He vuelto a leer a Cioran (1911-1995) y me he topado con esta frase: «La voluntad de destrucción es la expresión dinámica de la tristeza». La frase es muy oportuna para lo que hay que pensar en estos tiempos que siguen a las sombras del pasado siglo XX, el más violento y desgarrador de la historia. Digo bien pensar y no solamente distraerse con los pensamientos. Para ejercitar el buen pensar hay que estar libre del peso de la tristeza. Como toda pasión la tristeza es momentánea, aunque pueda parecer eterna. La razón de esto es que somos seres que padecemos, y no cesamos en el empeño de apegarnos a nuestras pasiones como si fuesen entidades, realidades sustanciales que generan un gran dividendo, una insólita ganancia: seguir sufriendo. El tormento se convierte entonces en una manera de pasar el tiempo, en un pasatiempo. De esta manera se constriñe la alegría de pensar y el pensamiento queda atado a dos de sus peores desgracias, la amargura y el resentimiento. Por otra parte, cuando se está libre del peso de la tristeza, la propia tristeza se convierte en una aliada del acto de pensar. Entonces los pensamientos toman vuelo, y el ánimo aprende a volar, aún con el sobrevuelo de la melancolía.
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