6.10.09

columna: El totalitarismo y la Universidad

06-OCTUBRE-2009 

MARIANA IRIARTE*

El totalitarismo y la Universidad

Se ha vuelto costumbre la redefinición de conceptos para significar procesos participativos y prácticas democráticas. No es que la decisión de cerrar los portones haya sido la mejor o si se debe o no redefinir la manera de la protesta. Se trata de la incapacidad de un sector de respetar la decisión de una asamblea soberana. Los platos rotos los paga la izquierda. Acusada, mínimo, de no fomentar el debate y la participación. Ahora, cuando éstos se dan, rápido se señala que fueron dominados por el fanatismo y el éxtasis. La decisión tomada por el estudiantado no cuenta porque fue producto de la emoción. Actitudes paternalistas (y maternalistas) como éstas son las que caracterizaron a los verdaderos movimientos totalitarios.


Es cierto que debemos rescatar la Universidad y convertirla en un espacio de debate y discusión. Es cierto que el estudiantado tiene la capacidad de convocar y realizar actividades que estimulen el pensamiento crítico desarrollando herramientas para la contribución social. Sin embargo, no podemos, tras la máscara del derecho a estudiar, enajenarnos de la realidad y apoyar prácticas que coartan la libertad de expresión y el derecho a la protesta. Hacerlo es caer una crítica estéril que no adelanta nada sino divide y desune al colectivo, pieza clave en la construcción de otro país.


A menudo se cae en un análisis simple, poco riguroso, extremadamente “light” para defender el derecho a la educación: el cierre de portones por un grupo que impide ingresar a quienes pagaron la matrícula no es justo. Una vez más el simplismo reduccionista emerge imparable y pone a funcionar a la Universidad del estado como una corporación más. Nada más lejos de la realidad, la UPR es subvencionada en más de un 90% por el Estado y como tal debe tener como deber principal formar una ciudadanía comprometida con Puerto Rico, no seres alienados y ajenos de país.


El estudiantado no sólo debe demostrar que la Universidad es “nuestra” (ya que es del pueblo de Puerto Rico) sino comprometernos a respetar decisiones que democráticamente se toman, aun cuando no estemos de acuerdo con ellas. Desarrollar talleres que promuevan y fomenten la participación es una alternativa para que otras voces puedan ser escuchadas en próximas asambleas. Invalidar prácticas democráticas porque surgen del éxtasis y el fanatismo es contribuir a crear una Universidad arropada de totalitarismo.


(*Mariana Iriarte es estudiante de segundo año de la Escuela de Derecho de la UPR)

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