El Presidente Barack Obama acaba de nombrar al Tribunal Supremo a una de las de la brega. Sonia Sotomayor, podría decirse, es parte de la brega boricua. Ejemplifica a tantos puertorriqueños y puertorriqueñas (mis padres fueron de éstos) que desde mitad del Siglo XX emigraron a EEUU en busca de mejor calidad de vida, en busca de ‘echar pa´lante’, aquellos que -forzados y alentados por el gobierno- hicieron su espacio poco a poco, con miles de sacrificios, enfrentados constantemente a la discriminación. Con ello, extendieron geográficamente a la comunidad puertorriqueña y ampliaron su identidad y significado. Esos puertorriqueños y puertorriqueñas tuvieron -al decir de Arcadio Diaz Quiñones (La Memoria Rota; 1993; El Arte de Bregar; 2000)- que hacer espacio de resistencia desde la brega. Define el maestro Arcadio la brega así:
‘Bregar es, podría decirse, otro orden de saber, un difuso método sin alarde para navegar la vida cotidiana, donde todo es extremadamente precario, cambiante o violento, como lo ha sido el siglo 20 para las emigraciones puertorriqueñas y lo es hoy en todo el territorio de la isla… […]
Bregar puede relacionarse con el sentido que Hannah Arendt le otorga a actuar en La Condición Humana: “tomar una iniciativa, comenzar, poner algo en movimiento”… En el uso puertorriqueño, bregar remite a un código de leyes implícitas que permite actuar, y con sutileza y discreción le disputan el lugar a las posiciones absolutas. Por lo general no se trata de grandes imperativos morales o heroicos, ni de desafíos en campo abierto, sino más bien de la posibilidad de negociar con el propósito de amortiguar los conflictos, justamente para eludir la lógica de la confrontación…”
Se trata de bregar en los caminos plagados de dificultades en la modernidad. Pero no traigo esto para de resaltar la brega de Sotomayor en lo individual. No triago este hecho para reconocer en ella un ‘ejemplo de superación’ o para darle una cinta de mérito. Tampoco para decir que ella ‘se merece’ la nominación. No. Lo traigo porque –al menos por acá- este nombramiento puede verse como una forma de visibilizar la brega colectiva de los puertorriqueños (una brega muchas veces violentamente invisibilizada); para darle color a la resistencia de los y las puertorriqueñas en el día a día de su relación colonial con los Estados Unidos. La historia de Sonia Sotomayor, eso que Obama llamó ‘an inspiring life’, es parte de la historia de millones de puertorriqueños que han hecho un espacio importante de resistencia y no es poca cosa que desde esa resistencia se llegue a ese espacio institucional del Derecho (como espero que tampoco lo sea la diversidad que sea capaz de llevar a ese espacio).
Y eso fue lo que me vino a la mente cuanto el Presidente Obama describía el perfil de la nominada. Nacida en el Bronx, de padres puertorriqueños, se crió en un residencial público. Su padre cursó solo hasta el tercer grado, trabajador de fábrica (como los míos, permítaseme decir). Su madre, una enfermera que echó para adelante a dos niños sola, pues el padre murió cuando Sotomayor tenía nueve años. Ni padre ni madre hablaban inglés cuando llegaron a los Estados Unidos, pero como tantos otros puertorriqueños, en su cotidianeidad, supieron bregar. Y aquí estamos, con Sonia Sotomayor nominada al Supremo. Y creo que lejos de pensar su ejemplo como uno que ejemplifica el ‘sueño americano’, a mí se me antoja, me apetece mirarlo como un ejemplo de la resistencia de las minorías, de la resistencia boricua que se abrió espacio y se sigue abriendo espacio en las circunstancias más adversas que una puede imaginarse.
Hace semanas le sigo la pista a la discusión sobre el posible nombramiento al Supremo, con particular interés en el desenlace de Sotomayor pero en gran medida con el interés académico de cómo las diferentes concepciones sobre lo que es el Derecho se encarnan en el debate público. Sí, hay que leer sus opiniones, buscar su perfil, analizar sus disidentes. Habría mucho que decir sobre cuál es el giro de la discusión en términos del rol de los jueces, su concepción del Derecho, como ven el ejercicio de interpretación, la deseabilidad o no del llamado activismo judicial, entre otros asuntos propios de la teoría jurídica y adjudicativa. Obama buscaba una Jueza pragmática, realista, capaz de la ‘empatía’, que reconociera de primera mano las vicisitudes y dificultades del hombre y la mujer común, y que -como parte de su función adjudicativa- fuera capaz de entender (o aproximarse a entender) al ‘otro’. Por eso escogió a Sonia Sotomayor.
El requisito para Obama, de acuerdo a su concepción del Derecho, era que quien sustituyera a Souter -quien escogiera- debía tener claro que la práctica del Derecho y de la adjudicación incluye el ser capaz de entender y darle importancia a cómo el Derecho afecta la vida ordinaria de la gente (Law in everyday life; Law in Context). En su discurso ella reafirmó ser capaz de reconocer ‘las complejidades del Derecho’. Esa discusión es sin duda de extrema importancia para todos nosotros y nosotras los interesado(a)s en la teoría y el funcionamiento del Derecho. Pero hoy, cuando escuché a Obama nombrar a Sonia Sotomayor, opté por dirigir mi mirada celebratoria al hecho de que Obama habría nombrado al Tribunal Supremo de los Estados Unidos a una puertorriqueña proveniente de la brega. Eso no me significa poco, me hace una gran diferencia.
Algunos artículos en el NYT:
http://www.nytimes.com/2009/
http://www.nytimes.com/2009/
Sobre las concepciones teóricas y el rol de los jueces:
http://fish.blogs.nytimes.com/