamiento no solo remueve otros entendidos sino que dicta las pautas, los límites
y las racionalidades de la discusión a partir de una lógica particular. De ahí
que, por ejemplo, en lugar de discutir y debatir cuáles criterios serían más
justos e igualitarios para la distribución de la contribución de cada cual al
pote común o qué partidas de recaudos se utilizarían para determinados
propósitos y prioridades, la discusión gira sobre el porciento de impuesto que
tendrá lo que compramos, sin importar si eso que compramos (salud, educación,
transportación, educación universitaria) debería ser un ‘bien’ de consumo más y
en tanto eso estar sujeto a la capacidad de pago de cada cual y su
disponibilidad y calidad de acuerdo con la dinámica de oferta y demanda.
Pero, además, la lógica del consumidor
pretende borrar de la superficie las circunstancias de desigualdad subyacentes
al acceder al mercado. Parecería decir esa lógica que todos accedemos (o
podemos acceder) en igualdad de condiciones a los bienes que compramos y por
tanto, los elementos de calidad y necesidad están ausentes de la razón de
Estado. Así, en la esfera política somos meros sujetos que con capacidad de
auto administrarnos, autonomía de la voluntad y de acuerdo con el principio de
libertad contractual, seleccionamos “libremente” la compra de educación, salud,
vivienda, seguridad, ciudad, entre otros.
Por otra parte, en la lógica del sujeto
consumidor es mucho más difícil plantear un reclamo sustantivo de justicia que
no sea lo que sea aquello que se ha determinado ‘naturalmente’ que es lo ‘justo
en el mercado’. Después de todo, todos somos consumidores ‘en igualdad de
condiciones’ según la lógica del mercado. Esto es así pues el mercado no
discrimina respecto a identidad nacional, de género, preferencia partidista o de
clase. ¡¿Quién lo duda?! Todos y todas –si contamos con la capacidad de pago, y
eso por supuesto, no es bajo esta lógica sino un criterio individual- podemos
acceder a la mejor educación, a la urbanización de mayor seguridad, al mejor y
más eficiente vehículo, al mejor tratamiento médico. Así que como consumidores somos todos iguales ante el Estado-Mercado.
Pero esa respuesta no solo proviene en
formato gubernamental sino que la lógica -en tanto estructural- delimita la
reacción de la ciudadanía a una precisamente a partir de su identidad de consumidora.
El reclamo toma la forma de exigencia consumista, nos ubicamos como clientes
que reclamamos al Estado poder seguir consumiendo, comprando aquello que en
principio no pretendía formar parte de un bien de consumo el cual cada cual se
procurase de acuerdo con su poder adquisitivo.
La Constitución bien podría garantizar un derecho ciudadano amplio a la
educación primaria y a la salud y, sin embargo, dadas las circunstancias en las
que ambos asuntos se han transformado a bienes de consumo que cada cual se
procura, no hay ciudadano o ciudadana que lo exija pues en cambio está
exigiendo poder comprarlo al precio que dicte el mercado y de acuerdo con lo que dicte mi capacidad de pago. Valga señalar que no hay que confundir este
reclamo con lo que sería uno sobre el derecho a ‘escoger’ las circunstancias de
educación de mis hijos e hijas puesto que si se mira de cerca, sabremos que la
libertad contractual de quienes compran educación es de pura adhesión de
acuerdo con lo que las circunstancias permitan pagar y no necesariamente a raíz
de lo que realmente ofrecería el tipo de educación de calidad que se
busca. A esto, por supuesto, subyace un
sistema público de educación echado a pérdida desde el punto de vista
educativo, el cual, por supuesto, se deja para aquellos y aquellas que el mercado
excluye por falta de capacidad de pago, que como bien me señalaba un colega,
son aquellos sectores considerados ‘excedentes’. Ese derecho, después de todo,
es solo operacional para los y las que no pueden participar como consumidores
pero que tampoco se tratan como ciudadanos en tanto la educación que se le
ofrece es “lo que queda”. Así, tenemos una ciudadanía que exige pagar por el
derecho a la educación, que se conforma con la salud como un negocio, que
acepta el dictado de las aseguradoras de salud y reclama ser consumidor en
lugar de ciudadano con derechos.[3]
Por supuesto, el estado de cosas antes del
anuncio de la reforma contributiva dictó las pautas estructuralmente para esta
reacción. El señalamiento que hago no tiene la pretensión de condena sino que
busca propiciar una reflexión sobre la transformación de la lógica del debate
en esta reacción. Hace tiempo dejamos de ser ciudadanos con derecho a una
educación de calidad, a la salud, al acceso a un sistema de justicia, a la
ciudad, a un sistema eficiente de transportación pública. Se dirá que nunca antes lo fuimos pero el
punto no es aquí tener un marco de comparación con el pasado sino distinguir
las narrativas que potenciaban una discusión sobre estos asuntos en otros
términos. Nuevamente, de lo que se trata es de que se ha normalizado la idea de
un no-referente distinto a aquel de
clientes y consumidores de estos bienes en el mercado, bienes y servicios a los
que la única forma de acceder es mediante la gestión individual-privada, es
decir, mediante su compra de acuerdo con los parámetros establecidos por las
dinámicas de mercado. Así que hace tiempo la máxima que opera es a cada cual de acuerdo con su capacidad de
pago. De ahí que los entendidos sobre los sujetos políticos que sean
capaces de cuestionar la lógica del mercado sobre la cual opera la política
sean los entendidos de clientes y consumidores en lugar de sujetos políticos
que buscan transformar su mundo de vida más allá de sus intereses individuales
en tanto sujetos del capital.
Me parece que estos ejemplos
son una muestra de lo que tanto Michel Foucault como más recientemente Wendy
Brown han descrito como la transformación del sujeto político al sujeto
económico: del homo politicus al homo economicus. Ya no es secreto que el mundo contemporáneo está sufriendo de una especie de colonización
epistémica por parte de las racionalidades, conceptos y dispositivos de las
lógicas del mercado. No me refiero al poder de las corporaciones en el mundo
globalizado sino a la instalación de la lógica neoliberal en los diferentes
confines de la vida cotidiana. Se trata de cómo las lógicas y racionalidades
del neoliberalismo han provocado la desaparición o privatización de lo político, como señaló en su momento
Hannah Arendt. La lógica avasalladora del mercado se manifiesta en las formas
en que conceptualizamos las controversias, en los temas y propuestas de la vida
diaria, en la transformación de las universidades y del mundo académico e
incluso en las formas en que académicos, expertos e intelectuales abordan los
debates en y fuera de la esfera pública. El Derecho, por su parte, como campo
sistémico, no está exento de este fenómeno.
Como señalé, las formas torcidas y hasta perversas que ha tomado la
discusión de la reforma contributiva en la ciudadanía y el estudiantado se han
visto obligados a participar en el espacio público en defensa de un mercado que
no solo los ahoga, sino que dicta las pautas de perpetuación del privilegio y
crecimiento de la desigualdad, es un ejemplo. Defender “el derecho a comprar”
educación a partir de la capacidad de pago, como única opción para proveer una
educación de mediana calidad (por decir lo menos), y echando a pérdida lo que
sería un derecho constitucional en tanto ciudadanos, por ejemplo, es un indicio
de que el lenguaje del mundo liberal se agotó, no se puede ‘traducir’ o, dirán
algunas, caducó. Pero no son estos los únicos
ejemplos y es de esperarse que tengamos muy pronto muchos más. Las políticas de
austeridad, las formas en que se asume la discusión pública respecto a éstas,
la impregnación del análisis costo-beneficio en distintas facetas de la vida
individual y colectiva, las narrativas en exceso sobre empresarismo, la
corporatización de la Universidad pública, entre otros asuntos, son muestra de
una transformación profunda a partir de la racionalidad neoliberal que no se
limita a lo que antes concebíamos como ‘asuntos económicos’. De hecho, Foucault
deja claro en sus conferencias que no se trata meramente de que la economía
política dicta el gobierno. Tampoco
es meramente el señalamiento de que el principio adoptado por el gobierno es el
económico o que solo se escucha a los economistas. Se trata de la
normativización del criterio de mercado en todas las facetas del diario vivir,
de la administración de la vida propia en tanto ‘recurso’ o ‘capital humano’,
algo que si bien se ha señalado desde el marxismo, aparenta tener unas
dimensiones que percolan de manera más profunda.
En su más reciente libro, Undoing the Demos: Neoliberalism's Stealth Revolution, Wendy Brown (Brown, 2015), de la mano de las excelentes conferencias de
Foucault[4] sobre el Homo Economicus (Foucault, 2010a) explica esta transformación
avasalladora y revolucionaria a partir de los entendidos y racionalidades del
neoliberalismo. Brown, sintetiza el
asunto en tres planteos: (1) el ascenso de la razón neoliberal ha significado
un desvanecimiento de la ‘razón de estado’ como la conocíamos hasta ahora; (2)
la racionalidad neoliberal ha significado un desplazamiento de las
configuraciones del Estado, la sociedad, el sujeto y el ciudadano; (3) la
transformación no es meramente una respecto a las políticas institucionales
macro o micro económicas (privatización, desregulación), sino que se trata de
lo que Foucault llamó “el ascenso de una nueva forma de razón normativa” (Foucault, 2010a, p. 27). Se trata de una racionalidad a través de la cual la
métrica del mercado se extiende a todas las dimensiones de la vida humana:
política, cultural, social, educativa, pública y privada. Los términos en que se debate, se delibera,
se toman decisiones y se discuten los temas o emiten juicios y opiniones,
todos, parten de una métrica particular: (1) el Estado-Nación es una
corporación; (2) los ciudadanos son ‘capital humano’; y (3) la actividad humana
es una ‘inversión’. Esto incluye, además, un
desplazamiento o más bien una restructuración del sujeto de derechos, es decir,
el homo juridicus también ha sufrido
una transformación.
Los planteamientos y el
análisis de Brown en su libro, me parecen vitales para cualquier reflexión
sobre los modelos e instituciones liberales que hoy día cuestionamos, y esenciales
para cualquier intento de construir nuevas narrativas para darle sentido a la
democracia (un sentido que es disputable, por supuesto). Para los y las
interesadas en el discurso jurídico y la idea de los derechos, por otro lado,
también resulta imprescindible entender muchos de los argumentos que Brown
elabora pues entre los planteos que trae está el tema de la transformación de
lo que entendemos como ‘Estado de Derecho’ y el hiper pragmatismo y
utilitarismo libertario que en gran medida está sustituyendo la idea de los
derechos. Mucho más, me parece que este análisis es vital para entender y analizar
en lo que hoy día ha desembocado aquello que llamamos la política.
Ahora bien, no hay que
confundir el análisis de Brown con el argumento de que el capital o las
corporaciones dominan al Estado, algo que las corrientes marxistas han señalado
por demás. Se trata de algo más. En este sentido, Brown señala:
My argument is not merely that markets and
money are corrupting or degrading democracy, that political institutions and
outcomes are increasingly dominated by finance and corporate capital, or that
democracy is being replaced by plutocracy--rule by and for the rich. Rather,
neoliberal reason, ubiquitous today in state craft and the workplace, in
jurisprudence, education, culture, and a vast range of quotidian activity, is
converting the distinctly political character, meaning, operation of
democracy's constituent elements into economic ones. Liberal democratic
institutions, practices, and habits may not survive this conversion. Radical
democratic dreams may not either. (Brown, 2015, p. 17)
Y es que desde Foucault y sus conferencias,
ya puede verse la salvedad de que no se trata meramente de la producción de una
teoría racional del mercado sino de cómo el mercado pasó a ser un asunto de la
economía a un asunto de práctica gubernamental, de un lugar desde el cual
producir veracidad. (Foucault,
2010b, pp. 29–30).
Para Foucault se trata de que el mercado constituye el estándar de verdad y ese
estándar es ‘natural’, no un estándar de ‘justo precio’, sino de un precio que
fluctúa ‘naturalmente’. A partir de ese precio del mercado que fluctúa de
manera ‘natural’, se disciernen las prácticas gubernamentales que se consideran
correctas de las incorrectas. Es el mercado, acotaba Foucault, el que determina
lo que es un buen gobierno y eso nada o poco tiene que ver con un
funcionamiento acorde con ‘lo justo’ o la ‘justicia’. Foucault elabora una
genealogía para este proceso y más importante, nos llama a preguntarnos cómo
fue posible que esta transformación ocurriera.
Es esto lo que intenta hacer Brown en su libro al concretar la discusión
en tres ámbitos particularmente en el contexto de los Estados Unidos, que muy
bien pueden servirnos para hacer lo propio: la educación superior, la
gobernanza y el mundo del derecho.
Su libro comienza con la salvedad de que
cualquier intención de teorizar la relación entre democracia y neoliberalismo
enfrenta el reto de las ambigüedades y múltiples significados de ambos
conceptos. Sabemos particularmente la
cantidad de debates contemporáneos sobre el término democracia y la
multiplicada de abordajes para dar cuenta de el imaginario popular del término.
Brown nos ofrece un recorrido sobre las formas que han asumido ambos términos;
en el caso del concepto democracia, por ejemplo, desde la concepción platónica
y de la antigua Grecia hasta abordajes más recientes como el de Jacques
Ranciére que desde una distancia crítica a Platón propone mirar el demos no
desde quienes lo conforman sino a partir precisamente desde aquellos excluidos,
es decir, desde la erupción de “la parte que no es parte” en el cuerpo
político. (Ranciere, 2004) A partir, entonces, de un reconocimiento de que el concepto en
democracia es un concepto en disputa, Brown propone “liberarlo” de un formato
en particular pero a la vez insiste en su importancia y valor en tanto un
entendido político de auto-regulación del “pueblo”, quien quiera que sea ese
“pueblo”. Así, nos dice Brown, la democracia no solo es oponible a la idea de
tiranía y dictadura, al fascismo o al totalitarismo, a la aristocracia,
plutocracia o corporatocracia, sino también –y esto es lo novedoso y más
importante- la democracia como algo opuesto a un fenómeno contemporáneo en que
gobernar se trasmuta a la administración de un orden avasallador de
racionalidad neoliberal.
Lo mismo hace con el concepto neoliberalismo.
Para Brown el concepto “neoliberalismo”
trata de una forma distintiva de racionalización, de producción de sujetos, una
“conducta de las conductas”, un esquema de valoración. Por supuesto, señala, el
neoliberalismo nombra un conjunto de respuestas específicas de índole político
y económico en contra de las políticas keynesianas y de la social democracia y
trata de diversas prácticas en las que se atienden con criterios economicistas
distintas esferas y actividades en el proceso de gobernar. Pero no es esto a lo
que Brown le dedicará más atención. La
racionalidad neoliberal a la que Brown se refiere tiene que ver con el fenómeno
de que tanto las personas como los estados producen y reproducen en su
construcción social el modelo neoliberal corporativo: existe ya una expectativa
de que tanto las personas como los estados se comporten en formas en que
maximicen su “capital” tanto en el presente como en el futuro. Los conceptos
“empresarismo”, auto-inversión y la atracción de inversionistas, no son
exclusivos del mundo económico y corporativo, sino que la vida cotidiana y el
mundo común y político lo ha acogido como la forma de vida. Brown explicita
cómo esto se materializa en el mundo contemporáneo, es decir, cómo, según lo
señaló Michel Foucault, las coordenadas dejaron de ser las del homo politicus para dar paso al homo economicus:
As both individual and state become projects
of management, rather tan rule, as an economic framing and economic ends
replace political ones, a range of concerns become subsumed to the Project of
capital enhancement, recede altogether, or are radically transformed as they
are “economized”. These include justice (and its subelements, such as liberty,
equality, fairness), individual and
popular sovereingty, and the rule of law. They also include the knowledge and
the cultural orientations relevant to even the modest practices of democratic
citizenship.(Brown, 2015, p. 22)
Resaltan los ejemplos concretos en esta
discusión, particularmente el ejemplo de cómo la educación superior ha seguido
los dictados de la racionalidad del mercado, convirtiéndose en una empresa más
en la que los criterios de educación universitaria dejan de ser los académicos
para responder a la idea de competitividad y a criterios corporativos que hacen
que se genere una privatización desde
adentro y sin necesidad de ‘privatizarse’ en el sentido tradicional. El
Capítulo 6 está dedicado a este tema. En el caso de la política, el gobierno y
la administración pública, Brown nos trae como ejemplo un discurso del
Presidente Obama y como a pesar de insistir en políticas de justicia social, su
discurso las legitimaba siempre y exclusivamente desde la óptica del mercado. El
Capítulo 4 está dedicado a este tema. Finalmente, aborda el tema del sistema
legal y la economización de la lógica jurídica, particularmente discute
precedentes del Tribunal Supremo de los Estados Unidos que ejemplifican el
desplazamiento de la lógica de los derechos o la adaptación de la lógica a los
análisis del mundo corporativo. El Capítulo 5 está dedicado al tema del Derecho
y el razonamiento jurídico.
¿Qué elementos destacaría de este
acercamiento?. Para fines de quizás contar con una discusión futura sobre estos
aspectos, comparto algunos de los asuntos que me parece que Brown destaca de
manera prístina.
¿Cómo
se ha abordado el tema del neoliberalismo y los problemas que confrontamos a
partir de este? Usualmente se entiende por
neoliberalismo el ensamblaje de políticas económicas a partir de la idea del
libre mercado. Esto incluye, por supuesto, la desregulación, la privatización
de bienes y servicio, el remplazo de políticas de impuestos progresivos por
regresivos, las políticas de austeridad, entre tantas otras áreas y ejemplos. Los
críticos de estas políticas neoliberales, nos detalla Brown usualmente trabajan
en una de estas cuatro críticas:
1.
Intensificación de la desigualdad: Se
plantea cómo las políticas neoliberales producen la concentración de riqueza en
estratos sociales “más altas” y en el 1% de la población, mientras la inmensa
mayoría sufre el impacto de estas políticas y empobrece. El gap entre ricos y
pobres se recrudece con la paulatina reducción de lo que se conoce como “clase
media” o sectores medios. El tema de la desigualdad adquiere atención en esta
crítica. Brown identifica en esta instancia a Robert Reich, Paul Krugman y
Amartya Sen, entre otros intelectuales y expertos que llaman la atención sobre
los niveles de desigualdad que el sistema está produciendo.
2.
Mercantilización anti-ética: Se
llama la atención sobre cómo el proceso de comodificación
o mercantilización de ciertos bienes y servicios no alcanza límites,
produciendo controversias y disyuntivas éticas y consecuencias indeseadas. Así,
se ha llamado la atención a la explotación humana, los límites de la
comodificación de la educación y el medioambiente, entre otros. Ejemplo de este
abordaje son los acercamientos de Debra Satz y de Michael Sandel que han puesto
en cuestionamiento los límites morales del mercado (Sandel, 2013; Satz, 2012).
3.
El dominio corporativo sobre el Estado:
Este abordaje crítico enfatiza en el tema de cómo el poder corporativo domina
las decisiones del gobierno y de política económica. El foco de atención de
esta crítica es demostrar la relación al punto de indiferenciación entre el
Estado y el Capital. Brown señala a Sheldon Wolin (Wolin, 2010) como un ejemplo de este acercamiento.
4.
La destrucción de la economía:
Finalmente, está el punto de vista mayoritariamente acuñado por economistas que
señalan que las políticas neoliberales han terminado en una destrucción de la
economía (economic havoc), a partir
del ascenso avasallador y libertario del capital financiero y sus efectos en el
mercado financiero. Aquí se plantea el tema desde la óptica de una crisis del
sistema capitalista a partir de la crisis del 2008 en el mercado financiero,
las políticas de Wall Street y la burbuja financiera. El enfoque es
eminentemente economicista.
Ahora bien, ¿Cómo Wendy Brown enfoca el problema? ¿Hacia qué nos convoca a
acercarnos? Si bien su libro reconoce los acercamientos antes expuestos,
Brown es enfática en que el problema es mucho más profundo que lo que los
anteriores acercamientos puedan ofrecer. Se trata de analizar el neoliberalismo
no a partir de una serie de políticas de estado, una fase del capitalismo o una
ideología a favor de una clase capitalista, sino a partir de un orden de
razonamiento normativo que toma forma a partir de prácticas cotidianas,
formulaciones valorativas y una métrica que abarca toda dimensión de la vida
humana (Brown, 2015, p. 30). Y esas prácticas, entendidos y
esferas no necesariamente involucran intercambios monetarios pues no se
circunscriben al mundo del intercambio de bienes y servicios. De la mano de
Foucault, Brown nos describe el alcance de la lógica neoliberal:
[W]e may (and neoliberalism interpellates us as subjects
who do) think and act like contemporary market subjects where monetary wealth
generation is not the immediate issue, for example, un approaching one’s
education, health fitness, family life, or neighborhood. To speak of the
relentless and ubiquitous economization of all features of life by
neoliberalism literally marketizes all spheres, even as such marketization is
certainly one important effect of neoliberalism. Rather, the point is that
neoliberal rationality disseminates the model of the market to all domains and
activities –even when money is not an issue –and configures human beings
exhaustively as market actors, always, only, and everywhere as homo economicus.
¿En
qué forma el neoliberalismo construye sujetos?, se
pregunta Brown. Habría que distinguir qué tipo de sujetos y en qué instancias
se materializa esta construcción. Brown acota que tanto Carl Schmitt, como
Hannah Arendt y Claude Lefort llamaron la atención a las mercantilización del
Estado, de lo político y de la sociedad, pero aún así, ella vislumbra algo
distinto en las formas que asume la “economización” neoliberal de la actualidad
y señala tres aspectos a considerar. Primero, en contraposición con el
liberalismo económico clásico, dice Brown, nosotros somos en todos los sentidos
sujetos económicos, somos homo economicus.
¿Y quién es el homo economicus?
Foucault responde: “es el sujeto que persigue su propio interés y cuyo interés
es tal que (se presume) que converge espontáneamente con el de los demás. Es la
persona que debe dejarse a solas”. (Foucault, 2010a, p. 270) Pero para Foucault el homo economicus
no es meramente la contraparte del gobierno, no es el ‘individuo’ vis a vis el
Estado. El homo economicus es, a
partir del Siglo XVIII, su ‘partner’, una especie de sujeto cuya
subjetividad permite una nueva razón gubernamental,
es la razón misma de la ‘frugalidad del gobierno’.
Se trata para Brown de uno de los elementos
más subversivos del neoliberalismo. Adam Smith, Ricardo y otros dedicaron su
vida al tema de la relación de lo económico con la vida política pero nunca,
nos dice Brown redujeron la vida política a lo económico, mucho menos
imaginaron que lo económico absorbiera otros aspectos de la existencia en “sus
propios términos y métricas” (Brown, 2015, p. 33). En segundo lugar, el homo economicus
toma forma de capital humano en el
que el sujeto se auto administra como capital posicionándose competitivamente
como un valor en el mercado en lugar de un sujeto de intercambios e intereses.
Este segundo aspecto, dice Brown, distingue los acercamientos de Marx, Polanyi
y Bentham, por ejemplo. En tercer lugar,
el modelo de capital humano ubica al sujeto
en tanto preocupado con potenciar su competitividad en todos los dominios
de la vida y actividad, que no se circunscriben a los intercambios monetarios
sino que incluye la educación, la capacitación en áreas del saber, el ocio, la
reproducción, es decir, las decisiones en general y las prácticas cotidianas se
relacionan con “el valor en el mercado”. El sujeto actúa a partir de un
auto-empresarismo: “as neoliberal rationality remakes the human being as human
capital, an earlier rendering of homo
oesconomicus as an interest maximizer gives way to a formulation of the
subject as both a member of a firm and as itself a firm, and in both cases as
appropriately conducted by governance practices appropriate to firms.” (Brown, 2015, p. 34).
Es a partir de lo anterior que el argumento
del libro de Brown pasa por diferentes aspectos de la vida del demos: la educación, el derecho y la
gobernanza. Luego de retomar las conferencias de Foucault, Brown diserta sobre
cómo el mundo contemporáneo ha transformado los principios de democracia,
política y justicia al idioma economicista, vaciando de contenido aquello que
alguna vez disputamos como los contenidos de la ciudadanía democrática o la soberanía
popular. Así, el impacto avasallador del
neoliberalismo ha sido el desvanecimiento de la ya entonces anémica concepción
del homo politicus, con las
consecuencias que esto tiene para las instituciones e imaginarios que –aunque
siempre disputados- nos ofrecía el mundo de la democracia liberal. Pero no
termina ahí, no se trata nada más de la destrucción de los entendidos sobre el
demos, la política y el Derecho sino que, como bien señalaba Foucault, toda
nueva racionalidad política no solo deshace la anterior sino que crea una nueva
y esta ha sustituido la anterior con “nuevos sujetos, nuevas conductas,
relaciones y mundos”. (Brown, 2015, p. 36). Todo se mira desde la comodificación, es decir, desde la
mercantilización, de ahí que no seamos ciudadanos sino “capital humano”, no
ciudadanos sino consumidores, no sujetos políticos sino dueños de capital, no
estudiantes sino clientes; no somos profesoras sino contratistas, no somos sino
recursos humanos en todas las facetas
de nuestra vida: “human capital’s constant and ubiquitious aim, whether
studying, interning, working, planning retirement, or reinventig itself in a
new life, is to entrepreneuralize its endeavors, appreciate its value, and
increase its rating or ranking. In this, it mirrors the mandate for
contemporary firms, countries, academic departments or journals, universities,
media or websites: entrepreneuralize, enhance competitive positioning and
value, maximize ratings or rankings”. (Brown, 2015, p. 36)
¿Qué
implicaciones tiene esta transformación en la lógica del mundo “común”?
Primero, somos ‘capital humano’ no solo para
sí mismos, explica Brown, sino también somos capital humano en todo y para todo
aquel espacio o institución a la que pertenecemos. La lógica de ser ‘capital
humano’ permea la forma en que nos y se nos conceptualiza en el Estado, en la
comunidad internacional, en el lugar en que trabajamos, en la escuela, en la
Universidad, en la ‘comunidad’. Por lo tanto, en todas estas instancias, la
competitividad es la razón de ser y competitivos al fin, la lógica es de suma
cero, todos contra todos y cada cual compite para asegurar su sobrevivencia o
perece. Como bien señala Brown, el sujeto moral kantiano ha sido desplazado:
nada de fin en sí mismo, somos un medio; cada cuál a cargo de sí, responsable
de sí mismo y se convierte en un sujeto instrumentalizable por la suma del
resto. Una democracia compuesta de
capital humano es pues, la suma de ganadores y perdedores y no los sujetos
políticos que viven a partir de un contrato social. La lógica de igual trato e
igual protección, queda, además desplazada. (Brown, 2015, p. 38). Asimismo, donde todo es capital, lo laboral desaparece como categoría
y los parámetros de análisis basados en clase, alienación, explotación y
asociación entre trabajadores también. Se deshace la lógica del trabajo para
dar paso a la otra, de forma tal que se de pie a la desregulación de las
protecciones laborales, los derechos como pensiones y seguridad en el empleo y
otras protecciones basadas en una lógica de ciudadanía. Finalmente, el homo economicus como sujeto único del
mundo de vida y del espacio político, hace desvanecer la idea del interés
público, de lo común, de la pertenencia al demos o al ‘pueblo’ soberano: “as
neoliberalism wages war on public goods and the very idea of a public,
including citizenship beyond membership, it dramatically thins public life
without killing politics”. (Brown, 2015, p. 39).
El
Estado privatizado y la transformación de la lógica jurídica
En este escenario, el Estado está privatizado
y la lógica de su operación es la racionalidad del mercado. Siguiendo a
Foucault, se trata de un modelo en que el Estado es un mero administrador como
el de una firma o corporación y el efecto (esto es importante entenderlo para
cualquier actuación contra hegemónica), no es simplemente que el Estado se ha
achicado o está ‘manos afuera’ en detrimento del ‘patrimonio público’. Lo más
perverso de este proceso es la transformación conceptual y práctica que esto
implica: aquellos entendidos –aunque siempre cuestionados- sobre lo
democrático, lo igualitario la libertad y la soberanía han cambiado y han
pasado del registro de la lógica política al registro de la lógica mercantil.
Finalmente, como parte de su abordaje a la
transformación de homo politicus al homo juridicus, Foucault señala cómo el homo juridicus también sufrió una
transformación. El cambio se hace patente en el derecho público. El problema
fundamental del derecho público ya no es la fundación de la soberanía, las
condiciones de legitimidad de la soberanía o las condiciones bajo las cuales
los derechos del soberano pueden ejercerse legítimamente. Estos eran asuntos
primordialmente de los Siglos XVII y XVIII. La nueva racionalidad desata un gobierno de la
frugalidad, cuya paradoja estriba en una práctica gubernamental intensa y
extensiva pero a la vez frugal. (Foucault, 2010a, p. 28) Se trata de un funcionamiento gubernamental cuyo objetivo es gobernar
con la menor intervención y el lugar de producción de la verdad en la ‘razón de
estado’ ya no está en la regulación sino precisamente en la justificación de no
regular: “This site of truth is not in the heads of economists, of course, but
is the market”. (Foucault, 2010a, p. 30) Y ¿cómo crea el Estado un cuerpo normativo que garantice el ejercicio
del poder a través de la no-intervención? ¿Cómo lograr un andamiaje
gubernamental frugal que exista pero no regule? A través del derecho privado, diría
yo. Es precisamente el fenómeno que estamos viendo de países soberanos o
estados cuyo derecho público se hace irrelevante al ser demandados por falta de
pago, incumplimiento de contrato, quiebras, todos escenarios del derecho
privado. El derecho publico, el del
gobierno frugal se da a través de su no-lugar, ocupado a su vez por el derecho
privado donde los parámetros son los de libertad contractual, el pacta sunt servanda, los acreedores y
los deudores. Es a partir de la lógica del derecho privado que los estados
modernos operan. Desde ahí su frugalidad.
Como señalamos, es el mercado el que nos
condiciona para discernir entre un buen o mal gobierno, una buena o mala
política pública, sobre qué prácticas son correctas o incorrectas: “the market
is a site of verediction”. (Foucault, 2010a, p. 32) En tanto eso, el criterio de los derechos, del sujeto kantiano o de los
derechos fundamentales, cede hacia una configuración jurídica que adopta el
marco del balance costo-beneficio. En ese escenario, desde la Teoría del
Derecho, por ejemplo, puede explicarse el éxito y el entusiasmo con cierto pragmatismo
jurídico y las corrientes jurídicas del Law
and Economics (Véase Posner, 2014).
Es así como la transformación va de un homo juridicus a un homo economicus. El sujeto jurídico es el que le dice al Estado, al
fundador del derecho positivo de acuerdo con los principios del derecho
natural: “Estos son tus límites porque yo tengo derechos y estos son
intocables. No puedes hacer esto porque te he confiado mis derechos y no puedes
permitir que otros a su vez los trastoquen”. El mundo de la economía de alguna
manera está limitado por el mundo que se crea a partir del sujeto de derechos.
Pero el homo economicus que desplaza
al jurídico, ya no precisa decir esto, es más ya no lo dice. Ahora el sujeto
del mercado es quien dice: “No debes
hacer esto porque no puedes hacerlo y no debes hacerlo porque no sabes el cómo,
no puedes saber el cómo”. El cómo, por supuesto, lo dicta el mercado.
Es, como señala Foucault, un reto distinto a la lógica política tradicional del
soberano como límite del Estado:
But homo economicus is not
satisfied with limiting the sovereign’s power; to a certain extent, he strips
the sovereign of power. Is power removed in the name of a right that the
sovereign must not touch? No, that’s not what’s involved. Homo
economicus strips the sovereign power inasmuch as he reveals an
essential, fundamental, an major incapacity to govern, that is to say, an
inability to master the totality of economic field as a whole. The whole set of
economic process cannot fail to elude a would-be central, totalizing bird’s-eye
view…..I think the emergence of the notion of homo economicus represents
a sort of political challenge to the traditional, juridical conception, whether
absolutist or not, of the sovereign. (Foucault, 2010a, p. 292)
En resumen, la teoría
jurídica delas instituciones del liberalismo no puede lidiar con una soberanía distinta,
la de los sujetos que no son individuos o ciudadanos frente al Estado sino que
son capital humano, los nuevos sujetos de la economía o mejor dicho, del
mercado. (Foucault, 2010a, p. 294) Esto en tanto la teoría jurídica del sujeto de derechos,
del sujeto que delega al soberano sus derechos, no cuadra con la lógica de un
Estado que es meramente administrador de una corporación, en la que la justicia
no es el criterio sino lo que ‘naturalmente’ sea el justo valor. Recordemos los tres aspectos de la ecuación: el Estado es una corporación, los
ciudadanos son capital humano, la actividad humana es una inversión.
¿Qué
queda entonces de la política? Queda lo tóxico, nos
dice Brown. No hay vida ni criterio de lo público o lo común pero eso no
significa que no queda una esfera política en la que se disputa el poder, el
control de los ‘recursos’, las futuras trayectorias. Se trata de una esfera
vacía de entendidos que no sean los de la lógica del capital humano, la
mercantilización, la disputa del expertise
económico, la comodificación de lo público. Se trata de una esfera pública en
la que sus miembros cuentan como recursos pero no comparecen como sujetos de
derechos, y peor aún, dice Brown, se trata de una esfera política manipulable,
sin educación, corporativizada, sin una cultura deliberativa, desapasionada por
lo común y lo político, desentendida del ámbito al cual pertenece y convencida
de que el objetivo es la competitividad en el mercado (Brown, 2015, p. 39).
Me parece que el planteamiento de este
acercamiento de Foucault –en términos genealógicos- y de Brown -en términos de
trazar cómo se materializa a partir de políticas públicas concretas en el mundo
contemporáneo- es importante tomarlo en cuenta como parte de nuestro análisis
de las políticas que enfrentamos, pues no solamente se trata de debatir el
sentido ideológico y las implicaciones de las políticas sino tomar en cuenta la
forma que asume el debate y los límites que la propia racionalidad nos
predispone. Por supuesto, como bien
Brown señala, no se trata de ver la transformación hacia la lógica neoliberal a
partir de una añoranza a la ‘Razón de Estado’, al modelo del mundo del
liberalismo o a la idea prevaleciente del contrato social desde la teoría
política clásica. Más bien, el punto es desentrañar las trampas discursivas y
narrativas que toma el debate, reconocer los límites y el desgaste de las
instituciones con las que contamos, con miras a tejer nuevos referentes y
significados.
En el caso de Puerto Rico, temas como la
política de despidos del gobierno, el achicamiento en los servicios, el
encarecimiento del sistema judicial, el desmembramiento de los planes de retiro
y las premisas que en su origen sirvieron a su diseño, la comodificación de bienes que antes que bienes de mercado o meros
negocios, deben ser asuntos garantizados para toda la ciudadanía, como la
salud, la educación y el medioambiente, entre otros temas, asumen las formas de
la racionalidad neoliberal que Brown discute. Concretamente puede verse el giro
que toma la discusión de la reforma contributiva a partir de estos entendidos.
Lo mismo -por dar un ejemplo que tengo muy cerca- se puede observar en las
políticas universitarias, que insisten detrimentalmente en la adopción de
criterios de productividad, oferta y demanda, costo-beneficio e inversión, a la
hora de tomar decisiones concretas sobre admisión, reclutamiento de docentes,
ofrecimientos académicos, entre otros. Esto sin duda está transformando
sigilosa pero vorazmente lo que entendemos por Universidad, al punto que no es
ya raro encontrarse con el argumento de que la relación entre estudiantes y
profesores es una meramente contractual. Así que no se trata solamente de acercarnos a
estos asuntos desde el señalamiento de políticas erradas sino de además
cuestionar las formas en que el propio de debate se asume.
Finalmente, habrá que preguntarse, en un
escenario como este en que el racionamiento neoliberal arropa tanto a
instituciones como a individuos, ¿cómo retomamos la idea del demos?. ¿Cómo y bajo qué parámetros
insistir en la democracia? ¿Bajo qué entendidos nuestras acciones toman o deben
tomar forma?. Me parece que los acercamientos de Wendy Brown y el asentamiento
del homo economicus en la esfera
política, la esfera jurídica e incluso la personal, requeriría lo que Agamben
planteaba, la idea de profanar. (Agamben, 2015). Pero habría que detectar estas lógicas para profanarlas, insistir en
otras formas de racionalizar los eventos y las controversias de la esfera
pública, resistirse al formato e insistir en ser sujeto político y ciudadano
antes que consumidor, y estar conscientes de las formas en que acogemos y diseñamos
los reclamos. Inmersos en estas estructuras no es fácil resistir la instalación
que ha tenido esta transformación pero parecería urgente retomar el demos deshecho.
Referencias:
Agamben, G.
(2015). Profanations. (J. Fort, Trans.) (Reprint edition). New York:
Zone Books.
Brown, W. (2015). Undoing the Demos: Neoliberalism’s Stealth Revolution.
New York: Zone Books.
Foucault, M. (2010a). The Birth of Biopolitics: Lectures at the Collège
de France, 1978--1979 (Reprint edition). New York: Picador.
Foucault, M. (2010b). The Birth of Biopolitics: Lectures at the Collège
de France, 1978--1979 (Reprint edition). New York: Picador.
García Padilla vuelve a explicar los cambios al sistema contributivo.
(n.d.). Retrieved March 29, 2015, from
http://www.elnuevodia.com/noticias/politica/nota/garciapadillavuelveaexplicarloscambiosalsistemacontributivo-2017615/
Posner, R. A. (2014). Economic Analysis of Law, Ninth Edition (9
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Ranciere, J. (2004). Disagreement: Politics And Philosophy. (J.
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Sandel, M. J. (2013). What Money Can’t Buy: The Moral Limits of Markets
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Satz, D. (2012). Why Some Things Should Not Be for Sale: The Moral
Limits of Markets (Reprint edition). New York: Oxford University Press.
Wolin, S. S. (2010). Democracy Incorporated: Managed Democracy and the
Specter of Inverted Totalitarianism (With a New preface by the author
edition). Princeton, N.J.; Woodstock: Princeton University Press.
[1] Publicado en la Revista 80grados el 3 de
abril de 2015.
http://www.80grados.net/deshacer-el-demos-la-muerte-del-sujeto-politico-juridico-en-el-reino-del-sujeto-economico/
[2] Mensaje del 13 de febrero de 2015. Puede
ver el mensaje en (“García Padilla vuelve a
explicar los cambios al sistema contributivo,” EL NUEVO DIA).
[3] Por supuesto que el consumidor en tanto
tal tendrá derechos pero no son a estos los que me refiero sino a derechos en
tanto ciudadano político.
[4] Vea en particular las Conferencias
del 28 de marzo y el 4 de abril de 1979 en el College du France, páginas 267-290;
291-316.