En la maravillosa crónica de 1985, Para Llegar a Isla Verde (en el Cruce de la Bahía de Guánica, 1989), el escritor puertorriqueño Edgardo Ródriguez Juliá nos narra la diversidad que surge del litoral playero. En esta crónica Rodríguez Juliá comienza describiendo el litoral de Isla Verde, que se compone de dos grandes playas: El Almabique y El Balneario. Sobre éstas dice:
"Recorrer ambas playas es atravesar las clases sociales de la ciudad, sus clanes, sectores y submundos, su extranjería y marginalidad, también sus modas, sin olvidar esos lugares preferidos de donde parte y a donde llega toda travesía: la imaginación y la memoria.
Si nadamos desde las rocas y pinos que marcan la frontera ente el Balneario y Boca de Cangrejos- hacia el este la fritanga y el vacilón de Piñones, hacia el oeste el Balneario Público de la Ciudad- iremos escuchando allá en la arena, aquí en el agua entre veinte y sesenta metros de la playa, las voces de la multiplicidad social, la sucesión de acentos y actitudes históricas que conforman la polifonía barroca de San Juan. Es como si la travesía nadando por este litoral nos obligara sólo a un conocimiento de voces. Pobladas de sirenas, estas larguísimas playas nos revelan su extraña coherencia únicamente si el recorrido es tan paciente como la brazada del nadador de distancias".
Luego, Rodríguez Juliá entra a los específicos del recorrido del litoral playero en Isla Verde y sobre El Almabique nos dice:
"Hacia El Alambique -el sitio de jodedera desapareció hace tiempo y la playa quedó con su nombre- cambia la fisonomía de las voces. Justo en el lugar donde antiguamente descargaban aguas negras mediante una alcantarilla de boca enorme, -nadar aquí era un poco menos que bucear en un pozo muro -se encandila la venta de hot dogs y pinchos... Laa fría... Laa fría, Budweiser, Budweiser, a setenta y cinco. Hoy, 1985, es la playa cocola del Alambique. Los jóvenes del caserío Llórens Torres, que en 1975 venían en bicicletas a ligar a las blanquitas de Marbella, hoy por hoy se han apropiado -rescatado- un pedazo de playa. Llegan por la calle contigua al condominio donde quedaba el antiguo Alambique, después de Philly´s. Estacionan sus Mitsubishis y Toyotas 1.8 frente a la cafeteria en los bajos del condominio, caminan a la playa con sus ghetto blasters Panasonic y sus peinetas afro, sus Champions Converse siempre combinando con sus medias Adidas hasta las rodillas. Esta es la playa del pueblo. Los rockolos que superaron el ambiente un tanto gallego del Balneario, aquí se han quedado. Parejas treintonas, empleados de Acueductos o la Telefónica, con sus mujeres timoratas para el agua, la parejita de Country Club con el gusto por Willie Rosario o Palo pa´rumba de Eddie Plamieri...".
y más adelante:
"Frente a los comdominios que empiezan en Marbella y terminan en el cementerio, los muchachos estacionan sus hobbiecats, catamaranes, sunfishes y windsurfers. La ventolera hace sonar estas naves como si fueran enormes mobiles metálicos. La playa de los hobbies se especializa en las modas efímeras de una clase media americanizada por el M.T.V. y el Cable T.V.: Camiseta Ocean Pacific, gafas de sol Ray Ban Cats, los chicos que algún día formarán la clase dirigente del país - o se exilarán en Orlando Florida o el Valle San Joaquín -siempre están en la última, cotejan colegios, carreras y apellidos como quien discrimina sobre las misteriosas alzas y bajas de la bolsa...".
A 22 años de esta crónica, ¿seguirá así? claro, salvo los Converse y el ahora reggeaton... no sé, sería interesante una nueva crónica...