16.7.09

Claro, doblemente claro

16-JULIO-2009 | MIGUEL RODRÍGUEZ CASELLAS
BUSCAPIÉ

Claro

En la cima del antiguo vertedero de San Juan, las alabanzas al alcalde Santini adquieren la forma de una pancarta monumental: “Tu poder es ‘Claro’”. Jamás pensó la aludida compañía de telefonía móvil que su mensaje podría servirle al alcalde de manera subliminal.

Nadie mejor que Santini puede reclamar estatura desde una montaña de basura, de donde sale el estilo bravucón y pendenciero con el que perfuma las calles de la capital. Téngase en cuenta que Santini es el troglodita original, Schatz llegó después.

La moratoria de acomodaticio silencio que se autoimpuso tras la inauguración de Fortuño acaba de concluir. Reaparece ahora entregando títulos de propiedad en el Caño, aprovechando el “milagro legislativo” que dividió al sector en dos para permitir que lo atraviese cual Moisés redentor.

Si la montaña pestilente es el oráculo desde donde Santini habla, las aguas del Caño —turbias como su conciencia— son la ruta hacia la tierra prometida a desarrolladores insolidarios.

Del vertedero al Caño los malos olores persiguen al alcalde, imbuyéndole un inexplicable efecto vigorizante.

Como en las sagas sicilianas de crimen organizado, Santini es un hombre de familia, que exhibe y sobreexpone con histrionismo mediático junto a Papito Dios, el otro gran protagonista de la literatura de mafias.

Y al igual que en los momentos climáticos de Coppola, dos secuencias de acción concurren: por un lado, el alcalde juega sonriente con su nena chiquita. Por el otro desplaza a la gente de Martín Peña como una puerca demoledora, más asesina que “Chona” y mucho menos graciosa.

En dos planos se desarrolla la vida del hombre que limpia su imagen pública con la postal familiar mientras destruye violentamente a una ciudad, comenzando por sus barrios más vulnerables. Dos grandes audiencias le hacen el juego: los fundamentalistas cristianos, (que comparten su ética republicana), y los más cerrados, (que viven enajenados tras sus controles de acceso).

Claro es el poder del alcalde encumbrado. Turbio es el juicio que lo impuso con su voto.

*El autor el decano de la Escuela de Arquitectura de la Politécnica.

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