Privilegios, derechos y deberes: educación para el progreso social en Puerto Rico – Parte I
por: Ricardo Ortíz Morales, estudiante de la Escuela de Derecho UPR
"Educar es formar personas aptas para gobernarse a sí mismas, y no para ser gobernadas por otros". Herbert Spencer
Si bien aquella parte de nuestra Carta de Derechos que sostiene el derecho de todos a una educación ha cobrado notoriedad ante las recientes expresiones del Gobernador, es en el propósito que se le asigna en donde radica su valor: “una educación que propenda al pleno desarrollo de su personalidad y al fortalecimiento del respeto de los derechos del hombre y de las libertades fundamentales.” El progreso de nuestra sociedad sólo puede garantizarse si se mueve con una masa de seres humanos prestos al logro de objetivos comunitarios. Más allá del acceso a una “educación”, es necesario que estemos alerta a los objetivos que persigue la educación que reciben nuestros ciudadanos.
La educación en Puerto Rico responde al objetivo principal de crear en las personas capacidades que los hagan competitivos en el mercado laboral. Se busca aumentar su productividad para convertirlos en herramientas para las compañías que manejan nuestra economía y se les motiva con un enfoque centrado en el logro de los objetivos individuales. El problema es que se pasa por alto la enseñanza de la solidaridad necesaria para crear individuos que aporten a un mayor bienestar común. El “fortalecimiento del respeto de los derechos del hombre y de las libertades fundamentales” de nuestra constitución es en esencia el fortalecimiento de una buena democracia. La estrechez del enfoque individualista nos ha llevado a creer que la democracia sólo debe ser la expresión de la voluntad de la mayoría, vanagloriada en una sociedad que valora las estadísticas por encima de los fundamentos. El gobierno de una mayoría es un gobierno a favor de una parte y eso no es más que un gobierno corrupto cuando lo miramos desde la óptica del bien común. La politéia de Aristóteles hace distinción entre una democracia en la que importa que una mayoría establezca las directrices y otra en que importa si esa mayoría tomó sus decisiones en pos del bien común o si lo hicieron guiados por intereses propios.
Una materia a la cual están ajenos muchos de los jóvenes en Puerto Rico es el conocimiento acerca de cómo funciona el estado y sus instituciones de poder, además de cuáles son los componentes del sistema social y cómo interactúan. Esto deprecia su interés por contribuir a esa democracia buena de la que nos habla Aristóteles. Son esa ignorancia y la sobrevalorización del interés individual las que permean en la falta de interés de algunos sectores en un tema de tanta importancia como el que se debate en estos días en los portones de nuestras universidades.
Sin pensamiento crítico, del cual tiene hambre nuestra sociedad, es más fácil mantener a un pueblo inmerso en la ignorancia y lograr una opresión invisible. Es así como minúsculos grupos sin escrúpulos pueden causar un grave deterioro a nuestra capacidad de progreso común. Una sociedad que posea pensamiento crítico puede descorrer el velo engañoso de los discursos políticos y cuenta con juicio para discernir las acciones perjudiciales de nuestros gobernantes y representantes. Aún así, el pensamiento crítico es una fuerza inerte de progreso social hacia el bien común si no se materializan actos genuinos de amor al prójimo como los que me alegra ver de parte de nuestro estudiantado en este momento histórico.
En la próxima parte discutiré la importancia de la educación como espina medular en el desarrollo económico de Puerto Rico en la creciente economía del conocimiento. La última parte presentará propuestas de gestión estudiantil para mejorar la educación en nuestra Isla, ya que las luchas que estamos llevando a cabo por el acceso a la educación debe ser sólo un comienzo, una vez que el derecho a la educación pone de manifiesto el deber de educar.
Ricardo Ortiz Morales
Estudiante de Derecho UPR